Se desconoce cuando comenzó a cultivarse la avena, aunque parece que fue en Asia Central en una fecha desconocida. Aunque hay restos arqueológicos en el Antiguo Egipto no hay evidencias que señales que su aparición se relacione con usos alimentarios. Parece cierto, en cualquier caso, que en el primer milenio antes de Cristo se usaba en Europa Central, y aparece con importancia constatable en Escocia, Irlanda y las montañas de Asia.
Es un cereal muy completo alimentariamente, pues tiene un contenido en grasas saludables muy alto y además es rica en proteínas. A este respecto, aunque no contenga todos los aminoácidos esenciales, si los consigue en combinación con lácteos o legumbres, mejorando su aprovechamiento biológico.Tiene vitaminas B1 y E, además de hierro, calcio, zinc,potasio, fósforo, magnesio y manganeso.
Por cada 100 gramos encontramos 335 calorías, y 60 gramos de hidratos, 12 de proteínas, 7 de grasas y 6 de fibra.
Como decía, su contenido en proteínas vegetales es muy interesante, y contiene 6 aminoácidos esenciales, especialmente metionina aunque es deficitaria en lisina y treonina.
Las grasas son insaturadas, y de ellas es destacable su contenido en Omega 6, ácido linoleico, fundamental para el buen funcionamiento metabólico.
Se puede introducir a partir de los siete u ocho meses en términos generales, en papillas preparadas de multicereales o haciéndo nosotros mismos una papilla con harina o copos.
La mejor manera y más sencilla de consumirla es en forma de copos de avena, cocidos en leche o caldo. También pueden usarse para hacer hamburguesas vegetales o sopas.
Con la harina podemos hacer salsas o papillas, dulces o saladas.
Con los granos enteros podemos hacer una deliciosa agua de avena, cociendo dos cucharadas soperas de granos de avena en un litro de agua durante cinco minutos y después filtrando y endulzando con miel.
La riqueza nutricional de la avena, especialmente rica en grasas saludables y en proteínas vegetales la hacen ideal para complementar la alimentación infantil.