Existe una corriente de pensamiento que considera que el niño es un ser manipulador y egoísta a quien sus padres y educadores deben domar para lograr que haga lo que ellos han decidido que es adecuado, sin importar demasiado si el niño entiende y asume como necesarias esas normas o si la forma de lograr su obediencia es beneficiosa para el pequeño o le daña emocionalmente. Pero existen serios peligros si decidimos aplicar "métodos de crianza" que se basan en técnicas conductistas a la crianza de los hijos.
El niño manipulador
Igualmente se considera que las muestras de desobediencia, mal comportamiento, lloros y gritos de los niños son, fundamentalmente, fallos que tiene el niño y que deben ser corregidos, y no manifestaciones normales de un desequilibrio interior, de sus necesidades insatisfechas o de emociones negativas que no están siendo escuchadas. Se acusará a los padres de no ser bastante firmes y se les insta a no ceder al chantaje de sus hijos, tomando ellos las riendas y siendo los que usen el chantaje para dominar el comportamiento infantil.
Para colmo, estas ideas se ven ahora reforzadas por supuestos expertos en crianza, de variada titulación, que, ensalzados por los medios de comunicación o las editoriales, ofrecen fórmulas simples y desapegadas para lograr que los padres eduquen, o más bien, adiestren a sus hijos, basándose, frecuentemente, en la negación de atención si el niño no hace lo esperado y el usar como premio las alabanzas, el cariño o la comida si obedece y no molesta.
Pero, volviendo a los métodos de crianza con técnicas conductistas, es llamativo que suelen tener algo en común: aconsejar a los padres que ignoren al niño si este los reclama, si llora, si pide algo o si sufre, o si necesita consuelo nocturno, partiendo de la base de que los "malos comportamientos" deben ser cambiados con premios y castigos, más que investigados para encontrar la carencia emocional o el problema que los causa.
¿Es el problema el conductismo?
Quiero aclarar que el peligro no es el conductismo el problema en si mismo, sino el usar sus técnicas para modificar comportamientos infantiles que tienen causas emocionales o físcas sin profundizar en ellas, o incluso para modificar conductas que son, simplemente, normales en los niños pero que le molestan a los padres.
El conductismo tiene usos válidos y, en el fondo, alentar las buenas conductas con palabras de aliento, podría ser una forma de aplicar el conductismo a la crianza, reforzando las conductas positivas con alabanzas (aunque esto daría para mucho y mejor otro día hablamos de esto y de cuando es conveniente y cuando no lo es).
El niño normal y los deseos de los padres
Inicialmente se plantean supuestos logros necesarios a determinadas edades como indispensables para el sano desarrollo del niño. Algunos son tan claramente falsos como el esperar que un niño de un año duerma solo en su cuna sin molestar por la noche, o que un niño de dos años no quiera estar jugando con sus padres, o que un niño de tres añitos ponga la mesa o se vista solo o guarde sus juguetes.
La idea, al final, es que los niños adquieran una autonomía muy temprana y molesten lo menos posible, imponiendoles pautas que son contrarias a su propio momento de maduración y evolución natural.
Otra de las cosas en las que ponen mucho énfasis es en que el niño recoja sus juguetes sin ayuda o no reclame la atención de sus padres si ellos están a sus cosas. Vamos, que se parezca lo más posible a un ficus o a un adulto en miniatura.
Como decía, el consejo fundamental es que se deben ignorar las lágrimas, enfados, berrinches o quejas de los niños. Simplemente ignorarlos. La idea es que si se da atención a un niño que expresa su frustración o sufrimiento emocional se estará reforzando su conducta.
Cambiar la conducta
Es decir, se intenta cambiar la conducta ignorándola, castigando con la indiferencia y la desatención, no se atiende la necesidad que se está expresando mediante esa frustración, miedo, ansiedad o enfado. La falta de etica de esta manera de tratar a los niños, que son personas, es evidente.
Incluso se anima a dejar al niño llorando solo tirado en el suelo, pataleando y, en algunos casos, dejarlos también si llegan a vomitar de la tensión. No olvidemos que estamos tratando con sujeros inmaduros, con un menor control de sus emociones que nosotros y que precisan un entorno seguro que les de la tranquilidad de ser atendidos cuando lo necesitan para desarrollarse sanos emocionalmente. Cuando una conducta de un niño molesta lo primero es reflexionar sobre si esta conducta es normal, natural, evolutivamente sana o demuestra que el niño padece algún sufrimiento que deberíamos solucionar. Reprimir no es la solución.
La idea que se transmite a los padres es que sus hijos no sufren, sino que quieren conseguir manipularlos. Los niños sufren, y puede suceder que sean necesidades muy importantes las que se están desatendiendo: el apego, la cercanía, el juego compartido y el respeto en el trato. Pero incluso este niño puede encontrarse cansado o hambriento, más que "caprichoso". O puede no estar preparado para los objetivos de adulto que le hemos marcado. O incluso estar encontrándose mal en su cuna y llorando sin que nadie venga a confortarlo.
Si a los padres se les repite que deben mostrarse insensibles a las necesidades de afecto o atención de sus hijos se les está, también, programando a ellos para que lleguen a ser insensibles a los sentimientos de sus hijos o sus pensamientos o deseos. Podríamos decir que también se aplica el conductismo a los padres, apra lograr que se insensibilicen hacia sus hijos y las emociones de estos.
Se niega al niño el derecho y la legitimidad de sus emociones, se las ignora y desprecia, se las renombra y se las evita, consiguiendo, al final, que el propio niño no sea capaz de expresarse ni confie en que será atendido. Merece otro tema explicar como el uso de estas técnicas conductistas puede dañar el apego sano del niño con sus padres. Me ocuparé de ello en los próximos días pues es la cuestión en la que estos métodos son más perjudiciales.