Como buena madre primeriza, un par de zapatitos ya cayeron en la cesta de la compra unos meses antes de dar a luz. Unas pequeñas bailarinas de piel, grandes, fáciles de colocar y muy flexibles. 'Estupendo, serán sus primeros zapatitos', pensé.
Y aunque he esperado un par de meses para colocárselos, entre tanto me llegaron a modo de regalo otros pares de zapatitos para este invierno y primavera, incluso zapatillas de casa. ¡Ay, qué lástima de calzado!
A Mar no le hace ninguna gracia que le ponga zapatos, ni esas amplias y flexibles bailarinas en las que casi cabe otro pie. En su interior puedes ver los pies arqueados y en tensión, a modo de movimiento reflejo al notar que algo le roza el pie.
Si ya a nosotros nos puede resultar insufrible una pequeña presión o roce en el pie, no quiero imaginar lo que sería llevar el pie arqueado dentro de un zapato, por muy flexible que sea. Con lo que no queda sino esperarnos a ponerle zapatos hasta que empiece a andar, lo cual ahora me parece lo más cómodo y beneficioso para el bebé. Ya habrá tiempo de ir haciendo pruebas para lograr el mejor calzado para entonces.
La gente más próxima me sigue insistiendo con frases como éstas: ¿Por qué no le pones zapatos? ¡Con lo guapa que iría con zapatitos! ¿Pero no lleva zapatos? ¡Se va a enfriar!...
Pero en fin, poco a poco también se va aprendiendo a lidiar con esas nada sutiles sugerencias que a toda madre primeriza nos hacen llegar por varios frentes...
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