TED es una organización sin ánimo de lucro cuya finalidad es difundir ideas y conocimientos considerados de interés. “TED” son las siglas de Tecnología, Entretenimiento y Diseño, que se consideran como los tres pilares sobre los que la sociedad está creciendo. En estos eventos los conferenciantes explican algo que consideran importante en su campo y que consideran que son “ideas que merecen la pena”.
Estos eventos se organizan en muchas ciudades del mundo y hace poco se llevó a cabo en Valencia, donde Carlos González habló de una alimentación libre de papillas, algo que en Bebés y más hemos conocido como Baby led weaning (destete dirigido por el bebé), que viene a ser algo así como poner comida al alcance del bebé y que él vaya decidiendo qué comer.
En el vídeo de la conferencia, que podréis ver a continuación, el conocido pediatra explica su visión acerca de cómo debería ser la alimentación complementaria en base a dos supuestos que pocas personas tienen claras: uno, que la alimentación complementaria no se empieza a dar para nutrir y para cubrir unos requerimientos urgentes y dos, que la comida debe ser algo con lo que disfrutemos (y los niños disfruten).
A continuación voy a entrar en profundidad a explicar estos dos supuestos (el texto es mío y no de Carlos González, que en otras ocasiones ha habido confusión) y al final podréis ver el vídeo del pediatra en el TEDx de Valencia.
La comida es para disfrutarla
Seguro que más de una conocéis los batidos para preparar que venden en las farmacias que contienen decenas de ingredientes y que aportan muchas vitaminas, hierro, zinc, calorías determinadas, proteínas, grasas y muchas cosas más (tipo Meritene o Pediasure), que sirven para aquellos niños que, según los fabricantes, comen mal.
Siguiendo este modelo de producto y tal y como explica el Dr. González, todos podríamos vivir con un preparado especialmente diseñado para nosotros, con todos los nutrientes que nuestro cuerpo requiere en la proporción deseable y consiguiendo así una dieta perfecta.
Los bebés también podrían vivir así, pasando de la leche materna o artificial a los batidos o preparados y así tomar siempre una dieta equilibrada y adecuada a las necesidades de sus cuerpos.
Sin embargo en la actualidad es difícil que algo así funcione porque todavía, y espero que suceda por mucho tiempo, queremos disfrutar de la comida. Dicho de otro modo: nos arriesgamos a tomar una dieta desequilibrada, y de hecho muchos erramos al elegir los alimentos, precisamente porque queremos poder elegir. Queremos comer lo que nos gusta, lo que nos hace sentir bien, lo que nos apetece en cada momento. Queremos quedar con los amigos para cenar, invitar a la familia a comer y queremos poder llevar a los niños a un restaurante determinado porque sabemos que allí la comida les va a encantar.
¿Podríamos hacer lo mismo con un batido?
Pues probablemente no, porque quedar para comer y beberte un batido no es disfrutar de la comida, sino nutrirte y nada más. Se hace en un momento y no da tiempo ni para hablar. Nadie se echa para atrás porque está lleno y sigue viendo comida en la mesa, nadie se ríe de cuánto has operado el filete que te han puesto y nadie te roba del plato esas aceitunas que no te gustan.
Pues bien, los niños tienen todo el derecho del mundo de disfrutar de la comida y de disfrutar comiendo. Por eso parece que lo más lógico es dejarles probar, dejarles experimentar y dejarles comer lo que quieran y cuanto quieran para que ellos mismos aprendan a crear sus gustos (y sus “disgustos”) y para que aprendan a conocer los alimentos y a elaborar sus preferencias.
Cuando les damos la fruta mezclada con una galleta no les estamos permitiendo conocer el sabor de la fruta. Cuando les damos un puré haciendo el avión con la tele encendida no les estamos dejando que conozcan qué es un puré, ni que elijan cuánto tomar, ni les estamos dejando disfrutar.
Por eso parece que lo más lógico es, simplemente, dejar la comida que queremos que empiecen a comer a su alcance y que sean ellos los que la toquen, manoseen y los que se la lleven a la boca cuando quieran y cuantas veces quieran.
Sorprendentemente, a la larga, los niños que eligen qué comer y cuánto comer acaban haciendo una dieta bastante equilibrada (sobretodo si la comida que les ofrecemos es sana, porque de no ser así podrían decantarse siempre por lo que está más bueno – y sí, estoy pensando en el chocolate) y tienen menos manías, porque nadie les ha obligado a comer nada (“oblígame y lo acabaré rechazando”) y nadie les ha premiado (“dame un premio y perderé el interés por lo que me pides en favor del premio”).
La alimentación complementaria no tiene como finalidad cubrir unos requerimientos urgentes
Se suele decir erróneamente que los bebés de 6 meses tienen que empezar a comer únicamente porque necesitan cubrir unos requerimientos que la leche por sí sola no cubre (a veces incluso se dice a los 4 meses, siendo aún más erróneo).
En el siglo pasado la mayoría de niños que no eran amantados (que eran normalmente más que los amamantados) necesitaban empezar a tomar más bien pronto otros alimentos que no fueran la leche que se les preparaba porque ésta tenía importantes carencias. Ahora, en cambio, las leches artificiales llevan aquello que los fabricantes quieren poner, hasta donde los conocimientos les ha permitido llegar (siguen investigando para mejorar las fórmulas), pero conteniendo los nutrientes y elementos que los bebés necesitan sin necesidad de añadir otros alimentos a la dieta.
A partir de los 6 meses, si necesitan más nutrientes podrían añadirse estos nutrientes a la leche artificial o, si ya los contiene, modificar las concentraciones para adaptarla a las nuevas necesidades. De ese modo llegaríamos hasta los ya comentados batidos con todo lo que un cuerpo humano necesita.
Sin embargo esto no se hace por lo dicho, queremos comer de todo. Y para comer de todo un bebé tiene que aprender a comer, conociendo texturas, olores, colores, temperaturas y sabores.
Esto no se hace de un día para otro, sino que, como todo, se aprende con la experiencia. Por eso cuando alguien dice “ya tiene seis meses, ahora que empiece a comer”, no se está diciendo que tenga que comer fruta, un trozo de cada fruta, verdura con carne, un bol de 240 ml y cereales, unos 180 ml de papilla. Lo que se está diciendo (o lo que se debería decir) es que ahora que ya tiene seis meses, puede ir empezando a probar alimentos para que, poco a poco, la leche deje de ser el alimento principal y empiece a comer del modo en que comerá toda la vida.
Como acostumbrarse a algo es cuestión de tiempo y depende del aprendizaje de cada niño, lo lógico es que se le permita ir asumiendo conceptos e ir conociendo los alimentos por sí mismos: te pongo la comida delante y conócela. Si quieres, hasta pruébala.
Pero, ¿no le faltará…?
Lo único que le puede faltar a un bebé alimentado con leche materna si pasan los meses y nadie le da nada de comer es hierro (bueno y zinc, pero nadie tiene muy claro para qué deben tomar zinc los bebés). Con esto quiero decir que si a un médico o pediatra le interesara que un bebé no tuviera déficit de hierro lo podría solucionar dando gotitas de hierro. No tiene sentido que las madres entiendan la comida como si de un tratamiento se tratara: “tiene que tomar 30 gramos de pollo cada 24 horas”, básicamente porque luego hay niños que se lo comen y otros que no lo hacen.
Por eso las recomendaciones tienen que ser eso, recomendaciones: “para que vaya tomando hierro ve ofreciéndole algo de carne cocinada así o asá y que coma lo que quiera” e incluso abrir la puerta a la tranquilidad: “y si ves que come poquita o nada y pasa el tiempo me lo dices y valoramos el darle unas gotitas de hierro mientras aprende a comer”.
Pues igual que con la carne, sucede con la verdura y las frutas. Para qué hacerla en papilla y triturada, como si fuera algo necesario para vivir o crecer si hay tiempo para dejarles que vayan aprendiendo y aceptando la comida. Para qué darles la comida en papilla, si luego ningún adulto come triturados excepto cuando se hace un puré de higos a brevas. Para qué darles papillas de ocho cereales, con cebada y mijo, si luego en casa nadie come mijo, ni cebada.
La mayoría de los bebés, aunque no lo creamos, son muy capaces de comer alimentos semisólidos (blandos, hervidos,…) desde los 6 meses. Y aquellos que aún no lo son, lo serán en adelante a medida que vayan probando a comer solos con sus manitas y sus capacidades. Ahora bien, para permitir a un niño probar hay que quitarse muchos miedos de atragantamientos y estar dispuesto a limpiar un buen rato después de comer.
Os dejo con el vídeo de Carlos González, muy interesante:
Vídeo | Agnès Ortega y su vida
Fotos | thepinkpeppercorn en montaje con imagen de Carlos González, Sami Keinänenen en Flickr
En Bebés y más | Carlos González explica cómo se ha de iniciar la alimentación complementaria, Alimentación complementaria: cómo alimentar a un bebé mediante “Baby-led Weaning”, Aprendiendo a comer: de las manos al tenedor