Cuando más profundizo en las cuestiones de seguridad de los alimentos más pienso que, por precaución y dentro de los límites razonables de la realidad personal de cada uno, debemos buscar una alimentación basada en productos naturales y no procesados. Cada vez se descubren nuevos datos inquietantes, aunque lógicamente hay que tomarselos con cierta distancia hasta que se vaya avanzando.
He visto recientemente noticias sobre un estudio en modelo animal que sugiere que una dieta alta en fosfatos inorgánicos, empleados en el procesamiento de las carnes, quesos, bebidas y productos de bollería, puede favorecer el crecimiento del cáncer de pulmón y contribuir a su desarrollo en individuos predispuestos. Y pensando en los niños, en su salud futura, me ha hecho pensar en que todo lo que comen ahora puede influir en su estado en la edad adulta.
Según este trabajo, la regulación de la dieta que contemple los fosfatos inorgánicos puede convertirse en un paso importante del tratamiento del cáncer. El grupo de Myung-Haing Chi, de la Universidad de Seúl, en Corea del Sur, ha comprobado que dichos compuestos estimulan el crecimiento del cáncer. Los resultados se publicarán en enero en The American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine.
El estudio indica que unos niveles moderados de fosfatos tienen un papel esencial en los animales vivos pero que usarlos como aditivos de ciertos alimentos ha hecho que terminen siendo ingeridos a diario y en cantidades mucho mayores que las que se derivan de una alimentación no procesada.
Todo esto me hace pensar que, sin alarmismos ni radicalismos, es preciso que para nuestros hijos acudamos a los alimentos que contengan aditivos con mucha moderación.
Via | Diario Médico