Uno se ensimisma en su propia realidad procurando que a los hijos no les falte de nada hasta que un golpe de realidad como el que me ha llegado esta mañana al leer una noticia en un periódico online de Ecuador nos despierta de un cachetazo.
Allí en una zona rural “en medio de cerros llenos de polvo, del monte, de rústicas instalaciones eléctricas y falta de servicios básicos, se levanta el plantel”, o sea, la escuela infantil hecha con cañas a la que acuden cada día 30 niños menores de cinco años para escolarizarse.
Mientras que algunos buscamos dónde les darán mejor inglés, o si priorizarán el deporte, allí el requisito para matricularlos es llevar una caña, una hoja de zinc o clavos y contribuir con mano de obra para construir las paredes de la escuela.
Mientras que nos ocupamos de que tengan los materiales didácticos necesarios, allí la maestra, que no cobra salario, les enseña a los niños la forma de un círculo con un plato traído de su casa.
La única mesa de trabajo es un viejo carrete madera, no sirven desayuno ni almuerzo, sólo café en agua con pan. Tampoco es requisito un uniforme, apenas si tienen zapatos y alguna prenda que vestir.
El único apoyo que reciben de parte del gobierno son algunos libros. Los alumnos se levantan muy temprano pues tienen que caminar varios kilómetros para ir a la escuela donde no es raro que se queden dormidos en los recreos.
Esta es la realidad de muchísimo niños que acuden cada día a las improvisadas escuelas rurales de los países en vías de desarrollo.
No es para sentirnos culpables porque nuestros hijos tengan la suerte de tener más que otros, es lógico que queramos darles lo mejor; pero sí tomar conciencia de que hay otra realidad y en la medida en que podamos hacer algo también por la educación de estos niños, así como con tanto afán nos preocupamos por la de nuestros hijos.
Vía | eluniverso.com En Bebés y más | Ordenadores para enseñar a los niños de los países en desarrollo En Bebés y más | Por su sonrisa, por su educación ¿Necesitas más motivos?