No existe amor más puro, tierno y sincero como el que te tienen tus hijos cuando son pequeños
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No existe amor más puro, tierno y sincero como el que te tienen tus hijos cuando son pequeños

La maternidad me ha dado muchos regalos. Además de mi hija, que es sin duda el regalo más grande, ser madre me ha dado sabiduría, paciencia y experiencia, y me ha dado la oportunidad de volver a ver el mundo a través de los ojos nuevos e inocentes de mi hija.

Pero también, la maternidad me ha regalado amor, aunque no ese amor al que estamos acostumbrados, sino a uno más grande y más poderoso, un amor que solo quienes somos madres y padres podemos sentir, dar y recibir. Y es que no existe amor más puro, tierno y sincero, como el que te tienen tus hijos cuando son pequeños.

Amor de madres y padres

Sí, como podrás suponer el artículo de hoy va en el sentido más cursi y sensible que puedas imaginar. No sé qué me ha hecho la maternidad, que ahora esto de hablar de amor y de todas esas maravillas que vives cuando tienes hijos se me da tan natural.

Para ser un poco más clara, intentaré definir algo para lo que muchas veces me quedo sin palabras y me cuesta mucho explicar a mis amigos sin hijos. Y es que cuando nos convertimos en madres y padres, automáticamente "desbloqueamos" un nuevo nivel de amor. Uno que hasta entonces nos era desconocido.

Nos damos cuenta que ahora somos capaces de amar hasta el hueso, hasta dar incluso la vida misma. Sentimos cómo el corazón se nos desborda del cariño y el amor que le tenemos a esas pequeñas personitas que han llegado a ser parte de nuestras vidas.

Y de la misma forma, descubrimos otro tipo de amor: el de nuestros hijos hacia nosotros, que es justamente de lo que hoy quiero hablarte, pues no hay amor más puro, tierno y sincero, como el que te tienen tus hijos cuando son pequeños.

El amor de los hijos cuando son pequeños

Papa Hija

¿Alguna vez viste a tu bebé y te preguntaste cómo es posible sentir tanto amor por algo tan pequeñito? Seguramente sí, especialmente durante esos primeros meses en los que miras sus ojos y tienes que contener esas ganas de comértelo a besos.

Pues bien, así como tú sientes ese amor hacia ese pequeñito, él también te mira a ti, su mundo entero y te da todo ese gran amor inocente, puro e incondicional. Y durante los primeros años de nuestros hijos, ese amor comienza a manifestarse de diferentes maneras.

A veces es una caricia, unas manitas tomando tu rostro, unos pequeños bracitos alrededor de tu cuello, otras veces es una mirada llena de inocencia e ilusión, un "te quiero mami/papi" con la voz más dulce que tus oídos han escuchado, o ese abrazo calientito que dice "no te vayas" cuando duermes a su lado.

Y así es como puedes sentir, en primera fila y en carne propia, el amor más grande y más puro del mundo: el que te dan tus hijos en sus primeros años. Por eso es importante disfrutarlos cuando aún están pequeños, pues solo serán niños una vez.

 

Sé que a veces disfrutar la maternidad es algo más fácil de decir que de hacer, pues con el cansancio, las desveladas, la lista infinita de cosas por hacer, la odisea que a veces representa salir de casa y el ocasional berrinche de nuestros hijos, a veces deseamos internamente que ya crezcan, porque deseamos que todo sea más sencillo y que entiendan esos argumentos que son tan lógicos para nosotros y difíciles de comprender para ellos.

Pero hay que disfrutar esos primeros años, no sólo porque pasan volando, sino porque son los años en los nuestros hijos voltean a vernos y para ellos, somos todo su mundo, su hogar, su lugar seguro. Y es cuando se vive el amor más tierno, bello e inocente que podemos encontrar.

El amor permanece, pero evoluciona

Familia Caminando

Ahora, no quiero insinuar que una vez que nuestros hijos dejan de ser niños o se convierten en adultos ya no nos quieren. El amor sigue ahí, no se pierde ni se reduce, simplemente cambia a un amor distinto, más maduro y quizás menos dependiente, pero igual de real y sincero. Aunque definitivamente llegará ese momento en el que te preguntes: ¿en qué momento creciste tanto, bebé?

Así que si aún tienes hijos pequeños, no temas abrazarlos y achucharlos, porque el tiempo vuela. Y aunque el amor entre padres e hijos permanece, sin duda nunca vuelve a ser tan puro, tierno, inocente y sincero como el de aquellos primeros años de la infancia.

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