Katie A. Loth encabeza el grupo de investigadores que ha publicado en Pediatrics un estudio sobre prácticas de crianza parentales que está relacionadas con la alimentación de los hijos. Se ha estudiado la restricción de alimentos y también la presión hacia el consumo, y su relación con el peso de los adolescentes.
Todos sabemos que pese a las recomendaciones que hemos escuchado en decenas de ocasiones (esas que nos hablan sobre autorregulación), otros consejos que nos llegan los progenitores se instalan cómodamente en nuestro cerebro, y aún hoy en día, no pocos niños se ven forzados a acabar el plato o tragarse un enorme bocadillo para la merienda que no les apetece en absoluto. No es que tengamos que ceder a que el niño meriende cada día un bollo relleno de crema, porque no hay manera de que acepte la fruta, se trata de algo tan sencillo como proporcionar alimentos saludables, en raciones que no sean excesivas, y sobre todo de ‘no obligarles a terminar su comida’, que de eso sabemos mucho puesto que nos lo han transmitido nuestros propios progenitores.
Pero la doctora Loth (de la Universidad de Minnesota), y sus colaboradores, van más allá: si es perjudicial nuestro empeño por formar parte del ‘club del plato limpio’, también lo es querer protegerles a toda costa de la comida ‘basura’. Me parece que esto puede ser una adaptación de lo que leímos en ‘Se me hace bola’, cuando Julio Basulto afirma que en relación a alimentos poco sanos, debemos seguir la norma general que nos dice: ‘no negar, no ofrecer’
Hoy en día se tiene evidencia de los efectos perjudiciales de control de las prácticas de alimentación en la capacidad del niño para autorregular la ingesta de energía. Esta es una de las conclusiones del estudio publicado en Pediatrics, y se nos asegura que los hallazgos sugieren que los padres deben ser educados y capacitados a través de orientación preventiva para fomentar la moderación en lugar de consumo excesivo y hacer hincapié en la elección de alimentos saludables en lugar de adoptar patrones de alimentación restrictivos.
En realidad, los resultados que nos ofrece Pediatrics, son una combinación de dos estudios diferentes: el proyecto EAT (eating among Teens) y el F – EAT (que incluye la intervención de las familias). Se han recogido hábitos de alimentación y prácticas parentales en más de 2200 adolescentes y 3400 padres en Minnesota.
Curiosamente se ha encontrado un vínculo entre la ‘prohibición’ y el sobrepeso, de la misma forma que los miembros del equipo investigador han podido determinar una baja relación entre los comportamientos de presión por parte de los padres y un peso corporal inadecuado, sin embargo todos los efectos de este tipo de prácticas no se pueden concretar en un determinado peso.
De hecho, Katie Loth afirma que no es aconsejable presionar para que los niños se acaben la comida, porque con esta práctica, los padres inhibimos la capacidad natural de los peques para darse cuenta de ‘cuando sus estómagos están llenos’. Dejar de hacer caso al propio cuerpo, y guiarse por las señales impuestas, puede conducir a problemas como el sobrepeso.
La investigación ha demostrado que cuando un padre resgtringe un alimento en particular, el niño se interesa más por consumirlo en exceso, Loth insiste en que los padres deben ser educados para permitir que sus hijos coman todos los alimentos con moderación. Sin embargo yo estoy convencida de que si bien es cierto que ‘negar’ puede dar resultados inesperados, dejar que coman ‘de todo’ con moderación no me parece una buena solución; es decir: de ese ‘de todo’ excluiría alimentos hiper calóricos, y a tal fin, intentaría que no estuvieran presentes en casa.
De entre otros datos obtenidos a partir del estudio resalta que los padres tienen más tendencia a obligar que las madres, y que los adolescentes varones sufren más la presión de estas prácticas inadecuadas que las chicas
Los autores del estudio recomiendan prácticas tales como comidas familiares tan a menudo como se pueda, tener refrigerios nutritivos en casa, la elección de alimentos saludables y alentar a los jóvenes a tomar mejores decisiones en su alimentación como una forma de luchar contra los problemas de peso.
Por último, si ya hemos visto que durante la niñez se consolidan prácticas nutricionales, llegada la adolescencia, también son muy importantes los patrones de alimentación, ya que una alimentación saludable y equilibrada puede actuar como factor de prevención de trastornos de la alimentación (incluyendo obesidad), y de evitación de enfermedades no transmisibles.
Imágenes | stevendamron Vía | CNN Health Más información | University of Minnesota En Peques y Más | Consejos para niños que no quieren comer ¿Comen poco vuestros hijos?: puede que estos consejos y trucos os ayuden, Decálogo para una alimentación infantil más saludable