Hoy sigo hablando sobre gritar a los hijos, y entrevisto a la psicóloga Mónica Serrano sobre los aspectos emocionales de esta realidad cotidiana que viven las familias al igual que la semana pasada hablé con la bióloga Irene García Perulero sobre los aspectos puramente biológicos.
Sin embargo quiero comenzar con una reflexión persona que os invito a realizar. ¿Vosotros cómo os sentís cuando alguien a quien amáis o que tiene poder sobre vosotros os grita?
Mi sensación es de impotencia, desamor y también de furia, que puede ser contenida o puede estallar. Pero yo soy adulta y puedo incluso comprender que esa otra persona está actuando mal, no tiene control sobre ella misma, está desbordada. Pero lo entiendo porque soy adulta. Un niño no puede.
Sin embargo, si esa persona actúa habitualmente gritándome cuando hay un conflicto entre nosotros reconoceré que tiene una pauta de comunicación violenta, que me agrede y posiblemente intente romper la relación si me es posible o, si no lo es, al menos alejarme y poner espacio entre nosotros para evitar tener que defenderme o enfadarme.
Si puedo y esa persona es muy importante para mí la ayudaría a mejorar y a no ser violenta en sus palabras, pero lo haré desde mi conciencia de adulta formada y capaz de poner límites a los demás, o, al menos, de saber que límites me niego a que los demás sobrepasen conmigo.
También quiero invitaros a tratar de recordar como os sentíais cuando eráis niños pequeñitos y vuestros padres o maestros os gritaban. . La sensación que yo recuerdo era de miedo.
Si, era miedo, miedo a ser agredida (aunque nunca me hubieran pegado), un miedo difuso a no ser amada, conciencia de incapacidad y culpa, indefensión, tristeza, injusticia y rabia que no siempre podía expresar pero que se mantenía y podía descargarse de otro modo.
Pues bien, vamos a hablar con la psicóloga Mónica Serrano que nos va a ayudar a entender todo esto.
¿Podemos calificar de violencia gritar?
Partiendo de la definición de la OMS, que señala que la violencia es el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones, gritar se considera violento en función de la intención de los padres cuando gritan.
¿Gritamos para dominar el niño?
En mi opinión, utilizamos el grito para atemorizar, activar el miedo en los niños y, desde esa emoción, conseguir nuestro objetivo (que se estén quietos, que coman, que se duerman, que se vistan, etc.).
Con esto quiero decir que el grito es violento, pero no que todos los padres que gritan sean violentos. Estoy refiriéndome al acto, no juzgando a la persona.
¿De verdad es cierto, como dicen algunas personas, que eso no deja huella?
Los gritos dejan huella. Pero habría que valorar si son reiterados o una explosión puntual en una situación concreta. Si los gritos se utilizan como herramienta habitual en la dinámica de comunicación con los hijos, estaremos criando personas inseguras, obedientes, sin criterio propio y sin capacidad de defenderse.
Cuando un niño interioriza que el grito es una forma aceptable de comunicación, queda expuesto a tolerar este tipo de interacción por parte de cualquier persona y a emplearla él mismo en edades posteriores.
Pero, Mónica, todos gritamos alguna vez.
Todos gritamos alguna vez. La clave está en ser capaces de reconocer ante nuestros hijos que no tenemos derecho a hacerlo, que ellos no deben permitirlo, que nos hemos equivocado, pedirles perdón y comprometernos a intentar no repetirlo.
¿Qué daños emocionales causa a los niños?
Emocionalmente, los gritos afectan negativamente a la autovaloración y la autoestima del niño. También repercuten en su sensación de seguridad, pues les genera mucha inseguridad.
Los niños a los que se les grita habitualmente pueden desarrollar indefensión aprendida, definida como la sensación de impotencia del individuo ante los acontecimientos, lo cual le lleva a la pasividad.
El niño que recibe gritos constantes aprende a que no es capaz de transformar sus circunstancias para conseguir bienestar, pues la interacción agresiva a través del grito no le ofrece opciones de acción. El grito asusta, paraliza. Esta sensación de indefensión conlleva desmotivación, pobre autocontrol y mucho malestar emocional.
¿Cómo podemos mejorar los padres y controlarlos mejor?
Para gestionar mejor las situaciones que nos incitan a gritar habitualmente, es importante en primer lugar que tomemos conciencia de que no queremos gritar a nuestros hijos, pues ellos merecen ser respetados.
En segundo lugar, es importante que nos comprometamos con nosotros mismos para intentar dejar de hacerlo.
¿Nos puedes dar algun consejo práctico para dejar de gritar?
Existen diversas técnicas que ayudan a evitar los gritos. En mi opinión, la relajación y reducir el estrés en general es muy eficaz.
El análisis de cómo nos criaron a nosotros y qué dinámicas de comunicación se establecieron es fundamental para comprender el origen del impulso a gritar a nuestros hijos.
Probablemente, tendremos que buscar referentes nuevos, no agresivos. Estos modelos nos ayudarán a generar estrategias respetuosas de gestión de conflictos. Estos modelos son personas que nos gusta como gestionan los conflictos y que podemos aprender de ellas herramientas positivas para aplicar con nuestros hijos.
Parece bastante evidente que gritar a los hijos les hace daño emocional y psicológico, así que tenemos una magnífica razón para dejar de hacerlo, protegerlos.
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