Durante generaciones, los castigos corporales, como cachetes y azotes, eran el recurso que muchos padres utilizaban para disciplinar o corregir a sus hijos. Sin embargo, en las últimas décadas se ha encontrado que este tipo de medidas, más que ayudar, termina dañando.
Una prueba más, es el más reciente estudio en este tema, en el que tras analizar 69 estudios de distintos países llegó a la conclusión de que los castigos físicos no corrigen ni mejoran el comportamiento de los niños, sino que tienen exactamente el efecto opuesto.
Publicado en la revista The Lancet, el estudio fue realizado por investigadores internacionales e incluyó investigaciones de diversos países, la mayoría siendo de los Estados Unidos.
Al analizar los resultados de cada estudio, esta revisión encontró algunos temas claves sobre el uso de castigos físicos, entre los que destacan los siguientes:
- El castigo físico predice consistentemente un aumento en los problemas de comportamiento de los niños con el tiempo.
- El castigo físico no se asocia con resultados positivos a lo largo del tiempo.
- El castigo físico aumenta el riesgo de involucrarse con los servicios de protección infantil.
- El castigo físico predice un empeoramiento de la conducta con el tiempo en estudios cuasi-experimentales.
En general, tras el análisis los investigadores concluyeron que los hallazgos encontrados indican que el castigo físico es dañino para los niños, y que además de no ser efectivo ni prevenir problemas de comportamiento, hacen que suceda lo opuesto, pues aumenta los problemas de comportamiento y otros problemas a largo plazo.
Esta investigación se une a la larga lista de estudios que muestran y comprueban que los castigos corporales son dañinos para los niños, y tienen consecuencias negativas.
De hecho, son cada vez más los países en los que los castigos físicos a los niños son prohibidos por ley, y un estudio realizado hace un par de años encontró que niños y adolescentes son menos violentos en los países donde están prohibidos los castigos corporales.