Los primeros doce meses de vida son muy importantes para sentar los pilares del desarrollo del lenguaje. En el primer año, el bebé pronuncia sus primeros sonidos y luego sus primeras palabras como base de lo que será su comunicación verbal.
Pero esto recién empieza y a lo largo de los dos próximos años seguirá hará una enorme evolución. Así se desarrolla el lenguaje en el niño de uno a tres años.
Aclaración: a continuación, os damos una guía general de edades pero debemos aclarar que cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje, y puede ser diferente de un niño a otro.
Desarrollo del lenguaje: de 12 a 18 meses
Inicialmente, nuestro hijo comenzará usando entre una y tres palabras (las cuales poco a poco irán aumentando) con sentido referencial, es decir, que quieran significar una persona, comida u objeto en concreto. Para aquellas palabras que él no conozca, en especial de objetos y animales, usará sonidos onomatopéyicos con el fin de hacerse entender.
Es en esta etapa cuando más usará frases de una sola palabra, también conocidas como holofrases (como por ejemplo "pelota" para referirse a "quiero esa pelota" o "pan" para decir "quiero más pan") para comunicarse verbalmente con su entorno, ya que aún no está capacitado para emitir frases de mayor longitud. No obstante, poco a poco, según va creciendo, irán apareciendo un mayor número de palabras reales que empleará en su lenguaje espontáneo, llegando a emplear diez o más palabras señas u onomatopeyas a lo largo de este semestre.
Los sonidos que con más frecuencia podremos distinguir en esta etapa son, principalmente, el sonido /t/, /n/, /m/, /p/ y /b/ ya que son los sonidos que a la hora de articular nos resultan más fáciles de hacer dado a que no suponen demasiada dificultad articulatoria.
Cuando nos ponemos a jugar con ellos, o incluso en las rutinas de la vida diaria, podemos comprobar como nuestro pequeño puede imitar vocalizaciones, exclamaciones o gestos faciales que nosotros hagamos, además de repetir adecuadamente sonidos onomatopéyicos de objetos o de animales.
Según vaya creciendo, será capaz también de imitar palabras conocidas formadas por dos sílabas diferentes (ma-pa, ba-ta...), así como de imitar palabras conocidas que oye en una conversación o los gestos que observa en los demás al hablar, siempre y cuando estas palabras o gestos estén dentro de su repertorio y que le resulten conocidas.
Su comprensión poco a poco también va enriqueciéndose: responde con gestos apropiados a diferentes mandatos que se le piden ("coge la pelota", "no corras"...), señala objetos comunes de su entorno cuando se le nombran con palabras o gestos, nos indica su edad levantando el dedo índice cuando se le pregunta...
A la hora de contarle un cuento, comienza a mantener interés por las imágenes que presenta, poniendo el dedo índice sobre alguno de los dibujos e incluso puede identificar la mayoría de los objetos comunes cuando se le nombran, mirando o bien señalándolos con su dedo índice, e incluso puede llegar a identificar una imagen concreta entre dos.
Todo lo anterior se traduce en que su comunicación es cada vez más eficaz, ya que utiliza palabras o gestos para comunicar sus deseos. Utiliza los protoimperativos (gestos mediante los cuales el niño nos usa para conseguir algo) y los protodeclarativos (gestos que usa el niño para compartir nuestra atención respecto a un objeto que señala). Además, cuando vocaliza cambia la intensidad o el tono para hacerse entender mejor.
Desarrollo del lenguaje: de 19 a 24 meses
A medida que nuestro hijo se acerca a los dos años, su repertorio de sonidos y de vocabulario aumenta paulatinamente. Comienza a combinar dos palabras que suelen ser, en su mayoría, nombres (comunes o propios) o verbos. Además, generaliza el significado de las palabras, ya que para él todo animal de cuatro patas es un perro o todo la carne será "chicha".
Al alcanzar los veinticuatro meses, nuestro pequeño contará con un repertorio de 50 palabras aproximadamente, las cuales irá combinando con algunos artículos determinantes e incluso utilizando pronombres (eso sí, con errores). Pero la mayor parte del tiempo que se quiera referir a sí mismo empleará su nombre en lugar del pronombre "yo". Sus frases pueden ser de dos o tres elementos las cuales, generalmente, suelen ser combinaciones de verbo seguido de un sustantivo.
Como ocurría en el semestre anterior, cuando estamos en una situación lúdica podemos comprobar cómo nuestro hijo puede imitar bastante bien movimientos nuevos visibles, sobre el propio cuerpo, o sonidos del entorno (animales, motores, reloj, teléfono…). También es capaz de imitar palabras nuevas sencillas de dos sílabas y sonidos de forma precisa. Además, poco a poco irá integrando en su lenguaje espontáneo aquellas oraciones de dos o tres palabras que imita del adulto.
Su comprensión también nota cierta mejoría, ya que ahora responde adecuadamente y discrimina mejor entre varios sonidos del ambiente, además de poder seguir órdenes que comprendan una acción dentro de un contexto determinado, e incluso puede llegar a realizar dos acciones seguidas.
Si estamos leyendo un cuento juntos, notamos cómo es capaz de identificar la mayoría de los objetos comunes cuando se le nombran, mirando o bien señalándolos con su dedo índice. Además, si le presentamos cinco dibujos o más y le pedimos que seleccione uno en concreto, podrá hacerlo sin mayor dificultad.
En definitiva, nuestro pequeño manifiesta conocimiento de nuevas palabras a un ritmo creciente, el cual se traduce en, por ejemplo, ser capaz de seleccionar de forma adecuada dibujos que representan un gran número de objetos, personas y acciones básicas.
Su comunicación consiste ahora en una mezcla de jerga y palabras reales que emplea para comentar algo, pedir objetos y acciones por parte del adulto (por ejemplo, repetir algo que le hace mucha gracia) o simplemente para conseguir atención. Notamos cómo es capaz de saludar a las personas con gestos o vocalizaciones apropiadas o de dirigirse al adulto para conseguir información con una mirada interrogativa, cambios en la tonalidad o intensidad de la voz o con palabras. Además, esta correspondería a la etapa del "no", ya que es su respuesta ante cualquier cosa que no quiere hacer o como medio para protestar por algo.
Desarrollo del lenguaje: entre los 24 y los 30 meses
En lo referido a sonidos y vocabulario, es ahora cuando el pequeño comenzará a nombrar objetos concretos de su entorno siempre que quiera algo en concreto. Ya no nos dará pistas vagas sobre qué es lo que desea en ese momento. De este modo, será más fácil entenderle y evitar que se frustre ante la impotencia de que nadie le comprenda.
También es ahora cuando se refiere a sí mismo por el pronombre “yo”, además de emplear pronombres posesivos (“mío”). Será también capaz de hablar en plural añadiendo la “s” final a la palabra, aunque estas nuevas formulaciones no estarán siempre bien formuladas, ya que le costará (al principio) concordar correctamente género y número (“las perros”, “los casa”…)
Ahora que puede referirse a determinados objetos concretos, le resultará más fácil elaborar preguntas del tipo “¿qué es…?”, “¿dónde está…?”. Y esto tendrá importancia ya que será un paso previo a la realización de combinaciones de palabras más ricas en sus oraciones, notándose el uso de frases del tipo “Sujeto+Verbo” (“Nene come”) o “Sujeto+Adjetivo” (“Mamá guapa”…). Este tipo de combinaciones serán la base para la formación de construcciones del tipo “Sujeto+Verbo+Complemento” (“Nene come pan”).
Su repertorio de palabras expresivas también se va a ver incrementado notablemente, ya que a lo largo de este período de tiempo tendrá un repertorio de 300 palabras aproximadamente.
La capacidad de imitación verbal y gestual poco a poco va siendo más precisa, siendo ahora cuando nuestro hijo podrá repetir versos sencillos que escuche, podrá imitar modelos de acciones sencillas que vea en una imagen, podrá repetir modelos rítmicos sencillos o incluso, debido a que su capacidad de elaboración de frases está evolucionando, podrá imitar correctamente frases de hasta tres palabras.
Su comprensión continúa evolucionando al igual que el resto de sus capacidades lingüísticas, y se nota en que ahora es capaz de identificar acciones sencillas que están representadas en una imagen (ya hemos visto anteriormente que también será capaz de imitarlas) o de interpretar correctamente los significados de los sonidos que escucha (identificar cuando suena el teléfono, oye una ambulancia, un animal…).
También será ahora cuando comience a reconocer e identificar los nombres de las categorías familiares básicas (padre, madre, hermano…) y reconocer los nombres de la mayor parte de los objetos familiares y sus representaciones gráficas. Con respecto a él mismo, conocerá su propio nombre y apellidos.
La comunicación poco a poco va siendo más eficiente, pudiendo contar ahora algún acontecimiento reciente que le ocurriese, o responder a preguntas del tipo “¿qué es…?”, “¿qué hace…?”, “¿dónde está…?”, “¿de quién es…?” o “¿quién es…?”. En general, podemos apreciar como nuestro hijo dirige sus acciones a través del lenguaje, no sólo mediante monólogos mientras realiza una acción (aunque no estemos nosotros presentes para oírlo), sino explicando situaciones en las que usa principalmente nombres de cosas, acciones y personas. Además, dependiendo de la entonación de su voz, podrá otorgar a sus palabras un significado u otro, dependiendo de su estado interno.
Desarrollo del lenguaje: entre los 30 y los 36 meses
Aquí se inicia un período en el que el uso de los sonidos y el vocabulario empieza a ser cada vez más y más complejo; nuestro hijo comienza a usar distintos cuantificadores (todo, ninguno, mucho, poco…) y a hacer preguntas usando correctamente las partículas “cómo”, “cuándo”, “dónde” y “por qué”. Los verbos que emplea le sirven para describir lo que está haciendo o las acciones que ve representadas en su día a día.
Su repertorio de pronombres, preposiciones y demostrativos se encuentra en aumento, emplea el verbo “ir” más otro verbo en infinitivo para los diferentes tiempos (presente, pasado y futuro) y usa el gerundio para describir diferentes acciones (“Mamá está comiendo”), lo que nos hace ver que la competencia lingüística de nuestro hijo poco a poco es más elaborada.
Su lenguaje espontáneo cada vez cuenta con mayor número de artículos y plurales (los cuales cada vez emplea de forma más correcta). Además, usa (e imita) con frecuencia frases que cada vez van aumentando el número de elementos empleados, llegando en este momento a ser de hasta cuatro (“Papá no quiere pan”).
Con todo esto, vemos como su lenguaje expresivo se encuentra alrededor de unas 1.000 palabras, incluyendo además un amplio repertorio de fonemas en adquisición, como son los sonidos /b/,/p/,/t/,/g/,/k/,/f/,/j/,/ch/,/m/,/n/,/ñ/ y /l/.
En relación con este aumento de los sonidos y del vocabulario del niño, la comprensión también evoluciona, haciendo que el niño comprenda oraciones largas y cada vez más complejas, así como el porqué y el cómo de las cosas. Si le solicitamos algo, es capaz de comprenderlo mejor, aún si aumentamos el número de objetos o de las acciones a realizar. Por ejemplo: “coge el vaso y los cubiertos”, “recoge y guarda la ropa”, “recoge los juguetes y ponte el abrigo”, etc.
La comprensión de aspectos temporales (noche, mañana…), espaciales (encima, debajo, delante, detrás…) y de diversos adjetivos comunes, dotan al pequeño de una capacidad comprensiva cada vez más grande. Además, un aspecto curioso de esta etapa es que el niño es capaz de identificar sus errores lingüísticos y de corregirlos mediante ensayo y error, algo que hasta ahora no era capaz de hacer.
Finalmente, observamos como su capacidad de comunicación le permite emplear verbos para describir lo que está haciendo o lo que ve en unas imágenes, así como describir lo que ha hecho utilizando frases, como hemos dicho anteriormente, de hasta cuatro elementos.
Pero lo más importante es que nuestro hijo va comprendiendo que es capaz de dirigir su acción a través del lenguaje, o lo que es lo mismo, ha descubierto la función reguladora del lenguaje.
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