Aborrezco las mentiras porque he escuchado muchas siendo niña, no les miento a mis hijos ni siquiera cuando han sido más pequeños y me costaba sacarles del parque: nunca les he dicho “vámonos que ahora mismo volvemos”. ¿Para qué evitar que se confronten con la verdad?
Mentir es un hecho que está basado en la falsedad del contenido que se transmite, a sabiendas de que no se dice la verdad, es decir que constituye un engaño intencionado. Con esto no quiero decir que todas las mentiras de los niños nos deban preocupar.
Creo que una conducta coherente y acorde a los valores de la familia, honesta y sobre todo libre de hipocresías, es un buen legado que dejarle a los niños. Aunque cuando miro a mi alrededor observo una sociedad que se aleja bastante de esta situación ideal, lo cual no quiere decir que las familias no debamos enfatizar el valor de la “verdad”.
Cuando los niños pequeños desarrollan un mundo de fantasía alrededor de algunas de sus actividades (juegos, relaciones con otros niños, etc.) no están mintiendo, y tampoco esperan más beneficio que la complicidad de niños – y mayores – con ello. Se establece en los siete años la edad a partir de la cual los peques pueden tener más clara la realidad, y con ello las posibilidades que se pueden obtener distorsionándola. Obviamente es sólo un indicador, porque dependerá de la madurez del niño, y también es verdad que no todos van a utilizar las “mentiras” de la misma forma, ya que los motivos por los que lo hacen, no siempre están presentes.
¿Por qué mienten los niños?
Como regla general es posible que utilicen la mentira como herramienta de reacción ante una situación que no esperan y tampoco saben cómo abordar, pero existen tres motivos fácilmente identificables:
Mienten porque se sienten presionados (generalmente por sus padres), en ocasiones nuestras expectativas son poco realistas y demasiado elevadas para ajustarse a la realidad de nuestros hijos. Hay peques que se esfuerzan tanto por complacer a sus padres que no estar a la altura de las exigencias se convierte en una razón para mentir.
Mienten porque es lo que el modelo parental les ofrece. A diario hay muchísimas oportunidades de acercarse o alejarse de la verdad, y los padres siempre educamos (incluso cuando no decimos nada). Si la madre da una excusa a una amiga para no recibir su visita (en lugar de decir que no le apetece), si en lugar de disculparnos por llegar tarde atribuimos la culpa a un atasco (imaginario) de tráfico, etc. estamos mintiendo (aunque no sean mentiras gravísimas) y puede que los niños se comporten igual.
Mienten por miedo, ¿miedo a qué?, a que les castiguen por no haber aprobado el examen, a ser excluidos por su grupo de amigos. En definitiva a ser cómo son: personas imperfectas (como el resto de seres humanos) que necesitan el apoyo de los demás.
Parecería que si los padres huyen de las mentiras, escuchan a sus hijos y les permiten ser personas imperfectas, si aceptan sus errores (ayudándoles a mejorar), si mejoran la comunicación familiar… las mentiras se pueden evitar. Pero tampoco se puede ser tan simplista, así que podríamos hablar de cosas a evitar
¿Qué podemos hacer para prevenir (que siempre es mejor que curar) las mentiras?
Manifestar nuestra desaprobación hacia esta conducta, hablándoles de las consecuencias de mentir, y también sobre la conveniencia de la “verdad”, enfatizando los aspectos positivos de esta última.
Enseñar con el ejemplo.
Demostrar nuestro orgullo porque hayan sido capaces de decir la verdad.
Ensayar soluciones para actuar ante situaciones inesperadas. Por ejemplo “¿cómo actuarías si se te ha olvidado buscar el libro para el trabajo de grupo y tus compañeros quedan contigo a la salida de clase?”. Una posible solución a esto es que el niño les avise que necesita un día más para encontrar el material (porque se le ha olvidado), o que a la hora de comer se le permita encontrar las cuestiones sobre el trabajo en Internet…
¿Qué no haremos cuando los niños mienten?
No podemos reír mentiras que digan los niños, no es lo mismo entrar en el “juego imaginario” para divertirnos todos, que jugar al engaño con intencionalidad. Si lo hacemos puede que transmitamos distintos valores a los que pretendemos.
Tampoco es conveniente adoptar una actitud demasiado severa castigando o amenazando al niño que miente. Quiero decir que ellos deben saber “qué esperamos de su conducta”, pero también necesitan contar con la posibilidad de corregirla por sus propios medios y con la guía de los padres.
Nunca seremos cómplices de una mentira en los niños. Y esto los mayores sabemos hacerlo muy bien cuando ponemos una mentira nuestra en sus labios, “dile a la profesora que no has acabado los deberes porque hemos perdido el lápiz”.
Puede que otro día continuemos hablando de las mentiras y de sus consecuencias que (como nos cuenta El secreto del huevo azul) son imprevisibles, también de sus derivados (rumores, etc.).
Imagen | andrechinn en Flickr En Peques y Más | Consejos para evitar las mentiras en los niños