Es habitual que los bebés vomiten o echen una "bocanada" de leche de vez en cuando. De hecho la mayoría de padres van siempre preparados con una muselina, gasa o babero para esto "eventos". Pero, ¿dónde está el límite de la normalidad? ¿Cuándo decimos que los vómitos de un bebé no son normales? ¿Hay algo que podamos hacer para evitarlos o prevenirlos?
Regurgitación en los bebés
Las regurgitaciones se producen cuando el contenido del estómago vuelve a la boca de manera involuntaria. Los médicos también nos referimos a las regurgitaciones como reflujo gastroesofágico fisiológico. Vemos que el bebé echa un poquito de leche, una "bocanada", habitualmente sin fuerza. Es muy frecuente en los menores de 4 meses, hasta el 75% regurgitan varias veces al día.
Las razones para que esto suceda son múltiples. Por un lado, el músculo que cierra el estómago es aún inmaduro, lo que facilita que la comida vuelva a la boca. Además, el movimiento del esófago no es óptimo y le cuesta un poco mandar el contenido alimentario hacia el estómago.
Además, los bebés pasan mucho tiempo tumbados (la gravedad actúa menos) y sólo toman leche, lo que facilita que vuelva a la boca (los purés o sólidos lo tienen más difícil). Poco a poco, el mecanismo de cierre del estómago va madurando y en torno a los 6 meses comenzamos la introducción de la alimentación complementaria, por lo que los episodios de reflujo van disminuyendo hasta desaparecer en torno al año de vida (entre los 12 y 18 meses de edad).
Para la mayoría de los niños que regurgitan, esto no supone ningún problema. Se les ve contentos, no parece que les moleste y ganan bien peso. Tan sólo en un porcentaje pequeño, como veremos a continuación, estas regurgitaciones o reflujo gastroesofágico fisiológico puede desencadenar un problema.
Enfermedad por reflujo gastroesofágico
Hablamos de reflujo gastroesofágico cuando el contenido del estómago vuelve al esófago. A veces llega hasta la boca (regurgitación o vómito). Como hemos visto, la mayoría de las veces esto no causa ningún problema en los bebés. Sin embargo, en algunas ocasiones, este contenido que vuelve puede dañar e inflamar el esófago (esofagitis). Cuando aparecen síntomas y/o complicaciones, hablamos de enfermedad por reflujo gastroesofágico.
Los síntomas de la enfermedad por reflujo suelen ser digestivos: vómitos con poca ganancia de peso y/o síntomas de esofagitis como irritabilidad, alteración del sueño y rechazo del alimento en los más pequeños.
Los niños mayores y/o adultos notarán ardor, dolor o sensación de quemazón. A veces también aparecen otros síntomas como tos, infecciones respiratorias de repetición, pausas de apnea o posturas anómalas.
Como padres, ¿cuándo debemos sospechar enfermedad por reflujo y consultar?
Como hemos visto, en la mayoría de los casos el reflujo es fisiológico, es decir, normal y propio de la edad. Es habitual que los bebés regurgiten más tras la toma, pero algunos tardan más en digerir la leche y regurgitan mucho tiempo después; no pasa nada. Si nuestro bebé está contento, no se le ve molesto y está ganando bien peso, no tenemos por qué preocuparnos.
Por el contrario, si nuestro bebé se muestra irritable todo el día, rechaza el alimento, no duerme bien y/o no gana peso o tiene problemas respiratorios debemos consultar. Algunos bebés se estiran mucho cuando comen y colocan la cabeza muy extendida hacia atrás: se llama síndrome de Sandifer y es propio de los bebés con enfermedad por reflujo. También debe ser valorado si los vómitos son con fuerza, de color verde o contienen sangre.
¿Cómo se diagnostica?
En la mayoría de los casos, el diagnóstico del reflujo gastroesofágico en bebés es clínico, es decir, mediante la historia clínica (lo que nos contáis) y la exploración física. En algunos casos puntuales puede ser necesaria alguna prueba complementaria para cuantificar los episodios de reflujo o la intensidad o para valorar si existen lesiones en el esófago.
¿Cómo se trata?
En el caso de regurgitaciones o reflujo gastroesofágico fisiológico, no es necesario realizar ningún tratamiento. A medida que el bebé vaya madurando y cuando comencemos a introducir alimentos diferentes de la leche, las regurgitaciones irán espaciándose poco a poco hasta desaparecer.
Sin embargo, estas regurgitaciones pueden minimizarse con unas simples medidas posturales como mantener al bebé semiincorporado 20 o 30 minutos tras la toma y/o elevar un poco el cabecero de la cuna (recordemos que es más difícil que los bebés regurgiten si están incorporados). El porteo suele ser una buena medida en estos niños.
En el caso de que aparezcan síntomas de enfermedad por reflujo y que no observemos mejoría a pesar de los cambios posturales, suele ser necesario instaurar algún tratamiento. En un porcentaje importante de bebés, estos síntomas de reflujo se deben a una alergia a la proteína de la leche de vaca no mediada por IgE (conocida también como intolerancia a la proteína de la leche de vaca).
Por eso en muchos casos propondremos un cambio de leche a fórmula hidrolizada y, en el caso de lactancia materna, que la madre suprima por completo las proteínas de leche de vaca de su dieta. En otros casos, o si con el cambio en la dieta no es suficiente, podemos pautar medicamentos que disminuyan el ácido del estómago, de manera que cuando el contenido suba hacia el esófago no lo inflame.
En casos muy severos, y afortunadamente muy raros, si con estas medidas no es suficiente puede ser necesario recurrir a la cirugía (se pone una especie de lazo o banda en la parte alta del estómago que impide que el contenido vuelva al esófago).
A modo de resumen, remarcaremos que la mayoría de bebés regurgitan (es decir, echan un poco de leche, sin fuerza, de manera involuntaria, después de las tomas). En la mayoría de los casos, esto no supone un problema: los bebés están contentos y ganan bien peso.
Sin embargo, si vemos que nuestro bebé vomita con fuerza, o los vómitos son verdes o con sangre, o notamos que está muy irritable, que gana poco peso o que comienza a rechazar el alimento, debemos consultar, pues puede tratarse de una enfermedad por reflujo gastroesofágico.