El primer año del bebé es apasionante. 365 días, 52 semanas, 12 meses en los que tu hijo va a hacer avances impresionantes. Un año en el que veremos cómo se pierden muchas horas de sueño, sí, pero también cómo el bebé sobre todo nos da muchas alegrías. Estos son grandes avances que tu bebé logrará el primer año.
De forma acelerada, vemos cómo un niño envuelto en cariño y confianza aprende a reconocernos, a sonreírnos, a querernos, a decir su primeras palabras, a tomar nuevos alimentos... De hacer poco o casi nada de recién nacidos (al menos a simple vista), experimentan una gran evolución en estos primeros meses, fundamentales en su desarrollo.
Estas son las nuevas adquisiciones en los primeros doce meses del bebé que suponen grandes avances en su evolución:
El movimiento: un gran descubrimiento
El avance en las habilidades motrices del bebé es lo más evidente durante el primer año. Desde su fragilidad de recién nacido, el bebé va adquiriendo poco a poco fuerza y tono muscular. El desarrollo psicomotor en los primeros años de vida es fascinante. Desde que nacen, los bebés van desarrollando su sistema motor a un ritmo conjunto y rápido, todos sus movimientos y el modo en el que manipula su entorno.
En el desarrollo motor de bebés y niños los hitos se pueden diferenciar entre motricidad gruesa y fina prácticamente desde el nacimiento.
Podemos decir que el desarrollo motor grueso es el primero en hacer su aparición, desde el momento en el que el bebé empieza a sostener su cabeza. Sentarse sin apoyo, gatear, caminar, correr, saltar, subir escaleras... son otros logros de motricidad gruesa que, con el paso de los años, irá adquiriendo y aprendiendo el niño. De los cero a los cuatro meses, el bebé podrá: levantar la cabeza y mantener las manos abiertas. De los cuatro a los ocho meses, mantiene levantada cabeza y pecho; rueda sobre la barriga y queda en posición supina; se lleva objetos a la boca; junta las manos. De los ocho a los doce meses, se sienta sin ayuda; se pone de pie con un apoyo; empieza a gatear, se arrastra, se desliza por el suelo cuando aprende a sortear obstáculos, lo cual supone un gran avance para su autonomía; se pone boca abajo cambiando de posición cuando está boca arriba; suelta objetos deliberadamente para coger otros.
Por su parte, el desarrollo motor fino se hace patente un poco más tarde, cuando el bebe se descubre las manos, las mueve observándolas y comienza a intentar coger los objetos y manipular su entorno. Cada vez le interesan más los objetos que le rodean deseando cogerlos y manipularlos con sus manos, lo cual va a favorecer este desarrollo. La motricidad fina incluirá tareas a partir de los cuatro meses como dar palmadas, la habilidad de pinza para coger objetos; a partir de los ocho meses realiza torres de piezas, se pasa los objetos de una a otra mano; tapa o destapa objetos; da un juguete. Más adelante alcanzará un alto grado de complejidad.
Las primeras capacidades correspondientes a la motricidad gruesa y fina suelen adquirirse simplemente en relación con el entorno (siempre que el bebé no tenga problemas sensoriales o físicos). Sin embargo, nosotros podemos actuar para facilitarles determinados logros o enseñarles otros, mediante ejercicios de estimulación temprana.
Los sentidos del bebé
El bebé a lo largo del primer año agudiza sus sentidos de una manera sorprendente. Los primeros estímulos le llegan al efecto en el vientre materno (luz, sonido, sabor...) y al nacer el mundo se abre como una caja de sorpresas apasionante. La audición es casi perfecta al nacimiento, y lo que antes eran gorgoteos y sonidos sordos, lejanos, se amplifican. Al principio el bebé reconoce la voz materna y pronto aprenderá a reconocer nuevas voces y sonidos, iniciando el reconocimiento lingüístico para el desarrollo del habla (siguiente apartado). Le encanta la música, de modo que podemos estimularlo gracias a múltiples actividades con música para bebés.
A diferencia del oído, la vista tarda más en desarrollarse: es el sentido menos desarrollado en el recién nacido. Al principio, el bebé tiene una visión muy corta y borrosa, puede percibir cambios en la intensidad de la luz (percibe destellos, reflejos, cuando una luz se enciende desde la oscuridad total…) y puede fijar puntos de contraste. A partir de las 10 semanas se produce un avance notable en la capacidad visual del bebé: descubre sus manos. Es capaz de percibir bastante bien los detalles más pequeños, y puede enfocar casi a cualquier distancia. Entre los cuatro y seis meses la visión del color se desarrolla y el bebé reconoce objetos y los busca con la mirada, siendo capaz de ver a más distancia. Pasará de ver apenas a unos 20-30 centímetros de recién nacido (lo suficiente para ver la cara de mamá al pecho) hasta los seis-siete meses, cuando ya es capaz de enfocar, seguir los objetos con la vista y explorarlos a distancia.
En cuanto al tacto, es el sentido más importante para el bebé en lo que se refiere a explorar su entorno. Al nacer necesita el contacto piel con piel y después seguirá necesitándolo, al pecho, con los besos, las caricias, los masajes, los baños... Gracias a ello van descubriendo múltiples sensaciones. Poco a poco, el bebé no solo recibe los estímulos de frío y calor, sino que empezarán a explorar con manos, pies y boca todo lo que esté a su alcance.
En lo referido al gusto, antes de nacer el feto ya recibe los sabores de la dieta materna a través del líquido amniótico, por lo que va teniendo diferentes experiencias gustativas. Y aunque al principio saboree exclusivamente la leche de mamá, a través de ella el bebé va a recibir distintos estímulos gustativos, ya que la leche materna contiene cientos de sabores diferentes que provienen de la alimentación de la madre. A partir de los seis meses, los sabores y texturas se diversifican con la alimentación complementaria.
Terminamos con el olfato, que en las personas no tiene demasiada importancia pero que van a constituir una fuente de estímulos en el bebé, ampliando el abanico de olores desde que nacen y aprenden a reconocer a mamá porque la huelen.
El bebé se comunica: avances de expresión
Es un error pensar que los bebés se comunican solo con las palabras. Antes de aprender a hablar ya nos dicen muchas cosas, se comunican de formas muy diversas: con el llanto, con la mirada, con los gestos... Y es que, mientras va asimilando el lenguaje hablado, usará esas otras formas de expresión para lograr hacerse entender.
Desde el primer mes e bebé aprende a expresarse ensayando el llanto, movimientos de brazos y piernas... Posteriormente empieza a emitir balbuceos y a imitar sonidos básicos que aprende de su entorno.
Las primeras palabras, que realmente son imitaciones de sílabas "fáciles" para ellos y sin significado específico, como "pa-pa", "ma-ma", "da-da". "ga-ga"... llegan alrededor de los ocho-nueve meses. A los 11-12 meses, ya asocian estas palabras con sus referentes (papá, mamá, agua...)
Si no existe un problema del desarrollo, el bebé irá aumentando exponencialmente su capacidad lingüística a lo largo del segundo año. Pero existen ciertos errores que debemos evitar si queremos ayudar al desarrollo lingüístico del bebé y, del mismo modo, hay maneras de estimular el desarrollo lingüístico del bebé.
Todos estos avances en su motricidad, en sus sentidos, en su expresión... le otorgan al bebé gran autonomía a nivel psicológico, porque para él también son grandes logros: coger objetos, pedir y que le entiendan, moverse libremente por el espacio... Empiezan a explorar el mundo de un modo más complejo y apasionante, en un proceso de aprendizaje y curiosidad imparable.
En definitiva, estos son los grandes avances que logrará tu bebé durante el primer año de vida. En estos doce meses, todo lo que rodea al niño va a tener una importancia vital en la formación de su personalidad. Por ello, no olvidemos que el afecto, la atención y todos los estímulos que recibe de nosotros son fundamentales para su desarrollo físico y emocional, ya que se empieza a forjar la personalidad del niño.