El mundo mítico que recogieron los grandes poetas de la Antiguedad y que formaba parte de las creencias y leyendas de los pueblos helénicos sigue ofreciéndonos evocadores nombres para bebés que fueron antes de heroínas mitológicas.
Hace poco una lectora nos contaba que su madre, gran amante de estas historias, eligió para ella y sus hermanos nombres clásicos. Penélope era uno de ellos.
Penélope se casó con Odiseo, tras haber él renunciado a la mano de Helena. Su matrimonio era feliz y tenían un hijo pequeño, Telémaco, cuando la desgracia se abatió sobre ellos.
Vivían en Ítaca, una isla en la costa occidental de Grecia, aislada de los conflictos de la zona continental, donde los príncipes pugnaban generación tras generación por la preponderancia sobre los demás. Pero en Ítaca la vida era más sencilla, había pesca y campos que les daban toda la riqueza que es preciso poseer.
Pero Helena habíase marchado con Paris y los antiguos pretendientes debían cumplir su promesa, ayudar al esposo ultrajado. Odiseo, que justamente fue quien sugirió esta estratagema al padre de Helena, también se había comprometido. Vinieron a buscarlo pero Odiseo no quería ir a Troya. Tenía su palacio, a su amada Penélope, a su hijito Telémaco, tenía todo lo que en la vida podía desear. Sin embargo, pese a toda su astucia, no pudo librarse del juramento.
Se hizo pasar por loco y aró la arena de la playa como si fuera un campo en el que hacer crecer un trigal. Pero los que vinieron a buscarlo encontraron un modo cruel de confirmar que su locura era cierta: pusieron a Telémaco delante del arado. Si el padre estaba loco no se detendría y el niño moriría. Si estaba cuerdo, se detendría.
Y por supuesto, Odiseo se paró y admitió la impostura. Y tuvo que ir a la guerra, una guerra terrible que le alejó diez años de su casa. Penélope se quedó a cargo del país. Al principio todo fue bien, tenía esperanza, veía crecer al niño y esperaba al esposo. Pero el tiempo pasaba, y la guerra era demasiado larga.
Diez años después, caída Troya, los caudillos comenzaron a retornar a sus hogares. Las noticias también llegaban a Ítaca, las noticias si, pero Odiseo no.
Su viaje se veía impedido por la maldición de un dios al que había ofendido, naufragios y desdichas lo mantuvieron diez años más en el mar, errante. Pero eso nadie lo sabía en casa. Año tras año se esperaba su regreso pero con el tiempo todos pensaban que Odiseo había perecido en un naufragio. Todos menos Penélope, que empecinada en la esperanza, esperaba su regreso.
La casa de Odiseo ya no era un lugar pacífico. Los hombres poderosos y ambiciosos ansiaban ocupar su trono y para eso debían conquistar el lecho de Penélope. Ella se resistía al matrimonio, con esperanza o sin ella se negaba a dar por muerto al esposo ausente.
Se comieron todo cuanto había, destrozaban las estancias, robaban las riquezas, maltrataban a las gentes de la casa. Eso era lo que hacían los pretendientes de Penélope, que habían acampado en el palacio esperando a que ella se decidiera por uno de ellos.
La mujer pidió un poco más de paciencia. Antes de casarse quería terminar el sudario de su suegro, que ya era muy anciano. Los pretendientes aceptaron esperar. Ella tejía, tejía, tejía, un sudario interminable. Porque cada noche destejía lo que por el día avanzaba, queriendo asi retrasar el fatídico día que le esperaba.
Pero no dejarían los dioses que tanta fidelidad y esperanza quedaran en vano. Odiseo, tras veinte años de ausencia, regresó a casa. Acabo con los pretendientes, recobró su trono, y se reunió con esta mujer, Penélope, tejedora incansable, que veinte años de ausencia lo amó.
Es un nombre precioso con una historia preciosa también.
Pandora es la Eva griega, la mujer primera, la causa de los males del los hombres y la guardiana de su esperanza. No era humana de nacimiento, sino que fue creada por los dioses. Hefaistos la modeló en arcilla, Afrodita le hizo el don de la belleza enolquecedora, Hermes la capacidad de engañar con las palabras. Voluble, curiosa y absolutamente irresistible.
Como castigo a la ofensa de Prometeo que había robado el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, la bella Pandora llegó al mundo. Epimeteo, hermano del anterior, la recibió como regalo y pronto decidió casarse con ella.
Pandora abrió la caja de los secretos y entonces, todos los males escaparon y se desparramaron por la Tierra. La envidia, la codicia, la guerra, la obstinación, la violencia, la cólera, la enfermedad y el dolor se enseñorearon de la vida de los hombres, para los que ya no parecía haber consuelo.
Sin embargo Pandora había cerrado la caja a tiempo y había conservado un don que mantiene a los hombres capaces de continuar pese a todas las desgracias, la Esperanza, sutil y maravillosa.
Pandora, la mujer vista con los ojos de los hombres que ven venir los males de la sensualidad de la mujer que los pierde, es también un símbolo de lo que las mujeres les ofrecen, la esperanza de la vida que se renueva, de la sonrisa, de la dulzura. Su nombre, de hermosa sonoridad, es también una preciosa metáfora de la esperanza siempre mantenida.
Estos y otros nombres de heroínas de la mitología griega pueden ser una opción que podemos plantearnos para nuestras hijitas, y son un regalo que toda la vida les acompañará, como una amiga lejana con un mensaje que contar.