A lo largo de la vida, vivimos situaciones que nos pueden marcar enormemente, sobre todo a los niños, debido a su fragilidad. Son vivencias complicadas que nuestra mente no siempre es capaz de integrar; cuando eso ocurre, se produce un trauma.
Según una revisión del trauma en la infancia, los estudios sugieren que muchos niños y adolescentes experimentan al menos un evento potencialmente traumático antes de llegar a los 18 años.
Por ejemplo, sabemos que más del 70% de los adolescentes ha vivido o presenciado de forma directa o indirecta algún tipo de violencia interpersonal grave (abusos físicos, abuso sexual, violencia doméstica...) u otros eventos traumáticos, como desastres naturales. ¿Qué nos puede ayudar a prevenir un trauma infantil?
¿Qué es un trauma infantil?
Un trauma es un choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente de la persona. Cuando el trauma deviene en trastorno, hablamos del trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Los traumas se producen porque nuestra mente ha sido incapaz de integrar y/o procesar ciertas vivencias, debido a su naturaleza traumática. En los niños, los traumas pueden dejar huellas emocionales difíciles de borrar, por eso es tan importante su prevención.
Trastorno de estrés postraumático infantil
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) en la infancia se caracteriza por una serie de síntomas físicos y psicológicos, tales como
1. Recuerdos
- Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso traumático.
2. Sueños
- Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso traumático. Además, en el caso específico de los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido reconocible.
3. Disociación
- Reacciones disociativas en las que el niño siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático. En los niños la representación del trauma puede tener lugar en el juego.
4. Malestar
- Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
5. Reacciones fisiológicas
- Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
6. Evitación
- Evitación persistente de los estímulos asociados al trauma; no quiere recordarlos y hace lo posible para evitarlos.
7. Estado de ánimo y activación
- Alteración en el estado de ánimo y dificultades para recordar el suceso traumático (o parte de él), o bien sucede lo contrario, que se recuerda con frecuencia a través de flashes, sueños... Es decir, el niño está en estado de alerta y ansiedad, hiperactivado.
¿Qué puede causar un trauma y qué no?
Los sucesos que pueden provocar un trauma en la infancia (y en realidad, también en la adultez) son sucesos en los que el niño ha estado expuesto a la muerte, a una lesión grave o a violencia sexual, ya sea de forma real o imaginada. Puede haberlo vivido él mismo o haberlo presenciado en otras personas. Así, hablamos de:
- Vivir la experiencia de forma directa.
- Presenciar de forma directa el suceso ocurrido a otras personas (especialmente a los cuidadores principales).
- Conocer que el suceso traumático le ha ocurrido al papá o a la mamá.
Así, las causas más comunes del trauma infantil son:
- Accidentes.
- La muerte de un ser querido.
- El bullying.
- La intimidación o el acoso cibernético (ciberacoso).
- La separación o el abandono de un padre o cuidador.
- Maltrato y/o abuso físico y/o psicológico.
- Un desastre natural.
- Una enfermedad médica repentina y/o grave.
- El estrés causado por la pobreza.
- La violencia en casa, en la escuela, en la comunidad...
- Situaciones de guerra y terrorismo.
Es importante saber que no se incluyen como generadores de trauma sucesos que el niño solamente ha visto en medios electrónicos, televisión, películas o fotografías.
Factores que predisponen al trauma infantil
Hay factores que aumentan la probabilidad de desarrollar un trauma en la infancia, y otros que la disminuyen. Por ejemplo, según un trabajo de la Universidad de Chile, la resistencia y vulnerabilidad al trauma se asocian a factores del niño y del ambiente próximo, así como a la percepción de la eficacia de los potenciales factores de protección de sí y de otros.
Según el mismo estudio, hay niños que tienen mayor probabilidad de desarrollar un trauma:
- Los niños inhibidos y ansiosos (ya que tienen más sensación de falta de control, lo que aumenta la respuesta de miedo).
- Los niños depresivos (ya que tienden a atribuirse más la culpa de lo que les sucede).
Otro estudio, publicado en la revista Behavioral Psychology, habla de la gravedad y la proximidad del evento traumático como predisponentes a generar un trauma en los niños. También tienen mayor riesgo los niños que experimentan múltiples eventos traumáticos o eventos muy prolongados en el tiempo (por ejemplo, abuso sexual continuado).
Cómo podemos prevenir el trauma infantil
Como factores protectores que ayudarían a evitar que el niño desarrolle un trauma ante una vivencia traumática, según los diferentes estudios citados, encontramos:
- El apoyo social percibido y temprano por parte de los padres, escuela y psicólogos infantiles.
- Una maternidad y paternidad responsables y positivas que proporcionen un apoyo emocional, control y observación adecuados.
- La capacidad de contención de los padres.
Entonces, ¿qué podemos hacer como padres? Lo cierto es que prevenir un trauma infantil es complicado, y no todo está en nuestra mano.
Hay algunas variables que no dependen de nosotros (como por ejemplo, la naturaleza y/o intensidad del suceso), pero otras que sí. Así, hay ciertas acciones que nos pueden ayudar. Si tu hijo ha vivido una situación potencialmente traumática, te recomendamos:
1. Observar y acompañar
Te ayudará observar su comportamiento y estar atento a posibles señales de TEPT o trauma como las citadas (pesadillas, cambio en su comportamiento, juegos o dibujos extraños, introversión, estado de ánimo bajo, ansiedad...). Por otro lado, establecer una rutina para tu hijo también puede ayudarle a recuperar la sensación de control.
2. Cuidar la comunicación
Escúchalo de forma incondicional y lanza mensajes positivos que refuercen su autoestima. Y si te pregunta, es importante que puedas darle explicaciones simples, fáciles y breves sobre lo que está ocurriendo o ha ocurrido.
3. Reducir estresores
También le ayudará que le hagas sentir en un espacio tranquilo y seguro, donde él sí tenga el control (cosa que no tuvo durante la vivencia traumática). Reduce posibles estresores, presiones y/o exigencias de su ambiente.
4. Favorecer la expresión emocional
Es importante que fomentes su expresión emocional (pero sin obligarlo a hablar); que pueda verbalizar lo que vivió, cómo se siente al respecto... para ello, puedes utilizar el juego o el dibujo.
5. Pedir ayuda profesional
Pero sobre todo, la mejor forma de prevenir un trauma es tratar los posibles síntomas antes de que acaben desembocando en un trastorno. Si tu hijo ha pasado por una vivencia traumática y/o violenta, y ante cualquier signo de alerta, te recomendamos que acudas a un psicólogo clínico infantil que pueda ofrecerle herramientas para procesar esa vivencia (y prevenir el desarrollo del trauma).
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