La semana pasada viví uno de los acontecimientos más importantes de mi vida después del nacimiento de mis hijos: la hija de mi pareja ha tenido mellizos. No pensé que iba a emocionarme tanto hasta que recibí la foto de la mamá sosteniendo a sus dos pequeños en el mismo paritorio.
Después, cuando esa misma tarde acudimos a conocerles, no pide controlar las lágrimas y pensar cómo me sentiría si fuera mi hija la que estuviera dando el pecho a sus hijos...
Sé que aún me quedan muchos años para descubrir lo que significa ser abuela, pero también es verdad que he pensado en ello varias veces, desde aquel día en que supe que ya no tendría más hijos. ¿Podré querer a mis nietos tanto como a mis hijos? Estoy segura de que sí, aunque quizás de manera diferente.
Los hijos de mi hija
Entiendo que para todas las madres recientes pensar en nietos les suene a ciencia ficción pero quizás ya no tanto a quienes por un motivo u otro saben que ya no van a tener más hijos. Os aseguro que aunque parezca un pensamiento muy lejano, llegará.
Sobre todo si como es mi caso, te encantan los bebés y los niños. Aunque creo que nunca fui tan consciente de lo bonito que tiene que ser pasar a otra etapa, la de abuela, hasta que entré por la puerta de aquella habitación de la maternidad y vi a Miryan sosteniendo en brazos a Enzo y a Liam. Sé que no tenía derecho para emocionarme como lo hice, pero no pude evitarlo. ¡Me pareció una imagen tan hermosa!
Así que después de felicitar a los padres y observar durante un rato a los bebés, me detuve y pregunté a las abuelas allí presentes cómo se sentían, cómo es tener en brazos a los hijos de tu hijo.
La sonrisa se dibujó en la cara de ambas. Ni siquiera estaban cansadas después de un día entero sin dormir, esperando junto a los paritorios a que sus nietos decidieran nacer.
Me hablaron de la emoción que sientes cuando te enteras que vas a ser abuela, de lo mucho que disfrutas cuando sales con tu hija (o tu hijo) a elegir ropita para el bebé, les ayudar a organizar la bolsa que van a llevar a la clínica para el parto...
Pero la madre de Miryan me asegura que el mayor cambio se produce cuando te das cuenta de que hablas con otra madre, no con la niña que siempre será para ti. Es como si de golpe dejara de ser tu hija y se convirtiera en adulta, aunque ya lleve muchos años siéndolo pero tú no hubieras tomado conciencia de ello.
Así que cuando te llama para decirte que ha roto aguas, aunque aún queda un mes para salir de cuentas, corres hacia el hospital y no te separas de su lado, porque como siempre has hecho a lo largo de su vida quieres protegerla, ayudarla, apoyarla...
Y cuando al fin te llega por Whatsapp la foto del feliz papá con la madre y sus dos pequeños, desde el otro lado de la habitación, te quedas helada.
Un amor incondicional
Si durante el embarazo y el parto como madre sigues preocupada por tu hija, porque todo salga bien, cuando al fin puedes conocer a tus nietos, la preocupación se multiplica. Ese ser tan pequeñito que termina de nacer se convierte en un cachito de ti, porque es un pedacito de la persona que más quieres en el mundo, tu hija (o tu hijo).
Aparece el deseo irrefrenable de cuidar de tu nieto, mimarle, protegerle y dedicarle todo el tiempo que el día a día te permita.
Lo que está claro es que eres muy feliz, tanto que se te olvida por completo la idea preconcebida cuando te enteraste de que ibas a ser abuela, de que su nacimiento te hace envejecer. ¡Todo lo contrario! Te sientes de nuevo con energía, con ganas de comerte el mundo y jugar con el bebé (o los bebés, como en este caso).
Pero hay algo más en lo que coinciden las dos abuelas: el amor que se siente por los nietos es infinito, aunque más sosegado, más relajado, porque sabes que serán tus hijos quienes se encarguen de criarlos y estás segura de que lo harán genial, porque tú ya has recorrido ese camino y eres consciente de que aún con las zancadillas que van surgiendo, se puede y se disfruta.
Y después, observo como la recién estrenada abuela atiende a su hija, le ayuda a poner el pecho a los bebés (porque ella se lo pide), le tapa los pies porque le han quedado fríos, le acerca la botella del agua, coge al bebé que tiene en brazos para que pueda ir la baño...
Y lo comprendí: ya es abuela, pero por encima de todo sigue siendo madre y lo será siempre.
Desde la distancia, pero con el amor que siento por los nuevos padres y sus mellizos, solo puedo maravillarme por lo bien que se manejan a pesar de su juventud e inexperiencia, e imaginarme cómo sería si quien sostuviera a esos niños fuera mi hija y ellos mis nietos.
Espero algún día poder descubrirlo. De momento, me quedo con la emoción que he sentido al escribir estas palabras y pensar en poder volver a disfrutar de nuevo con unos bebés en casa. Creo que no hay nada tan bonito ni tan tierno.
Fotos | iStock
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