No es nada sencillo escribir esto hoy. Alguien a quien quería mucho se ha ido. Cuando alguien se va no puedes evitar pensar que podías, que debías, haber podido hacer algo, detectar hasta que punto llegaba su desesperación, su cansancio, su angustia. Ya para ella no sirve de nada, pero espero que algo pueda ayudar a las madres que sienten que no pueden más.
La maternidad remueve profundamente nuestra conciencia, nos enfrenta a los dolores callados de la infancia, al silencio, al deber. A veces la presión es tan fuerte, las madres están tan solas, que no encuentran otra salida que dejar la vida antes de seguir soportando una vida que es un peso demasiado enorme para soportarlo.
Se que las que miráis enternecidas a vuestros pequeños pensáis que nunca, nunca, podrías llegar a querer dejarlos sin vosotras en la vida. Que soportaríais cualquier enfermedad, sufrimiento, vacio... todo, con tal de estar ahí, a su lado.
Pero no siempre es asi. Nos han educado para soportar las penalidades y resistir con una sonrisa, a aceptar las cosas que son como son, a no romper esquemas, a ser sumisas, buenas hijas y esposas, ciudadanas modelo. Y nos rompemos, nos podemos convertir en madres que no pueden más.
En vuestra maternidad seguro que habrá circunstancias difíciles. Quizá una pareja que se ha convertido en un extraño que no os trata como merecéis. Quizá más trabajo del que podéis soportar o que se os presiona o no queda más remedio que trabajar cuando queréis estar con vuestros hijos. Quizá el agotamiento o la soledad. Quizá, incluso, una lactancia durísima y sin apoyos que debéis terminar en destete sin desear hacerlo.
Indefensión aprendida de la que no sabemos salir y nos machaca, robándonos la autoestima. Quizá la necesidad, simple y sencilla, de tener tiempo para vosotras, para crecer y madurar, para reiros y ser libres, piense lo que piense nadie de vosotras. Pero nada debería llevaros a querer abandonar la vida porque no podéis más.
Ser madre puede ser muy duro
Ser madre es duro. Ser una madre entregada lo es mucho más. Los días sin sueño, la lactancia sin apoyo, el que el entorno no nos sostenga y cuide, puede hacer que sintamos que no podemos más, que ya nada de lo que hacemos sirve, que el futuro no vale la pena. La depresión postparto es una de las circunstancias más duras en la vida de una madre y, si no se soluciona, puede dejar secuelas durante años, muchos años. Las razones de la depresión postparto son muy variadas y no están claras, pero sucede. Por eso hay que estar atentos para detectarla, y actuar, pedir ayuda una misma o que alguien de nuestro entorno nos convenza para hacerlo. No dejar que vaya a más.
Por eso es indispensable saber pedir ayuda. No solamente contar algo de lo que nos preocupa, o explicar que estamos deprimidas, no. Hay que gritar. Hay que saber acudir a alguien y decirle que no queremos vivir. Hay que escuchar y acudir a un terapeuta o a un psiquiatra si nuestra alma se derrumba. Antes de que sea tarde, antes de decidir partir, antes de ser una madre que no pudo más.
Por eso también es indispensable que los que rodeamos a una madre estemos dispuestos a acompañarla, pero sobre todo que los más cercanos la respeten, la escuchen, la ayuden. Nunca cargarlas de culpa si algo no funciona puntualmente en la crianza, incluso si no compartimos su forma de verla. Y ayudarles a empoderarse de la educación de sus hijos, para que nadie les imponga algo en contra de sus sentimientos o sus principios.
Hay veces que la culpa, que nos persigue, nos atrapa. No somos bastante buenas, bastante abnegadas, bastante fuertes. Y es mentira, es la culpa lo que nos debilita y nos hace querer cumplir un programa de vida que realmente nos hace daño. Aceptamos el chantaje emocional.
Cada mujer es diferente. Para algunas estar con sus hijos en casa es lo mejor del mundo. Pero incluso ellas necesitan su tiempo y su descanso. Otras quieren trabajar mucho, pero no saben decir que hasta aqui, que necesitan parar y reconocer cuando trabajo y maternidad son dificilmente compatibles. No existen las buenas o malas madres por hacer una cosa u otra.
Lo que nos hace fuertes es hacer realmente lo que resuena como correcto en nosotras: dar el pecho o destetar, trabajar o quedarnos en casa, ser esposas o ser divorciadas. Nadie tiene derecho a decirnos como debemos vivir. Solo somos nosotras las dueñas de nuestra vida, solo nosotras podemos parar cuando no podemos más.
Nuestros hijos lo que realmente necesitan es que estemos bien, que estamos conscientes y con fuerza para hacer frente a las dificultades, delegando, pidiendo ayuda, pero nunca consintiendo que nadie nos marque como debemos ser, como debemos vivir, como debemos comportando. Y no consintiendo que nadie nos machaque por no ser como "hay que ser".
Educar a nuestras hijas en el empoderamiento
Debemos educar a nuestras hijas como seres empoderados, conscientes de su valor, de su capacidad, de su fuerza. Que sepan que nadie puede hacerles daño ni minusvalorarlas, que no tienen que soportar un trabajo, una pareja o unos cuidados a sus hijos que les hagan derrumbarse.
Que tienen derecho a cuidarse y a respetarse ellas si el entorno no las respeta. Que su primer deber es luchar por ser ellas mismas y ser felices, todo lo felices posible, que nada hay que aguantar que sea superior a su fuerza, que no hay que ser perfectas porque tienen mucho poder interior. Nadie debe quitarles su poder.
Debemos educar a nuestras hijas para que vayan con la cabeza muy alta incluso si algo falló, si en algo las dañaron. Que no son perfectas pero son maravillosas y merecen lo mejor, dignidad y alegría, incluso si hay enfermedad o hay problemas. Incluso si se equivocan, merecen lo mejor, son poderosas y no estan solas, que no necesitan que un hombre les de sentido o les de valor. Enseñadles a pedir ayuda, a pedirla de verdad.
Que deben ponerse el mundo por montera y gritar que son libres, que son auténticas, que son las dueñas de sus vidas y que ninguna norma social merece que lloren en silencio. Que nada merece que se vayan por miedo o por desesperación. Que nunca deben llegar a ser madres y mujeres que se van porque no pueden más.
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