Vamos a partir de la idea de que por mucho que te gusten los niños o por mucha empatía que haya entre ellos y tú, por muchos libros que leas o por mucho que te cuenten o veas, nunca, jamás, vas a estar completamente preparado para esta locura de aventura que es el ser padre.
Aquí exponemos algunas cosas para las que no estás preparado cuando eres padre, pero tranquilos que hay más.
La mirada inocente de tu hijo
¿Pero cómo puedes pensar que ha sido él quien ha tirado la mitad de la cristalería de tu madre al suelo? Si esa cara lo dice todo, habrá sido el viento, ladrones o algún elfo doméstico cabreado, pero desde luego tu hijo no.
¿Cómo que ya no hay más chocolate? Pero, ¿vas a ponerle a dieta con tres años? ¿En qué clase de padre te estás convirtiendo? ¡Qué mal!, ¡qué mal!
Mantenerse firme ante un castigo
Da lo mismo lo mucho que ensayes, o lo malo que crees que eres, mantener un castigo por más de diez minutos es todo una demostración de fuerza de voluntad, sólo House y algún presidente de gobierno han conseguido mantenerse firmes ante el sistema de defensa que van a desplegar tus hijos una vez nombres la palabra "castigo".
Es pronunciarla y todo el conjunto de neuronas que normalmente se debaten entre jugar o ver dibujos o saltar en el sofá, pintar o embadurnarse el cuerpo con sustancias que ni el mosad es capaz de identificar. Pues toda esa capacidad pensante pasa en estos momentos a tener un único objetivo común, "que no les castigues". Y al principio, al menos hasta que te salga callo, lo van a conseguir y estos serán algunos de sus "trucos":
Mirada directa o cara de gato de Shrek, explicada en el punto anterior, intenta sostener esa mirada cuando le estás diciendo que se queda sin parque si puedes. Se han dado casos de padres que han enviado el castigo por burofax y yo mismo me he planteado alguna vez llamar a los SEALs.
Papá, eres malo. Por si no te habías dado cuenta, ya te lo dicen ellos. Luego no digas que nadie te dijo nunca nada.
Pues prefiero que mi papá sea el de mi amigo fulanito. Yo no sé quién es el que asigna los padres a los niños, pero no da ni una. Yo de pequeño también prefería al padre de mi amigo Domingo. 40 años y el tío sigue sin acertar.
Que directamente no te hagan ni caso. ¿Y ahora qué haces? Tu le dices que está castigado y que nos vamos del parque y el dice que ya si eso te vas tú yendo, que el irá cuando se canse de hacer hoyos en la arena.
El zapateado. Sin saber muy bien como, tu hijo ha sido poseído por el espíritu de Lola Flores y se marca un baile que ya quisiera hacerlo igual Antonio Canales. ¡Ole que arte! Si no fuera porque lo está haciendo en medio del supermercado y hay público hasta en el segundo anfiteatro. Que tú le pediste 100 gramos de mortadela muy fina al charcutero y va ya cortando por el kilo y medio.
El llanto
Si hay algo para lo que no estás preparado, por encima de todo lo demás, es ver a tus hijos llorar. El llanto de un niño es el sistema de alarma más poderoso y eficaz que existe. Y es muy, pero que muy difícil de soportar.
Pero ya no sólo es que no soportes ver a alguno de tus hijos llorar, es que no soportas ver que algún niño llore. Te entra una angustia, una presión en el pecho, recuerdas lo mal que lo pasaste cuando Marco no encontraba a su madre, o el abuelo de Heidi enfermaba y tú que creías que habías superado todos esos traumas te das cuenta que siguen ahí, que no se habían ido, que sólo estaban tomando cañas esperando su oportunidad.
Pero no te preocupes, no eres blando, ni un mal padre o madre. Simplemente la naturaleza nos ha hecho así y contra eso no se puede luchar.
Y hasta aquí la entrega de hoy que iremos ampliando en próximos días.
¿Estabais vosotros preparados para estos casos?
Foto | peretzp, Ashley Coombs, storyvillegirl en Flickr