El concepto "orden" no existe en el universo de mis hijos

El concepto "orden" no existe en el universo de mis hijos
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Definitivamente, me rindo ante la evidencia. Lo he intentado de todas las formas y maneras pero es imposible, no lo entienden. Así que se acabó, queda demostrado que el concepto "orden" no existe en el universo de mis hijos.

Tengo muy claro que esas casas perfectas, con todo recogido son ciencia ficción, o bien sus habitantes son de escayola, pero es que ni siquiera llego a poder disfrutar de una de tipo medio, una de esas donde no reina el caos, al menos la mayor parte del tiempo.

Los lunes, nuestro ecosistema, también conocido en los viejos tiempos como "hogar, dulce hogar" se reinicia, así cual Pc, todo vuelve a estar en orden, sin sobrecargas, ni polvo, ni piezas por el suelo, migas en los sofás o peluches por cojines. Todo en perfecto equilibrio, el paraíso de muchos adultos y de mis hijos...ahora me explico.

Yo suelo llegar con mis hijos a eso de las seis de la tarde y todo está en su sitio. Todo este ecosistema dura intacto lo que tardan los peques en quitarse los abrigos y dejarlos uno en el pasillo y el otro encima de la mesa del salón, las mochilas, que aparecerán al día siguiente en alguna parte de la cocina o en uno de los armarios del baño, unos zapatos que no se sabe como terminan encima de mi portátil o en la cama del gato (hemos hablado seriamente con él y jura y perjura que no tiene interés ninguno por nuestros zapatos y que le registren, pero él no ha sido).

Como es lunes y me gustaría poder disfrutar de mi casa ordenada un poco más, mientras preparo la merienda enchufo el apaciguador de pequeñas fieras, conocido por su nombre comercial como "Televisor". Merienda lista y ahora en una relación directa con lo que les apetezca a mis pequeños gourmets las viandas que haya preparado e encontraré trozos de fruta, pan, chorizo, salami o fiambre en un radio de más menos tres metros de ellos.

Fin de la merienda y comienza la "hora feliz", para mis hijos claro, que consiste en ir viendo con que van a jugar durante cinco o a lo sumo, diez minutos. Para ello se van a pasar la siguiente media hora sacando todos y cada uno de los juguetes de su habitación que cual riada irá depositando trozos de plástico, madera, coches y barcos por el resto de la casa.

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Moverse por un escenario así se convierte en una dura prueba digna del entrenamiento de las fuerzas especiales, para ellos, los más pequeños no es más que parte del paisaje. Cansado ya de discutir con ellos sobre la conveniencia de recoger un juguete antes de sacar el siguiente, pasé a ser un mero observador de sus movimientos.

Y así es como me di cuenta que en el momento en que un juguete toca el suelo se convierte en parte de la orografía de la habitación, es decir, lo que para nosotros es un obstáculo que retiramos o apartamos de nuestro camino, para ellos es un elemento más del terreno, como un arbusto, una roca enterrada en el suelo o un simple bache, está ahí y bien se salta, se pasa por encima o simplemente se rodea. ¿Acaso alguno de ustedes cuando va al campo se dedica a quitar los árboles y meterlos en el "cajón de los árboles"? Pues mis hijos con los coches tampoco.

Sólo cuando por despiste o fallo del sonar infantil uno de ellos pisa por error una esquina afilada es cuando aparecen los papaaaaaaa, los llantos y los "tonta pieza". Por supuesto, la pieza agresora ni se guarda, ni se deja en un lugar apartado sino que se coge y se lanza con fuerza, y a poder ser mostrando a todos los presentes lo cabreado que uno está, otra vez contra el suelo (otro día hablaré sobre el "sentimiento de culpa", otro sentimiento que tampoco existe en su universo).

Y así pasa el tiempo hasta que llega la terrible hora de recoger el tsunami, que es cuando comienzan los gritos, llantos, llamadas al orden y juramentos en arameo (estos por mi parte) de que mañana no se saca un juguete sin haber recogido antes el anterior. ¿Mañana? No se molesten, el concepto "mañana" tampoco existe.

Y luego ves esas imágenes de niños felices recogiendo sus juguetes según la escala de colores de Pantonne y miras a los tuyos que sólo les falta el pijama naranja ese que le ponen a los de Guantánamo, al menos por la cara que ponen y al ritmo que recogen y sabes que o tú te has perdido algún capítulo de esto de la paternidad o estamos rodeados de publicidad engañosa.

Y vosotros, ¿existe el "orden" en los conceptos de vuestros hijos?

Foto | Thinkstock
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