Es muy habitual que a las parejas que esperan un bebé se les ofrezcan cursos de preparación al parto y al postparto. Cada vez son más los padres que van a estos cursos, aunque en muchas ocasiones va solo la madre, y cuando están ahí, cuando los hombres van, hay aprendizajes que no les sirven demasiado porque no son ellos los que van a parir, ni a amamantar, ni...
Esto hace que muchos hombres no se den cuenta de la dimensión que todo ello adquiere para la mujer y que no empaticen lo suficiente con ellas. Una empresa de China ha decidido poner solución a ello y ha diseñado unos cursos para que los futuros padres entiendan qué es ser madre y les hacen vivir en su propia piel diversas situaciones de la maternidad.
"Ponte tus pechos falsos, el sujetador y túmbate"
La versión más larga del curso, la más intensa, es la de 10 días. Diez días haciendo lo que una madre de China hace, cuidando a su bebé, sufriendo dolores varios, sin salir de casa, etc.
Para un hombre parece una auténtica "tortura china" (nunca mejor dicho), pero si lo pensamos fríamente, solo son 10 días que no es nada comparado con todo el tiempo que una mujer es madre de un bebé súper dependiente: varios meses.
Tras enterarse de que tres hombres habían hecho ya ese curso, un reportero del Daily Mail quiso documentar lo que ahí se cocía contratando una de las versiones del curso, la de 24 horas como mamá, y lo que vivió es muy interesante. Nada más llegar le dijeron: "ponte tus pechos falsos, el sujetador y túmbate".
El dolor del parto, la lactancia, dolor en los pezones, cambios de pañal, etc.
Le hicieron pasar por el parto, aunque el método para conseguirlo es un poco precario. Le pusieron pinzas en la barriga durante un buen rato porque en su caso iba a tener gemelos y "el parto acabó en cesárea". Según dice las tuvo hasta que ya no podía soportar más el dolor. Quizás podrían haberle hecho pasar también por las contracciones, si hubieran hecho uso de una de las típicas máquinas de estimulación abdominal, como hemos visto en otras ocasiones.
Para conocer el dolor que puede sufrir una madre en los pezones, cuando el bebé no se coge bien, pellizca o hace grietas (claro signo de que hay un mal agarre y que hay que revisar la posición) le pusieron también pinzas en los pezones (¡Auch!).
Durante el curso, los padres no salen de casa porque en China es tradición que las madres no salgan hasta los dos meses tras dar a luz. Creen que la exposición de una madre reciente al viento puede hacerles daño. Esto, claro, es una exageración, pero un curso en el que no sales de casa 10 días bien puede ser representativo de lo que hacen la mayoría de madres occidentales. Sí las hay que salen un poco, un paseíto, pero la cosa no da para mucho más.
Tras el parto, le dieron a sus dos bebés y le instaron a que los amamantara durante 15 minutos. No le dejaron sentarse y le explicaron que tenían que descansar los tres, así que debían tumbarse para dormir un poco.
Pero entonces entraron los "familiares" y con sus cámaras y smartphones empezaron a hacerles fotos, en lo que el periodista relata como la situación más ridícula en que se ha encontrado desde que es periodista.
Cada dos horas una persona entraba en la habitación con un móvil haciendo sonar el llanto de un bebé, momento en el cual el hombre debía amamantar a sus hijos, a los que llamó Nathan y Jane. Lo complicado para él llegó por la noche, cuando esa frecuencia seguía constante, sin poder dormir a pierna suelta y con esos constantes despertares para darles el pecho durante un rato.
Le enseñaron a bañarles, a vestirles y a atenderles cuando lloraban. Le explicaron cómo debía cogerles en cada situación. Incluso la niña tuvo un episodio de llanto incontrolable (antes conocido como cólicos del bebé), por obra y gracia del smartphone, y le explicaron que tenía que atenderla, mecerla en los brazos y dedicar un tiempo a hacerles masajes y hablarles.
Para comer le trajeron unas sopas y caldos que al parecer no tenían muy buen sabor, habituales para las mujeres que acaban de dar a luz, cuya misión es ayudar a la digestión y estimular la producción de leche (otra cosa es que lo consigan).
También tuvo que cambiar pañales de manera frecuente, con una caca mezcla de harina y salsa de soja:
Y así pasó este reportero las 24 horas, entre llantos, pañales, tetas de silicona falsas, dolor en los pezones, en su vientre y comiendo cosas no muy agradables, sin poder salir, sin aire acondicionado (ya sabéis, por eso de que no les puede dar el aire) y probablemente deseando que todo acabara cuanto antes (hay que decir, para tener todos los datos, que no tiene hijos).
Cuando pasó el tiempo le dijeron que ya podía deshacerse de sus apretados pechos falsos (asegura que le molestaban un poco, imaginamos porque estaba con la "subida o bajada" de la leche) y darse una ducha.
En ese momento el curso había acabado y con él su faceta de madre, pero el periodista se fue mostrando un profundo respeto por Mrs. Jiang, la mujer que le acompañó en todo su aprendizaje, y explicó que se lleva un gran aprendizaje que ha ayudado a aumentar su instinto paternal, hasta el punto que, a pesar de todo, le gustaría tener a sus propios y verdaderos Nathan y Jane, cuando encuentre una novia con la que formar una familia, claro.
¿Qué os parece?
Entiendo que en condiciones normales somos muchos los hombres que acompañamos a nuestras parejas tanto en el embarazo como en el parto y la maternidad, y al convertirnos nosotros en padres, aceptamos ese papel y compartimos el cuidado de los bebés. No con la misma intensidad, no del mismo modo, claro, pero sí con ganas y responsabilidad. Y entendiendo, o tratando de entender, lo que han vivido y están viviendo ellas. Ellas y nuestro bebé, que necesita mucha comprensión en sus demandas de cuidado.
Pero claro, esto no quita que haya hombres menos comprensibles, quizás atados aún a esa eterna juventud, o al síndrome de Peter Pan, o a vete a saber qué (y no lo digo con acritud, sino solo tratando de explicar lo que hacen y comprenderles), que no entienden el cansancio, el giro que supone para ellas el ser madres, que las hormonas estén revolucionadas y todo en conjunto, y les exijan cosas, no cambien su modo de vida ("yo sigo igual, que el hijo es tu responsabilidad") y que, en general, no sean capaces de ponerse en el lugar de ellas y ejercer de soporte y de elemento que trate de dar un poco de equilibrio a todo. Ese apoyo incondicional que tiene que coger al bebé de vez en cuando, cuando ella se lo pida, cuando él lo sienta, cuando el bebé quiera, que tiene que asumir las tareas de la casa por completo para que ella no trate de hacerlo, restando horas al descanso o al bebé, y que tiene que decirle lo bien que lo está haciendo, lo orgulloso que está de todo lo que ha hecho y que él estará ahí siempre para lo que haga falta.
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