Cuando una madre entra a dar a luz a un hospital lo hace, obviamente, con su bebé. Y cuando se va de alta, se va, obviamente, con su bebé. A menos que uno de los dos tenga un problema y entonces uno requiera de más días de ingreso que el otro.
En ese punto hay hospitales que merecen un suspenso en empatía y sentido común, como en este caso el Hospital de Igualada, en Cataluña, donde una madre sufrió un posparto que nunca imaginó: indignante, por tener que dormir en un saco para poder estar con su bebé.
Separadas al día de nacer
A veces pasa, el bebé nace con riesgo de infección u otra complicación y requiere de tratamiento antibiótico. Es una suerte que esto se detecte y pueda ayudarse a los bebés a seguir con vida allí donde antiguamente muchos morían.
La madre de la que os hablo se llama Laura, y hace unas semanas dio a luz a una niña preciosa. Con poco más de 24 horas de vida las separaron para poder controlarla mejor e ir administrándole antibiótico por la vía. Esto fue muy triste para ella, pero por suerte para las dos, pudieron quedarse juntas tanto tiempo como quisieron.
La primera noche, las dos estaban ingresadas en el hospital y, en consecuencia, ella podía levantarse tantas veces como su hija necesitara alimento. Pero a la segunda noche, como madre que ha dado a luz sana, se le dio el alta, perdiendo ese privilegio: ya no tenía habitación, ni cama, ni nada que se le pareciese. Solo unas sillas incómodas al lado de su hija.
Le explicaron que podría sacarse leche e irse a casa por la noche y que ellas ya le darían los biberones, y que si con eso no había suficiente, que ya le harían biberones de leche artificial. Esto, para una madre que quiere amamantar a su bebé es un revés muy duro, porque te obligan a separarte de tu bebé, y no solo eso, es que es poner trabas sin necesidad, por parte de un ente de salud. ¿Qué sentido tiene que la niña esté ingresada por su salud y te obliguen a hacer algo que no es lo mejor para ella?
Y Laura dijo que de ahí no se movía
La niña tenía 3 días de vida y ella dijo que no se movía. Demasiado pequeña para separarse ya de su madre. Por otro lado, la leche no había subido todavía y estaba en el típico y lógico proceso de adaptación entre madre, bebé y pecho. ¿Qué pintaba ahí en medio un biberón? Por otro lado... pudiendo darle el pecho directamente, ¿para qué sacar leche? Es un trabajo de más para la madre, un lío para el bebé y un posible problema futuro (que luego el bebé no quiera la teta).
Y finalmente, pensó que no tenía ningún sentido que una persona adulta pueda estar acompañada por la noche en una silla reclinable y que un bebé no tenga ese mismo derecho, precisamente cuando la persona que le acompaña es su madre.
Así que no se movió de ahí, decidió no dejar sola a su hija, y por ello habló con la supervisora de la planta, para explicar su decisión y solicitar una silla más cómoda en la que pudiera descansar un poco por la noche.
"No es normal que te quieras quedar con tu hija"
Y esta es la respuesta que recibió. Que no le dejaban la silla y que no era normal quedarse con su bebé, sino irse a su casa a dormir y descansar. ¿Pero cómo va a descansar físicamente una madre que no está cómoda psicológicamente? Cualquier madre dormiría de cualquier modo, sufriendo lo indecible a nivel físico, a cambio de saberse al cuidado de su pequeña, haciendo lo que le pide el corazón (¿no?).
Así que eso es lo que hizo Laura: traerse un saco de dormir de casa y echarlo al suelo por las noches para poder descansar con su hija. Tres noches. Tres largas noches en un saco y a nadie del hospital se le cayó la cara de vergüenza como para decirle "no te traigo una silla, no: te traigo una cama".
El posparto que nunca imaginó
Y así lo cuenta en su blog, que jamás habría imaginado tener que pasar el posparto así, tirada en el suelo para poder cuidar de su hija, y que suerte que había ido todo bien en el parto y ella se encontraba bien:
¿Y sabéis qué? No me arrepiento de nada, al contrario. Estar allí con la niña, poder amamantarla, poderla consolar y coger cuando lloraba, poderla abrazar, cambiarle los pañales y, en definitiva, hacer de madre, compensaba el dormir en el suelo, pero no debería de haber sido así.
A los tres días, las dos a casa
Pasados esos tres días las dos se pudieron ir por fin a casa. No culpa a las profesionales, de quien habla muy bien, pero sí a la supervisora, que no quiso tener un gesto hacia esta y otras familias: porque si pasó con Laura y su hija, seguro que pasa cada día con otras familias que no toman la misma decisión de no separarse de su bebé (para mí la culpa es un poco de todos, porque le pones una silla o una cama y punto... que la saque la supervisora si tiene valor. Pero no quiero entrar más en el tema porque no lo he vivido y no sé cómo fue todo exactamente).
El ansiado ingreso compartido
Y es que parece que en este país cuesta mucho entender que madre y bebé son una dupla inseparable. Que la única diferencia a una mujer embarazada es que ya no está el bebé dentro, pues por lo demás uno sigue dependiendo absolutamente del otro.
Si un bebé es ingresado su madre debería poder ingresar también con el bebé, con una cama a su disposición para descansar, para amamantar al bebé, para calmarlo cuando hiciera falta, acunarlo y cuidarlo.
Y si una madre es ingresada, su bebé debería poder ingresar con ella en caso de que pueda, y quiera, porque cuántas madres lo pasan fatal por no poder alimentar a sus hijos, o dormir con ellos, porque no les permiten estar juntos, cuando el problema es administrativo.
Solo me queda dar las gracias a esta mamá por compartir su historia y alentar al resto de padres a defender los derechos de los bebés y de las madres de estar juntos siempre, y más si la separación es por motivos de salud. Luchad por vuestros hijos y vuestra maternidad, porque si no lo hacéis vosotros, nadie más lo hará.
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