¿Os habéis preguntado si la empatía y el cuidado cariñoso de verdad son positivos y ayudarán a que vuestros hijos sean empáticos y cariñosos? Os aseguro que si, que todo llega, que se recoje lo que se siembra. Algún día vuestros hijos se preocuparán por vosotros y vuestro bienestar como vosotros cuidáis de ellos con amor.
Ya se que criar respetando a nuestros hijos es a veces agotador, que pensamos que tanto amor y dedicación tardan en dar frutos, que parece que la empatía y la paciencia son algo ingratas cuando otros padres, más del “ordeno y mando” consiguen niños que no abren la boca y no replican.
Yo soy partidaria de la libertad, el consenso y el respeto mutuo, asi como del colecho, el apego y la lactancia prolongada. Ya os he contado, tambien, en otras ocasiones que hay muchas cosas que yo dejo hacer a mi hijo, pero a medida que crece, me doy cuenta de que he acertado al confiar en él y en respetar sus necesidades emocionales.
Por eso quiero contaros algo que me pasó ayer noche con mi hijo que seguro que os inspira. Estoy segura de que algún día vuestros hijos sabrán preocuparse por vosotros y cuidar de vuestro bienestar.
Estoy en la playa, en el Cabo de Gata, donde llevo veraneando desde que era niña. La misma pandilla de cuando éramos niños sigue por aqui, ya con sus propios hijos muchos. Pero cada año, al menos una noche, nos reunimos, hacemos una barbacoa en la playa y salimos por la noche hasta las tantas.
Ayer llevé yo a mi hijo preadolescente a un cumpleaños de una amiga a cenar y luego estaba yo con pocas ganas de irme a la playa y a la fiesta. Él me insistió, que saliera, que me lo pasaría bien y que había amigos que necesitaban hablar conmigo. Los abuelos y mi hermano estaban en casa así que realmente no tenía excusa para no salir. Lo dejé en la cama, leyendo.
Y entonces me pidió que le dejara su teléfono encendido en forma de vibración para que no despertara a nadie, por si necesitábamos hablar. Y me marché. Mi casa está a cinco minutos paseando de la inmensa playa y el pueblo es muy chiquito.
Eran pasadas las dos y media cuando me llamó. Solamente quería saber si me lo estaba pasando bien y que dejaría el teléfono encendido por si me quería volver antes que los demás, sola, y así estaría atento a mi llegada para saber que llegaba bien.
Pues esta ha sido una lección que me ha dado la vida: algún día vuestros hijos se preocuparán por vosotros, de que lo paséis bien y de que lleguéis a casa seguros. La empatía y los cuidados que les estáis ofreciéndo les enseñan a ser, ellos mismos, cuidadosos y empáticos.
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