Hasta ahora he contado el proceso histórico por el cual el uso de leche no humana para alimentar a los bebés ha llegado a convertirse en algo habitual y una opción personal, y que, en el inicio de la comercialización de este producto de manera extensiva nunca se exigieron pruebas científicas de sus efectos. Ahora terminaré exponiendo las ventajas sanitarias y familiares que tendría el considerar la leche artificial como un medicamento y también los puntos en contra de esta idea.
Hoy, a pesar de que las autoridades sanitarias exponen los problemas de salud relacionados con su uso y ya hay datos avalados científicamente que demuestran que, aunque los niños alimentados con leche artificial están alimentados, si hay inconvenientes al uso indiscriminado del producto, tanto para la salud pública como para la salud particular de los usuarios.
Mejorar índices en lactancia materna y dar mayores garantías a los niños no amamantados
El conseguir mayores índices de lactancia materna es una prioridad real de la salud pública pero para conseguirlo hay muchas disficultades: mala formación de los sanitarios, mitos faltos sobre la lactancia materna, una mala cultura del amamantamiento al que se llega sin modelos y una débil estructura que sostenga y ayude a las madres dándoles información real. Baste citar que solamente en Estados Unidos se calcula que la lactancia materna salvaría mil vidas al año.
La leche artificial se considera un alimento, por lo que los controles son los que se realizan a los alimentos y se detectan casos de contaminación, ya que no es estéril, y de mayores posibilidades reales de determinadas dolencias.
Como todo en la vida, tiene sus pros y sus contras y las enfermedades, excepto en casos como la contaminación del producto, serán siempre multifactoriales.
Pero no cabe duda que los niños no amamantados tienen derecho a la máxima garantía en el producto, que, si está contaminado, puede hasta llegar a ser mortal, y eso todavía no es óptimo.
Considerar la leche artificial como un medicamento tendría ventajas sanitarias
He hablado de las pruebas previas a la comercialización que se exigen para autorizar un medicamento, que son, aunque imperfectas, mayores que las que han habido antes de que se empezara a vender esta leche y las que hay, incluso, hoy mismo. La cosa no es tan sencilla, pues, aunque obligar a los mismos test y controles que los de las medicinas no es la única via ni es tampoco una vía perfecta.
Habría ventajas adicionales si la leche artificial fuera considerada un medicamento, y en este caso implican a los sanitarios y también, como expondré a continuación, a la economía familiar.
Los sanitarios no siempre tienen la mejor capacitación posible en lactancia. Yo detecto muchos casos en los que se diagnostica una hipolactia sin pruebas o se recomienda usar biberones sin ayudar a la madre a solucionar un problema o aumentar, de forma efectiva, su producción. Además, se ordena el destete por causas erradas, como enfermedades de la madre o uso de medicamentos que serían, de forma efectiva, compatibles con la lactancia. Hay algunas causas reales que impiden, médicamente, la lactancia, pero son pocas realmente.
Si los médicos se vieran obligados a justificar porqué una mujer no puede amamantar y necesita un producto que substituya lo que una mujer sana produce, tendrían que demostrar que el caso es realmente médico. Si nuestra placenta no puede alimentar a nuestro hijo, se considera que hay un problema médico, pero si nuestros pechos no pueden alimentarlo, no. Y no lo entiendo. Lactar es una función corporal natural y normal, que todas las hembras humanas estamos, en principio, preparadas para dar, y, cuando falla el mecanismo, hay un problema que precisa solución médica o da derecho a gastos sanitarios.
¿No poder dar el pecho es una cuestión médica?
Sin embargo, la lactancia artificial no es algo tan sencillo como una simple cuestión médica. Y eso estaría en contra de lo que estamos considerando. Una mujer, por la razón que sea, puede rechazar la idea de dar el pecho.
Hoy, en nuestra cultura, no se cuestiona la libertad de esta elección, y sería tema aparte profundizar en ello. Vemos la lactancia como una cuestión personal y no como una cuestión de salud unicamente, pues, de hecho, el amamantamiento humano tiene muchas connotaciones culturales innegables. No es una cuestión en la que creo que sea el momento ni el lugar de profundizar más, pues la realidad, es que hay mujeres que no quieren dar el pecho.
Además, lactar en los humanos, como en otros primates, no es puramente instintivo. Es un proceso en parte biológico, pero que también debe aprenderse, interiorizando su funcionamiento o, si hay problemas que la madre no consigue solventar, contar con una red fiable de información, ayuda y sostén. Ni nuestra sociedad, ni el entorno, ni los profesionales de la salud, ni el régimen laboral ayudan a que una mamá que tiene problemas para amamantar lo consiga. Eso debería cambiar, pero sigue siendo innegable que hay muchas madres que desisten de la lactancia aunque la deseen.
Pero, en estos casos, obligar a un diagnóstico real y certero antes de aconsejar el biberón si fundamentaría una estructura sanitaria que incluyera a expertos en lactancia que las ayudaran. Eso les beneficiaría, de eso no me cabe ninguna duda.
Y ahora, concluyendo, aunque considerar la imposibilidad de lactar una cuestión médica de la que se responsabilizaran los sanitarios tendría ventajas tendría también serios inconvenientes.
Primero, alimentar, incluso en un tema tan radical como alimentar a un bebé humano con un producto industrial no natural durante meses y en exclusiva, no es medicar. Y eso debe ser tenido en consideración tanto a nivel psicológico como efectivo, por más que no poder dar la leche que nuestros cuerpos producen es algo que indica un problema que exige ayuda externa. Cualquier otra función corporal natural imposibilitada por causas internas o externas se tratará medicamente, pero la mayoría rechazarán considerar de ese modo la lactancia.
¿Mejoraría la calidad de la leche artificial el que fuera considerada un medicamento?
Más allá de estas cuestiones, queda reflexionar si realmente el considerar la leche artificial un medicamento es indispensable para mejorar su calidad, tener mejores servicios sanitarios, hacer subir los índices de lactancia materna y, también, si eso traería ventajas reales para las familias que acuden a este producto para nutrir a sus hijos. Lo abordaré en el siguiente tema de esta serie.
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