Cuando nos encontramos en una situación en la que sentimos miedo, o bien, ante algo que nos resulta amenazante o intimidante y creemos que puede hacernos daño o atacarnos, nuestro cerebro envía al cuerpo una respuesta fisiológica conocida como reacción de lucha o huida.
Esta reacción, como su nombre lo dice, es la que hace que nuestro cuerpo tenga tres reacciones distintas: huir de la amenaza, enfrentarla o... permanecer congelados o paralizados.
Y si bien las primeras dos pueden parecernos algo lógico y esperable, pues una nos ayuda a alejarnos del peligro y otra a intentar vencerlo, la tercera parecería a simple vista una reacción que no nos sirve de mucho. Pero de acuerdo con la ciencia, sí que tiene un propósito.
Quedarnos paralizados o congelados ante una situación incómoda o amenazante, que puede ir desde que alguien nos insulte o nos moleste hasta encontrarnos ante un perro que pareciera querer atarcarnos, nos puede parecer una reacción sin sentido, especialmente cuando la amenaza ya ha desaparecido.
"¿Por qué no hice nada?" o "Debí haber hecho esto o aquello", son algunas de las cosas que pueden pasar por nuestra mente una vez que volvemos a encontrar la calma y pensamos en lo sucedido.
Pues bien, la ciencia señala que esta reacción, por inútil que nos pueda parecer en el momento, es en realidad una respuesta muy inteligente de nuestro cerebro y que está intentando cumplir con una función importante: protegernos.
Congelarse, una estrategia de supervivencia
Para entenderlo, primero hay que comprender cómo funciona el cerebro. Cuando nos sentimos amenazados, la amígdala activa el hipotálamo, que es el encargado de regular la química del cuerpo y el cerebro, que libera hormonas del estrés como la adrenalina.
Esto activa a su vez a dos partes del sistema nervioso autónomo: el sistema nervioso simpático, que nos impulsa a reaccionar (luchar o huir), o el parasimpático, que nos calma y nos hace quedarnos inmóviles (paralizarnos o congelarnos), y que también es el que nos ayuda a recuperarnos una vez que la amenaza ha desaparecido. Ante una amenaza, uno de los dos suele dominarnos y determinar cómo responderemos.
Pero cuando nos domina el sistema parasimpático no solo nos quedamos inmóviles: nuestro cerebro sigue trabajando y se encuentra evaluando la amenaza. Así, lo que podría parecer una simple parálisis a causa del miedo, en realidad se trata de un proceso en el que estamos decidiendo qué hacer.
Dicho de otro modo, la reacción de parálisis o congelamiento es simplemente la misma reacción de lucha o huida, pero en pausa, pues le estamos damos unos segundos a nuestro cuerpo y nuestra mente para prepararse para protegernos de la mejor manera posible:
Nuestro ritmo cardíaco y nuestra respiración intentan reducirse para conservar energía e intentar tranquilizarnos, nuestros oídos se agudizan para mejorar la percepción del sonido y nuestras pupilas se dilatan para dejar entrar más luz y poder ver mejor.
Saber esto no solo nos ayuda a comprender por qué nos paralizamos, sino a darnos cuenta que no se trata de una reacción inútil, sino de una muy natural y que solo intenta protegernos al tomar decisiones de manera menos impulsiva.
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