Fijaos en el carrito cuando hacéis la compra: ¿podríais calcular qué porcentaje de todo lo que hay dentro es ultraprocesado y qué es fresco? Un estudio que se acaba de publicar en el que se ha analizado la alimentación de más de 30.000 niños de 2 a 17 años afirma que el total de calorías diarias procedentes de alimentos sin procesar asciende a un 67%, es decir, más de la mitad de lo que comen a diario.
¿Qué es un ultraprocesado
Según la clasificación NOVA que categoriza a los alimentos en función del procesamiento que han recibido, un ultraprocesado es aquel que se elabora a partir de ingredientes procesados y no contiene ingredientes frescos o que puedan identificarse en su presentación final.
Dentro de este grupo encontramos las galletas, cereales para el desayuno, snacks envasados, embutidos, helados, preparados de carnes (como los nuggets de pollo o los palitos de pescado), pizzas e incluso los potitos comerciales para bebés. Muchos de estos alimentos están normalizados dentro de la dieta de los niños y de los bebés y generalmente por desconocimiento de los padres y por el poco tiempo que tenemos en nuestro día a día, están ganando terreno en sus menús diarios.
¿Cuál es el problema con los ultraprocesados?
Un estudio realizado en Nueva Zelanda afirma que cuanto mayor es el grado de procesamiento de un alimento, peor calidad nutricional tiene. Ese es el motivo principal por el cual el consumo de ultraprocesados se asocia con diferentes enfermedades (tanto en niños como en adultos) como la obesidad, presión arterial alta, colesterol alto, inflamación y diabetes tipo 2. También puede generar malnutrición, ya que los niños no pasan hambre, pero tampoco no cubren sus necesidades nutricionales.
El marketing agresivo hacia el público infantil tampoco ayuda: hace años la industria de la alimentación se dio cuenta que la población infantil es un nicho de mercado muy fuerte por la presión que pueden ejercer sobre sus padres en la decisión de compra, y porque son vulnerables hacia estímulos como los dibujos o los regalos que se incluyen en los productos.
¿Qué podemos hacer los padres?
Básicamente, dedicar tiempo a la alimentación de nuestra familia e involucrar a los niños en su preparación. Informarnos sobre el etiquetado de los productos que consumimos y tener presente que cuantos menos productos envasados tengamos en la cesta, mejor calidad tendrá.
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