Este pasado domingo Guim cumplió 34 semanas dentro de la barriga. En la semana 35 y pocos días nació su hermano Aran, así que tenemos la esperanza de que la historia no se repita y el pequeño Guim aguante unos días más.
Estuvimos en el ginecólogo hace escasos días y, aunque tengo grabada la ecografía, no hay mucho que ver, básicamente porque a estas alturas de la película son ya tan grandes que sólo se ven porciones de partes del cuerpo y, en general, se ve poca cosa. Así que el vídeo que tenéis aquí arriba es la ecografía que le hicieron hace cosa de un mes, donde se le puede ver un poco la cara en 4D (lo hizo el ginecólogo por iniciativa propia y Guim decidió taparse la boca con el cordón…).
El caso es que Guim pesa ya 2 kilos, o eso dice el ginecólogo, porque ya sabemos que esto del peso es muy variable y poco fiable y sabemos, y de esto estamos segurísimos, que se mueve más que sus hermanos mayores que, de hecho, ya se movían bastante.
¿Recordáis que en los primeros meses hablábamos del malestar de Miriam, sus mareos y sus náuseas? Pues sigue con todo ello por las mañanas y eso nos demuestra que ni yodo ni “yoda”. No es que su malestar sea exagerado y va más bien ligado a sus ganas de hacer las cosas con más o menos prisas.
Si va tranquila, poco a poco, si se va sentando y va descansando todo va bien. Si en cambio tiene que hacer algo (como ir a hacerse una analítica) con el reloj en la mano, la cosa se desmadra y tiene que tumbarse casi a punto de desmayarse.
Como ya dije en otras entradas, éste es el peor embarazo de los tres, sin duda. Fijaos hasta qué punto le hace sentirse mal que ha llegado a decir que “si éste hubiera sido el primero, no tengo más”. Yo creo que, como todo, se pasa mal en el momento y luego, con el tiempo, se te va olvidando porque pesa más el resultado que el proceso (o sea, que aún sabiendo que lo iba a pasar mal habría tenido más). De hecho, Aran nació después de una semana entera de contracciones cada 10 minutos, día y noche, que no eran efectivas porque las frenaban con medicación (para que no naciera aún) y a pesar de esa horrible semana en la que no lograba conciliar el sueño más de 30 minutos seguidos aquí estamos, hoy y ahora, esperando el nacimiento de otro bebé.
Aún no he encontrado a la mujer que sea capaz de explicarme un parto más agotador que ese… algunas dicen que sus partos fueron horribles porque estuvieron casi dos días para dar a luz, y seguro que maravillosos no fueron, pero yo me acuerdo de mi santa mujer y su semana de contracciones y me cuesta creer que alguien pueda explicar algo similar.
Lo que ya tenemos claro es que es absurdo hablar de plazos (hace tiempo que los olvidamos) para encontrarse bien. Volverá a tener la fuerza y la energía de antes cuando el bebé nazca y no antes. Ya está asumido.
Mientras tanto, hemos añadido un armario a la habitación de juegos de los niños en el que irá la ropa del pequeño y seguimos sin saber muy bien cómo lo haremos para dormir por las noches. Ahora mismo estamos los padres, Jon de 6 años y Aran de 3 todos en una misma habitación, con dos camas unidas de 150 y 70 cm. Cuando llegue Guim tenemos dos opciones: sacarle el polvo al moisés, por si acaso decide dormir un ratito ahí dentro, aunque no creo, o hablar con Jon para que duerma en su habitación. Le hemos comentado esto alguna vez, por si él preferiría dormir allí, y de momento dice que sí, que prefiere estar solo para no despertarse con los llantos de su futuro hermano recién nacido. Ya veremos cómo lo hacemos, aunque ya adelanto que no es algo que nos quite el sueño.
Por lo demás, ya está todo preparado. La bolsa con todos los bártulos que piden en el hospital, la ropa y las cosas de mamá y los abuelos sabiendo que falta poco para que reciban la llamada de “¿podéis venir para quedaros con los niños?”. El resto no es más que cuestión de paciencia y de nervios, porque aunque es ya el tercero, siempre tienes ese gusanillo de la incertidumbre, del cómo irá todo y del cómo será nuestro nuevo pequeño niño.
Mientras tanto aquí estamos esperándote, Guim, simplemente.
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