Hoy entrevistamos a Laura Perales Bermejo, que es psicóloga infantil especializada en prevención. Su orientación es reichiana, humanista y basada en la teoría del apego, y desarrolla su actividad profesional pasando consulta, impartiendo talleres para padres y niños, así como escuelas de padres.
Laura que se ha formado (entre otros) con Yolanda González Vara (a quien también hemos entrevistado en nuestro blog), y la Escuela Española de Terapia Reichiana, también da conferencias y escribe artículos divulgativos.
Como introducción a esta completa entrevista que esperamos os guste, cito un texto en la web de Laura.
La base de casi todos los problemas planteados por los padres está en el choque de la vida, del instinto, con lo que nos dicta la sociedad. Una sociedad enferma. Un niño lleno de vida debe ser comprendido y acompañado, no frustrado para adaptarse a ella y pasar a estar enfermo también
Os animo a seguir leyendo, y a reflexionar un poco sobre la represión de las emociones infantiles y las dificultades de los padres de hoy en día para criar y educar. Peques y Más.- ¿Crees que la expresión de las emociones infantiles sigue siendo negada hoy en día?
Laura Perales.- Por supuesto. No tienes más que salir a la calle para constatarlo, está presente en todas partes, establecido como normal. A poca gente le extraña o le molesta ver cómo unos padres reprimen una rabieta de su hijo o incluso le propinan un cachete. En cambio si lo viesen en adultos, por ejemplo de un hombre hacia una mujer, si estaría mal visto.
Esto tiene que ver con las propias vivencias infantiles de esos padres y de las personas que observan la escena y la ven bien. Sufrieron la misma represión emocional por parte de sus padres y ahora las emociones de sus hijos disparan en ellos el rechazo. Lo que sentimos hacia los niños es como mirarse en un espejo.
Como por desgracia este modo de actuar viene siendo el habitual, el ciclo se repite una y otra vez.
Existen estudios antropológicos de Margaret Mead o Malinowsky que nos muestran que en culturas donde no hay este tipo de represión (ni de casi ningún tipo, incluyendo la ausencia de represión sexual), como en las islas Trobriand, no hay asesinatos, violaciones, abusos…
PyM.- Me gustaría que nos contaras cómo puede repercutir en el desarrollo del niño la negación de sus emociones por parte de los adultos.
L.P.- Pues lo tenemos a la vista en el mundo adulto actual, lleno de personas que no saben gestionar y ni siquiera identificar lo que sienten. No sólo eso, sino que si durante las rabietas reprimimos esa expresión emocional creamos frustración en el niño, no comprende qué ha hecho mal, se siente culpable por sentir y surgen problemas de expresiones violentas como pegar para descargar toda esa frustración y tensión acumulada.
Puede incluso desembocar en una estructura border line adulta, con una base de rabia latente bajo una máscara de amabilidad desarrollada para agradar a los padres. Para que te hagas una idea de las dimensiones de esto, te diré que vivimos en una sociedad border line.
Existen estudios antropológicos de Margaret Mead o Malinowsky que nos muestran que en culturas donde no hay este tipo de represión (ni de casi ningún tipo, incluyendo la ausencia de represión sexual), como en las islas Trobriand, no hay asesinatos, violaciones, abusos…
PyM.- A muchos padres nos ha pasado que hemos entendido las rabietas de los dos años, y después nos hemos encontrado con los siguientes años difíciles. ¿Consideras la rabieta una expresión saludable de las emociones? ¿hay una forma 'correcta' de que un niño de más de seis años exprese una emoción percibida como negativa?
Cuando no damos salida a las emociones estas no desaparecen, simplemente se transforman, se acumulan y suelen salir por otro lado magnificadas. Por ejemplo lo que si podemos hacer es proporcionar alternativas para expresar la rabia como hacer guerras de almohadas o con churros de piscina, o patear el suelo
L.P.- Sí, claro, las rabietas son saludables y sanas, siempre y cuando se aborden de manera adecuada. De hecho son precisamente una expresión emocional, con la intensidad propia de los niños de esa etapa. De hecho la mayoría de los problemas surgen porque los padres desean evitar la rabieta a toda costa debido al rechazo que en ellos produce y para ello a veces hacen cosas como darle una chuchería antes de comer con tal de que el niño se calle. No pasa nada si hay una rabieta. Lo que sí importa es cómo las abordamos.
La crianza es difícil, cada edad tiene sus particularidades, y esto pasa por lo tremendamente desconectados que estamos de nuestro instinto y de la naturaleza del ser humano y su entorno.
Elsworth Baker decía que es más fácil criar a un niño sometido que a uno que reclama sus derechos. Efectivamente esto es lo que vemos, niños catalogados como “buenos” por no tener rabietas, cuando el no tenerlas suele ser un signo de que algo va tremendamente mal, el origen de la sumisión. Después la sociedad pide a esos mismos niños que sean adultos independientes, que tengan iniciativa, que sean personas proactivas. Pero les hemos condicionado desde pequeños a todo lo contrario.
Respecto a la última pregunta, no hay emociones buenas o malas, todas las emociones son igual de válidas y deberían tener la misma aceptación. Si en la etapa de las rabietas hemos permitido a los niños su expresión emocional y les hemos ayudado a identificar y gestionar esas emociones, cuando crezcan podrán manejarlas muchísimo mejor. Pero por lo general lo que vemos es hasta gente de 40 años que continua teniendo rabietas, sin entender lo que sienten y reaccionando sin control alguno. La forma “correcta” de que alguien de 6 a 135 años exprese una emoción es…expresándola.
Cuando no damos salida a las emociones estas no desaparecen, simplemente se transforman, se acumulan y suelen salir por otro lado magnificadas. Por ejemplo lo que si podemos hacer es proporcionar alternativas para expresar la rabia como hacer guerras de almohadas o con churros de piscina, o patear el suelo.
PyM.- Y ¿cómo podemos ayudarles en este camino?
L.P.- Los niños necesitan el acompañamiento de sus padres para ir identificando y gestionando sus emociones, ya que cuando son muy pequeños no las controlan. Sus emociones son puras, intensas, del aquí y ahora. Por eso cuando un niño pasa del llanto a la risa en cuestión de minutos no es que tenga “mucho cuento”, realmente siente esas emociones.
Podemos anticiparnos a las rabietas previsibles, por ejemplo si sabemos que tienen hambre podemos adelantar un poco la comida, o si sabemos que va a ver algo que no le podemos dar, dar un rodeo. Las cosas que en casa no pueda coger mejor que estén fuera de su alcance y vista. También podemos utilizar la distracción, por ejemplo si vemos que se va a enfadar porque otro niño tiene un juguete que quería, podemos ofrecerle otra cosa que sabemos que le gusta o alzarlos en brazos para jugar a hacer cosquillas. O el juego y la imaginación, por ejemplo si no se quieren vestir dándole vida a la ropa o diciéndole que es un disfraz de algo que le guste.
Pero lo principal es validar sus sentimientos, nunca decirles “no pasa nada” quitando valor a lo que sienten, mucho menos que no lloren, o que no se enfaden, o increparles por ello. Jamás recurrir al manido “a que me enfado yo” que provoca esa tremenda culpa en el niño. Simplemente decirles “sé que estás enfadado por X” y acompañarles diciéndoles que les queremos (mucho niños perciben que si se enfadan pierden el amor de sus padres e incluso sienten miedo de ser abandonados), ofrecerles nuestro abrazo si lo desean y si no permanecer disponibles por si lo quieren. Si no hay otra que el que haya rabieta, que la haya, la diferencia está en acompañarla en vez de reprimirla.
No existe esa ficticia lucha de poder, la frase “se te va a subir a la chepa” no se corresponde con la realidad. Los niños antes de los 3 años están en plena etapa egocéntrica, denominada de este modo porque perciben que el mundo gira alrededor suyo y aun no son capaces, debido a su cerebro aun inmaduro y en desarrollo, de ponerse en el lugar del otro, engañar, manipular y todas esas atribuciones adultas. Sencillamente esas son funciones del cerebro superior que aún no está formado. Así que los miedos a la hora de permitir las rabietas también son infundados.
PyM.- ¿Cuáles son las consecuencias no esperadas (y quizás tampoco deseadas) de aplicar una educación autoritaria?
L.P.- Pues las consecuencias pueden ser muchas, desde falta de conciencia del yo, baja autoestima, tendencias depresivas, ansiedad, necesidad de llenar el vacío con adicciones de todo tipo (drogas, juego, sectas), sumisión, masoquismo…incluso una crianza de tipo autoritario predispone a sufrir abuso sexual infantil, ya que enseñamos al niño que el adulto siempre tiene razón, que hay que acatar sus órdenes por mucho que su instinto le grite que no lo haga. Su no deja de tener valor.
La principal consecuencia de una educación autoritaria es el tipo de sociedad en la que vivimos: sumisa, fácil de manejar. No hay más que ver las noticias para ver hasta qué punto la gente traga sin reaccionar. La gente tiene miedo a la libertad, como decía Erich Fromm.
PyM.- Muchos padres se preguntarán en qué lugar se sitúan si dejan de ser autoritarios, y cómo es posible guiar a los niños al descartar este modelo, ¿qué nos puedes contar al respecto?
L.P.- Existen los estilos autoritario y permisivo, ambos perjudiciales. La salud se encuentra en el término medio. La crianza respetuosa es posible, y no significa criar sin límites. Es criar desde el respeto y para el respeto, acompañar al niño pero desde el equilibrio (ni autoritarismo ni permisivismo) para permitir el flujo de la vida y favorecer un desarrollo sano, pero con límites lógicos y necesarios. El problema de nuestra sociedad es que hemos dado la vuelta a todo y lo habitual es que se apliquen límites autoritarios sin sentido destinados únicamente a la comodidad adulta, al qué dirán, o a marcar terreno, mientras que los límites que si son necesarios como no dar de comer al niño sólo chucherías con tal de que no se enfade o los que conciernen a la seguridad, no se tienen en cuenta o se saltan a la torera.
No existe esa ficticia lucha de poder, la frase “se te va a subir a la chepa” no se corresponde con la realidad…, así que los miedos a la hora de permitir las rabietas también son infundados
PyM.- Algunos de nosotros hemos oído hablar de respeto hacia los niños, de empatía, de cuidar sus necesidades emocionales. ¿Crees que a los padres y madres que optan por una crianza y educación respetuosa les fallan los apoyos sociales? ¿Quién cuida de una madre o padre cansado emocionalmente?
La crianza es difícil, cada edad tiene sus particularidades, y esto pasa por lo tremendamente desconectados que estamos de nuestro instinto y de la naturaleza del ser humano y su entorno
L.P.- Hemos pasado de criar en tribu, que es para lo que estamos preparados evolutivamente, a la familia nuclear patriarcal. Esto implica que los padres de cualquier tipo de crianza no disponen de esos apoyos necesarios en la mayoría de los casos.
También implica la escasa socialización de los niños en la edad en la que lo necesitan (punto en el que de nuevo hemos invertido las cosas, antes de los 3 años lo niños no pueden socializar por la sencilla razón de que como hemos comentado están en la etapa egocéntrica y los demás niños son poco más que objetos para ellos. Puedo entender que se les lleve a la guardería por necesidad, pero el que sea para socializar es de nuevo fruto de la desinformación).
Afortunadamente cada vez surgen más grupos de crianza, escuelas de padres, familias que por lo menos quedan de vez en cuando para aproximarse a la crianza en tribu. Esto suele darse cada vez más precisamente en el entorno de la crianza respetuosa.
PyM.- ¿Cuáles son las principales recomendaciones que nos puedes hacer a los padres de niños grandes (más de 7 / 8 años) para mejorar las relaciones familiares?
L.P.- Escuchar siempre lo que tienen que decir, tratarles como miembros de la familia con voz y voto (de hecho es beneficioso que se impliquen), verbalizar y validar sus sentimientos y tratarles con respeto.
El “no pasa nada” mencionado antes es igual de dañino a esta edad. Siguen siendo niños, en otra etapa evolutiva, pero no son adultos (aparte de que a los adultos tampoco nos gusta que quiten importancia a lo que sentimos). No les tratemos como tales, excepto en lo que concierne al respeto.
Es una etapa difícil, con muchos cambios físicos y psicológicos, y nos necesitan acompañándoles. El ejemplo juega un papel muy importante durante toda la crianza, también a esta edad. No podemos pedirles actuar de un modo si nosotros hacemos lo contrario, por ejemplo diciéndoles que no griten gritándoles o que no sean malhablados cuando lo han escuchado en casa.
PyM.- ¿Es más difícil criar y educar hoy en día o es que nuestra percepción ha cambiado?
Hemos pasado de criar en tribu, que es para lo que estamos preparados evolutivamente, a la familia nuclear patriarcal. Esto implica que los padres de cualquier tipo de crianza no disponen de esos apoyos necesarios en la mayoría de los casos
L.P.- Creo que simplemente estamos cada vez más invadidos por artilugios innecesarios que nos apartan de nuestra crianza mamífera, como chupetes, cunas, interfonos, videojuegos para que el niño “no moleste”…, o por mitos erróneos que nos alejan de nuestro instinto como métodos muy dañinos para “enseñar” a dormir a los niños (entrecomillo porque no les enseñan a eso sino a desesperarse y resignarse, con graves consecuencias como la posibilidad de una estructura psicótica futura debido a una escisión del yo. Los bebés ya saben dormir, con el patrón de sueño de un bebé, adaptativo, con varios despertares), consejos perjudiciales como no cogerles en brazos…en definitiva, cada vez nos alejamos más de la naturaleza y nos acercamos más a lo artificial.
Además al no criar en tribu o en grupos familiares extensos las madres no ven partos, lactancia materna, no aprenden unas de otras de modo vivencial… Lo que es difícil hoy en día es acallar el murmullo social de una sociedad enferma para dedicarnos verdaderamente a criar siguiendo nuestro instinto. En resumen: no cortar la vida, no limitarnos a la supervivencia. Se nos ha olvidado vivir y permitir a nuestros hijos que vivan.
Finalizada la entrevista, a mí no me queda decir nada más que ha sido un placer, y agradecer a Laura, su generosidad contestando a nuestras preguntas. Cuando contacté con ella, mi intención era acercar información de calidad que pudiera ayudar a padres de niños que ya no son bebés, a acompañar las emociones de sus hijos, y a reflexionar sobre cómo les criamos o educamos, y qué podemos cambiar para que las relaciones familiares sean más satisfactorias para todos.
Estamos encantados de haberte tenido en Peques y Más, gracias de nuevo por colaborar con nosotros.
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