La psicóloga experta en disciplina positiva y madre de tres hijos, Angélica Joya (@impliquo en Instagram), acaba de publicar su nuevo libro "Educar sin desesperar", en el que ofrece valiosas claves para acompañar y educar a nuestros hijos a través del respeto y sin necesidad de recurrir a los gritos.
Nos ha concedido una entrevista y nos ha contado, entre otras muchas cosas, cómo sus hijos le inspiran y cómo podemos aplicar la disciplina positiva en el día a día con los niños. Su testimonio es realmente interesante: te animamos a leerlo.
Educar sin desesperar: Una guía práctica para educar desde la calma, el respeto mutuo y la conexión emocional (No Ficción)
Angélica Joya se define como una mujer apasionada por aprender y ayudar. "Me encanta mi profesión (la psicología) y aprendo cada día de todas las personas que me rodean, especialmente de mis tres hijos y de los docentes y familias con las que trabajo desde la Psicología Adleriana y la Disciplina Positiva principalmente".
También tiene formación en coaching por valores y terapia del juego vincular, entre otras. Tiene su consulta privada en Barcelona, pero también imparte formación a profesionales como Entrenadora de Disciplina Positiva.
BYM. ¿De qué forma te ayuda tu profesión en tu faceta como madre? ¿Y al revés?
A.J. Creo que la “Angélica psicóloga” tiene mucho más que agradecerle a la “Angélica madre” que al revés. Porque, aunque fui psicóloga antes de ser madre, la maternidad me hizo reevaluar todo lo que hasta el momento hacía como profesional.
A partir de allí empecé la búsqueda de una manera de acompañar a mis hijos y a mis pacientes que me hiciera sentir más congruente y cercana; y afortunadamente, ¡la encontré!
Además, también creo que ser madre me hizo ganar mucha humildad y cada día me permite “tener los pies en la tierra”, lo que me ayuda a vincularme mejor con las personas con las que trabajo cada día.
BYM. Empiezas en tu libro marcando el rumbo a través de los dos pilares de la Disciplina Positiva: el sentido de pertenencia y el sentido de contribución/significancia en los niños*. En general, y basándote en lo que ves en la práctica clínica, ¿qué pilares crees que les cuesta más a los padres nutrir y por qué?
*Aclaración previa sobre estos conceptos:
- El sentido de pertenencia, también llamado conexión, es lo que experimentamos cuando nos sentimos vistos, seguros y aceptados o cuando disfrutamos de alguna actividad con otros individuos. Es una necesidad que sentimos desde el nacimiento, ya que incluso los bebés buscan esa compañía y vínculo con estrategias no verbales.
- El sentido de contribución o significancia incluye la sensación de soberanía y capacidad, y se desarrolla cada vez que sentimos que podemos hacer las cosas, que somos capaces; que otro individuo nos escucha y nos pide ayuda, cuando podemos opinar, influir, decidir y, en definitiva, ser útiles y necesarios en el grupo.
A.J. Todo dependerá del adulto (y por supuesto del niño que ese adulto fue de pequeño), pero si tuviera que elegir una de las dos te diría que cada vez me encuentro con más familias a las que les cuesta encontrar la manera de promover la contribución (significancia) en sus hijos.
Creo que estamos haciendo un cambio social importante, donde cada vez la infancia tiene más voz y donde somos muchos quienes nos cuestionamos cosas que hasta ahora eran “normales”. Este proceso ha derivado en que se hable mucho de la conexión (pertenencia) y que como adultos podamos entender lo importante que puede ser.
Sin embargo, todavía hace falta seguir trabajando en pro de encontrar formas de cultivar desde muy pequeños ese otro pilar que es la contribución. No podemos simplemente esperar a que “sean mayores” para pedirles que aporten y sean capaces.
Los padres y docentes necesitamos darnos cuenta de que la contribución se puede promover desde muy muy pequeños (incluso cuando no hay lenguaje verbal), y por eso en el libro doy muchas ideas al respecto.
BYM. La disciplina positiva y la psicología Adleriana son los ejes centrales de tu libro; ¿qué es lo que más te ayuda de ellas a la hora de trabajar como psicóloga con niños y familias? Y a la hora de ser madre, ¿de qué forma las aplicas en tu día a día?
A.J. Me gusta pensar que la disciplina positiva me abrió la puerta a algo muy profundo que es la Psicología Adleriana (que es lo que está en los fundamentos teóricos y prácticos de la disciplina positiva), y por eso el eje central de mi libro es la psicología Adleriana.
La psicología Adleriana me ha dado unas gafas nuevas y a través de ellas he podido aprender a ver las conductas de los demás de una manera diferente. Esto me ayuda cada día a multiplicar mi paciencia, a conectar con el otro y a alentar a mis hijos y a mis pacientes para que se sientan mejor consigo mismos, y a su vez, puedan relacionarse de una manera sana con su entorno.
Separar las herramientas que uso en casa y en la consulta para mí es imposible ahora mismo, porque la psicología Adleriana está en esas gafas y me gusta pensar que las llevo puestas allí donde vaya (aunque muchas veces se me “empañen”, porque la imperfección es de lo más humano que existe).
La Psicología Adleriana fue creada por el médico austríaco Alfred Adler en el siglo XX. Es una terapia que busca despertar el potencial del ser humano, y que parte de la idea de que éste es social por naturaleza, porque de ello depende su supervivencua.
Para Adler el ser humano tiene dos grandes objetivos innatos: pertenecer y contribuir (desarrollaremos estos conceptos más adelante). Esta psicología dio pie al movimiento educativo de la disciplina positiva, creada por las estadounidenses Jane Nelsen y Lynn Lott en la década de 1980.
BYM. En consulta, ¿qué retos destacados te encuentras como psicóloga acompañando a niños y sus familias?
A.J. Una de las cosas que cuesta a veces es lograr que los padres y madres sean constantes en los cambios. Algunos llegan buscando “varitas mágicas” que funcionen muy rápido y siempre con todos los niños o niñas. Otros juzgan la eficacia de la terapia o de las propuestas que les hago por el efecto no inmediato que tienen en el comportamiento de su hijo o hija.
Quizás les cuesta entender que es un proceso que necesita tiempo y que la eficacia de una intervención o herramienta educativa no se juzga por el efecto que tiene en el comportamiento del niño a corto plazo, sino por cómo esta actitud o enfoque ayuda al adulto a sentirse más congruente con sus valores.
Suelo decirles: “observa a tu hijo y a ti mismo y elige el tipo de adulto que quieres ser. No esperes que haya un cambio radical e inmediato en tus hijos o hijas, ¡el cambio real empieza en ti! ¿Cómo te sientes tú cuando gestionas estas situaciones retadoras de manera más respetuosa?”.
BYM. ¿Qué dificultades manifiestan más habitualmente las familias a la hora de educar?
A.J. Me encuentro adultos con muchos problemas para expresar sus necesidades y deseos de una manera asertiva, lo que termina afectando a su capacidad para establecer y respetar normas desde el respeto mutuo.
También existen muchas familias con diferentes tipos de problemas debido a que sus hijos tienen dificultades para ver al otro, cooperar y entender que contribuir a la familia es tan importante como pertenecer a ella.
Y por último me encuentro con mucha irritabilidad e impotencia en los adultos, y creo que, dejando historias personales a parte, esto tiene que ver con el hecho de que hoy en día los adultos educamos muy solos, con mucha urgencia por resolverlo todo y con más presión que nunca por hacerlo “bien” (según ese mar de información que está al alcance de todos en las redes sociales).
BYM. ¿Qué es lo más difícil de “educar sin gritos ni amenazas”?
A.J. Creo que lo difícil está sobre todo al principio. En no tirar la toalla cuando sabes que esta es la manera en la que quieres educar, pero sigues teniendo muchos momentos de bajón, gritos y desesperación. Es muy difícil porque el día a día no te da “tregua” y cada vez que caes te puedes llegar a sentir muy culpable e impotente.
Sin embargo, si logras ser constante, encuentras el apoyo adecuado y aprendes a alentarte a ti mismo, poco a poco avanzarás y entenderás que el día a día estará lleno de retos, y que tu labor no es evitarlos sino aprender a crecer a través de ellos.
BYM. ¿Por qué crees que es tan importante la conexión emocional en la educación de nuestros hijos?
A.J. Por muchísimas razones. Si tuviera que elegir una claramente sería porque es la manera más efectiva de ayudarles a que tengan una relación sana consigo mismos y con los demás.
Si de pequeño creces en un lugar donde se aceptan todas tus emociones, te ayudan a identificarlas y a transitarlas sin prisas o juicios, entonces es mucho más probable que decidas quererte a ti mismo sin condiciones, sepas expresar tus necesidades de manera asertiva y seas capaz de ver y respetar las de los demás.
BYM. Imagino que muchos, pero, ¿Algún aprendizaje valioso que te hayan enseñado tus hijos, y que puedas aplicar en tu trabajo, o en la vida en general…?
A.J. Difícil escoger. Sin embargo, una cosa que he aprendido con ellos y sigo aprendiendo es a soltar. El ser madre me ha ayudado a entender de una manera profunda hasta dónde llega mi área de control y dónde empieza mi área de influencia.
Es decir, yo solo puedo controlar lo que hago yo y como mucho, influir en los otros (incluso si estos otros son mis hijos). En el momento en que comienzo a intentar que el otro “haga esto” o “se comporte de esta manera”… entonces es cuando comienzo el ciclo de impotencia, desesperación y culpa.
En mi libro uso la metáfora del ingeniero y el pastor. Muchas veces creemos que como madres y padres nuestra misión es ser ingenieros de nuestros hijos (diseñarlos, controlar que salga como lo planeado y reconducir cualquier cosa que se salga de los “planes iniciales”). Sin embargo, esta actitud termina alejándonos de nuestros hijos y afecta negativamente a su autoestima.
Por eso es mucho más útil ser pastores, que buscan los prados que creen que les pueden ir bien, pero saben que son las ovejas quienes finalmente deciden si comer o no comer.
BYM. Hablas mucho de la resiliencia y de la seguridad personal como parte fundamental en el desarrollo emocional de los niños. ¿Por qué crees que son importantes y cómo les puede ayudar a los niños, cuando sean mayores, desarrollar estos aspectos en su infancia?
A.J. Estoy convencida de que la resiliencia es una de las claves de la verdadera felicidad. ¿Por qué? Porque la vida es difícil, siempre habrá dificultades (tú no puedes estar allí siempre para quitar las piedras del camino de tu hijo o hija).
Y si realmente quieres que sea feliz, es importante que entiendas que tiene muchas más probabilidades de ser feliz aquella persona que tiene habilidades para enfrentarse a las dificultades de la vida sin desmoronarse que aquella que nunca ha tenido ningún tipo de dificultad en la vida. ¿Por qué empezar en la infancia?
Pues sencillamente por lo siguiente; “niños pequeños, problemas pequeños”. ¿Qué es lo peor que puede pasar si tu hijo se olvida la merienda en casa cuando tiene cuatro años? No mucho... ¿verdad? ¿Qué es lo peor que puede pasar si tu hijo se olvida de entregar el trabajo de final de carrera a tiempo? Quizás las consecuencias son mucho más graves que cuando se dejó la merienda.
La resiliencia, la responsabilidad y la seguridad no son cosas que florecen de la noche a la mañana; no se aprenden solo de observar a otros siéndolo. Cuanto antes empieces a invitarles a que resuelvan sus problemas y desarrollen su criterio personal, más fácil será que ellos confíen en sí mismos y que encuentren las fuerzas para enfrentar las dificultades de la vida.
BYM. Para terminar, ¿Cuál dirías que es la parte más bonita de tu trabajo como psicóloga infantil y de familias?
A.J. ¡Ayudar! Para mí sentir que estoy ayudando a las familias, entrenadores y docentes a construir ambientes más empoderadores y respetuosos para los niños y adolescentes, me llena de energía cada día.
¡Muchísimas gracias por tu tiempo y por tu valioso testimonio, Angélica!
Foto | Portada y fotos (Angélica Joya con su libro: Copyright Antonio Navarro)