Hace unos días hablamos de la presencia de los padres en las pruebas de sus hijos y dejé la promesa de que os contaría un caso personal relacionado con los derechos del niño hospitalizado, así que voy a ello.
Como muchas sabéis, trabajo como enfermero en un centro de atención primaria, concretamente en pediatría, donde suturamos y sacamos sangre a los niños en presencia de los padres. Esto, que es así desde que trabajo en este centro (5 años) y que siempre me ha parecido lo más normal del mundo, parece que no es así en todos los centros de atención primaria y el año pasado, por desgracia, sufrí en mis propias carnes la invitación de quedarme esperando afuera mientras a mi hijo le sacaban sangre.
Por razones que no vienen al caso el pediatra de mis hijos, que está en un ambulatorio diferente al que yo trabajo, solicitó un análisis de sangre a mi hijo Jon, que entonces tenía 4 años. Todas sabéis que un análisis de sangre a un niño es una experiencia que a nadie le gusta vivir, ni al niño, ni a los padres (ni al profesional que tiene que realizar la extracción).
Por esta razón estuvimos trabajando el asunto, desde unos días antes, a través del juego simbólico, para que Jon fuera interiorizando lo que iba a suceder. Jugamos a médicos (sobretodo Miriam, mi mujer), sacábamos sangre, cantábamos una canción mágica que al ser cantada disminuye los dolores (es cierto, la distracción ayuda a los niños a sobrellevar los males) y cuando lo hacíamos papá hablaba con Jon y estaba a su lado.
Sin embargo llegó el gran día, todos con un nudo de estómago del carajo y Jon tranquilo, conocedor de lo que allí iba a suceder. Le llamaron por su nombre y como mamá se quedó esperando con el pequeño (fuimos todos, como siempre…), yo me levanté para entrar con él.
-El papá se tendrá que quedar fuera – me dijo una enfermera con una amplia sonrisa.
-Umm, no – respondí yo con incredulidad.
-Siiiií – insistió ella.
-No, que yo entro con él que tiene cuatro años.
-No, que los padres no pueden entrar con los niños.
-Pues entonces nos vamos, no lo pincháis – les dije yo cogiendo por los hombros a mi hijo para impedir que siguiera avanzando.
-Pues no lo pinchamos – dijo ella.
Entonces les dije (dijimos, que Miriam entró también), que no era nuestro derecho, sino el derecho de nuestro hijo a estar acompañado, pero insistieron en que “es una norma aquí, los padres no pueden entrar con los niños”, a lo que respondimos con lo mismo, que una norma de una institución no puede saltarse un derecho universal. “Entonces, ¿no os importa saltaros los derechos de los niños?”, les dije. “Lo siento, pero es una norma”, contestaron.
No cedimos, por supuesto que no, y ya no porque sea un derecho de los niños, es que ya es una cuestión de respeto hacia ellos. ¿Qué recuerdo le va a quedar a un niño de 4 años que va a ser pinchado y sujetado por 3 o 4 mujeres desconocidas vestidas de blanco? Es que sólo imaginarlo se me ponen los pelos de punta.
La enfermería es una profesión en la que el primer día de universidad te sellan en la frente la palabra “empatía” y el último te la sellan en la espalda de nuevo, para que no se te olvide. Sin embargo, hay personas que esos dos días no debieron ir a clase, porque no me cabe en la cabeza que una enfermera se ponga en el lugar de un niño de 4 años a punto de ser pinchado y le diga a los padres que “tienen que esperar fuera” y que “esto es una norma interna”.
Acto seguido acudimos a la consulta del médico para pedirle una copia de la petición del análisis y hacérselo en otro sitio. En mi caso no había mucho problema y jugaba con la baza de que se le podía hacer el análisis en mi CAP o bien pincharle yo mismo en casa (aunque ésto último me hace menos gracia), sin embargo, aún cuando no hubiéramos tenido esta posibilidad habríamos hecho lo mismo.
Pedimos una hoja de reclamaciones y la rellenamos en ese mismo momento. Gracias a la conexión de internet móvil encontré los derechos del niño hospitalizado, que datan de 1986, para copiar textualmente los párrafos importantes y así expresamos nuestra queja por lo que considerábamos era una injusticia hacia nuestro hijo.
Estos son los derechos que copié:
A estar acompañado de sus padres o de la persona que los sustituya el mayor tiempo posible durante su permanencia en el hospital, sin obstaculizar la aplicación de los tratamientos necesarios para el niño.
A no recibir tratamientos médicos inútiles y a no soportar sufrimientos físicos y morales que puedan evitarse.
Dos semanas después recibimos una respuesta que no nos gustó demasiado, al lavarse las manos en dicho asunto, comentando la Directora del centro que la Carta Europea de los derechos del niño enfermo y hospitalizado se refiere al ámbito hospitalario y no a un centro de atención primaria y que, en ausencia de un protocolo que regule la actuación en dichos centros, es el personal de enfermería quien valora la conveniencia o no de que los padres estén presentes. En pocas palabras, que como consideraba que no había nada escrito, “en mi casa jugamos así”.
Como no estamos de acuerdo con esta interpretación de los derechos de los niños, ya que bajo nuestro parecer se deben aplicar a todo el ámbito sanitario, sin diferenciar si el niño está en un hospital o en un centro de atención primaria, hemos decidido consultar con el Defensor del Menor en Cataluña, el Síndic de Greuges y actualmente estamos a la espera de una respuesta.
Cuando haya noticias al respecto las comentaré.
Foto | Stevendepolo en Flickr
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