Educar a nuestros hijos requiere de paciencia, empatía, escucha activa y comunicación. Hemos hablado en varias ocasiones de que el castigo, las amenazas, el chantaje, los gritos y los azotes no son métodos educativos, y además perjudican seriamente al niño.
Aunque en un momento dado todos podemos perder los nervios ante una situación que sentimos que se nos va de las manos, es importante ser conscientes de que esta no es la forma de educar con respeto, por lo que se hace necesario disponer de herramientas que nos ayuden a evitar "explotar" delante de nuestros hijos.
Hoy te proponemos algunas de las herramientas con las que cuenta la Disciplina Positiva, para poner en práctica cuando sintamos que estamos a punto de perder el control, y así poder solucionar el problema de forma respetuosa.
Tiempo fuera positivo
Es por eso que al igual que buscamos herramientas respetuosas que ayuden a los niños a calmarse, es recomendable que también los adultos recurramos a ellas, con el objetivo de encontrar la forma de relajarnos para poder buscar soluciones al problema familiar que haya surgido.
Son muchas las herramientas de control emocional a las que poder recurrir, si bien os proponemos el "tiempo fuera positivo", que nada tiene que ver con el clásico "tiempo fuera" que todos conocemos y que todavía se continúa aplicando con los niños como método educativo, a pesar de su ineficacia.
El "tiempo fuera positivo" es un tiempo de reflexión respetuoso, tanto para los niños como para los padres, que nos tomaremos ante situaciones de nervios, estrés o enfado. La idea es materializar este tiempo en un rincón que construiremos junto a nuestros hijos, con elementos relajantes y confortables que inviten a la tranquilidad y al sosiego.
Reflexionar y calmarnos en esta zona respetuosa y motivadora nos ayudará a recuperar el control de nuestras emociones, antes de volver a retomar el diálogo con nuestro hijo.
Por ejemplo: si estamos viviendo una situación con nuestro hijo que nos está haciendo perder los nervios, antes de estallar intentaremos volver a un estado emocional calmado, ya que si explotamos entraremos en una lucha de poder en la que ambos saldremos heridos.
Le diremos a nuestro hijo que para poder seguir hablando de manera respetuosa y encontrar una solución, nosotros debemos retirarnos de la escena. Probablemente, si se hace un buen uso del tiempo fuera positivo y el lugar que simboliza ha sido preparado con mimo por todos los miembros de la familia, los niños sigan nuestro ejemplo y también se retiren voluntariamente (aunque si son pequeños lo deben hacer en compañía).
De este modo, las partes implicadas en el problema nos relajaremos, y una vez estemos todos bien podremos retomar la conversación.
Enfocarse en soluciones
Cuando nuestro hijo cometa un error o surja algún problema específico con él, nos enfocaremos en buscar una solución conjunta, sin decirle lo que tiene que hacer o/y hacerle pagar por lo que ha hecho.
En este sentido, es mucho más lógico que un niño se involucre en la resolución de un problema si siente que su opinión es tenida en cuenta y le puede ayudar a mejorar en un futuro, aprendiendo de sus errores desde una perspectiva constructiva.
Por ejemplo: nuestro hijo ha tirado el vaso de leche al suelo, justo el día en que más prisa tenemos. Podríamos regañarle, enfadarnos, decirle lo que tiene que hacer o limpiar nosotros mismos las manchas con el objetivo de acabar cuanto antes.
Pero nada de esto le ayudará en su aprendizaje futuro, además de poder dañar su autoestima. En este caso, lo recomendable es que el niño se involucre en la búsqueda de una solución (limpiar la leche derramada) contando siempre con nuestra ayuda y nuestra actitud respetuosa (enseñándole cómo se hace y que él continúe después, mostrándole donde está el trapo, ofreciéndole nuestra ayuda...).
De este modo, él se sentirá importante con su contribución, al tiempo que gana autonomía y aprende recursos para solucionar este problema si volviera a presentarse en un futuro.
El poder de las consecuencias naturales
En ocasiones, los conflictos o discusiones con los hijos podrían evitarse si dejáramos actuar a las consecuencias naturales; es decir, aquellas que suceden naturalmente sin nuestra intervención.
Lo que ocurre es que como padres, no siempre es fácil "no intervenir" (es decir, no rescatar a nuestros hijos de las consecuencias de sus actos), y esto acaba desembocando en enfados que afectan al clima de la convivencia, además de impedir que fomenten su autonomía.
Pero para poder dejar actuar a las consecuencias naturales, deben darse una serie de requisitos:
Las consecuencias naturales deben respetar unos límites que no pongan en riesgo su seguridad, ni la de los demás. Es decir, si nuestro hijo pequeño no quiere darnos la mano para cruzar la carretera, obviamente no podemos dejar que experimente las consecuencias naturales de cruzar la calle solo.
Una vez que el niño haya experimentado las consecuencias de sus decisiones o actos, debemos acompañarlo en su sentir, mostrando nuestra empatía y comprensión.
El niño debe aprender de las consecuencias naturales de sus actos sin que el adulto le sermonee después (el clásico "te lo dije y no quisiste hacerme caso") o le haga sentir vergüenza o malestar por la decisión tomada.
Informa a tu hijo previamente de aquellas situaciones en las que no intervendrás o dejarás de intervenir, para que él comience a hacerse cargo y sea consciente de su parcela de responsabilidad familiar.
Por ejemplo: nuestro hijo olvida sistemáticamente apuntar los deberes que tiene que hacer en casa para llevar al día siguiente al colegio. Esto nos genera un gran malestar, nos enfadamos, le sermoneamos diciéndole que "tiene que ser más responsable", e incluso acabamos pidiendo ayuda al grupo de madres de whatsApp para que nos digan lo que tiene que estudiar. Pero con nuestra actitud no estamos ayudando a nuestro hijo, sino todo lo contrario.
En este sentido, informaremos a nuestro hijo de que dejaremos de intervenir solucionándole sus despistes escolares, de manera que descubra pos sí mismo las consecuencias naturales de llegar al colegio sin los deberes hechos, y así aprenda a responsabilizarse de ello para la próxima vez.
En todo momento debemos acompañar a nuestro hijo en su sentimiento ("imagino que te habrás sentido muy triste cuando el profesor te ha regañado por no llevar los deberes hechos"), sin caer en sermones, juicios, mala entonación o miradas reprobatorias.
Juntas familiares
Cuando las discusiones vienen derivadas de situaciones que se repiten con frecuencia y que afectan al clima de la convivencia, podría ser recomendable tratar el tema en una reunión o junta familiar, de manera que todos los miembros de la familia se involucren democráticamente en la búsqueda de una solución.
Por ejemplo: tus hijos se niegan siempre a recoger sus juguetes y el desorden te genera un gran estrés; te enfadas, les gritas, o les etiquetas diciéndoles que "son un desastre y unos desordenados". A veces tus gritos funcionan y obedecen de forma resignada, pero otras parecen no escucharte. En cualquier caso, te das cuenta de que el problema no se soluciona y el clima empeora día tras día.
Propón tratar el tema en una reunión familiar en la que todos los miembros se involucren para encontrar una solución. Todas las soluciones que se aporten deben ser anotadas (por disparatadas que puedan parecernos inicialmente), y posteriormente elegiremos la que más se adecue a la situación y más respetuosa resulte para todos.
En muchas ocasiones el desorden de juguetes viene derivado de un exceso de los mismos, por lo que quizá una de las soluciones propuestas sea la de realizar una purga y quedarnos solo con los que más ilusión hagan a los niños. Otra solución podría ser recoger los juguetes al tiempo que suena su canción favorita, hacer de esta tarea algo divertido, o simplemente recoger en un momento del día en el que los niños no estén cansados.
Lo importante es escucharles y tener en cuenta sus opiniones, no solo porque a veces la solución a un problema es más sencillo de lo que imaginamos los adultos, sino porque si nuestros hijos sienten que sus opiniones cuentan, será más probable que se involucren en solucionarlo.
Conectar con el niño
Cualquiera de las herramientas mencionadas pasa por "conectar con nuestro hijo", empatizar con sus sentimientos y entender por qué actúa de la forma en la que lo hace. Cuando logramos esa conexión y el niño se siente parte, siente que es tenido en cuenta y que le comprendemos, su actitud cambiará y muchas de las situaciones que nos estresan mejorarán.
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