¿Nacer por cesárea? es un libro del que ya hablamos en Bebés y más hace dos años. Se trata de un libro que intenta ser una ayuda para como dice el subtítulo "Evitar cesáreas innecesarias y vivir cesáreas respetuosas".
Ahora este libro ha sido editado en Argentina por ediciones Norma y está disponible en las librerías desde Julio. Una gran noticia dado que muchos países de América latina tiene serios problemas para conseguir ejemplares de libros que son recomendados por Internet, muchos de ellos publicados por autores españoles.
Yo lo he leído (mi niño nació por cesárea) y la verdad me parece un libro altamente recomendado para conocer un poco más sobre una intervención que se da a menudo pero no siempre es deseada y que deja un sabor agridulce en muchas madres por tratarse de un parto que no soñaron. Como anticipo dejo tres párrafos de la introducción del libro con el permiso de la (co)autora Ibone Olza:
Crecimos, aprendimos, vivimos y en un momento amamos. Deseamos un hijo o tal vez no. Nos embarazamos. Nos sorprendimos. Engordamos, nos redondeamos, nuestro cuerpo se desparramó... y volvimos a soñar. Soñamos con parir. Parir con amor, parir rápido, en cuclillas o acostadas, en casa o en el hospital, con nuestro marido o con nuestra hermana, gritando o en silencio, bajo la luz de los focos o en la penumbra de las velas. Aullando de dolor o anestesiadas. Con miedo o con risa. Todas soñamos con el parto, con mil partos diferentes, pero siempre con un abrazo al final, con un bebé que llora y es nuestro hijo, con nuestras lágrimas al ver su cara y olerle por fin.
Sin embargo casi ninguna de nosotras imaginó que su hijo nacería por cesárea. Las mujeres solemos tener pocas dudas sobre nuestra capacidad para parir. Podemos temer el dolor en el parto, o que algo malo le pase al bebé, pero a muy pocas se les ocurre imaginar que su bebé no podrá salir por la vagina y que en vez de eso tendrá que salir por la tripa.
No imaginábamos que sería una cesárea. Nunca soñamos con despertar solas en un quirófano, heladas de frío. Con la tripa vacía y cosida, atontadas por el dolor o los sedantes, esperando a que se acerque la enfermera para poder preguntar: ¿y mi hijo? ¿Y mi hija? ¿Dónde está? ¿Cómo fue todo? Esforzándonos por salir del sueño sin imágenes de la anestesia, intentando no volver a caer en él. ¿Dónde está? ¿Y mi marido? ¿Cuándo les podré ver? ¿Puedo beber agua? Y por dentro una herida indescriptible, un dolor ciego, sordo, que no sabemos dónde está ni qué es. Un dolor que no identificamos, que nunca antes experimentamos. Será la herida. Es la herida. La herida emocional.
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