Una de las cosas a las que los padres van a tener que enfrentarse es, casi con seguridad, la cuestión de los berrinches y por eso creo que merece que le dediquemos un punto en nuestro curso de maternidad y paternidad.
La mayoría de los niños los tienen, aunque su duración, intensidad y edad pueden variar enormemente dependiendo de su caracter personal, el entorno y la actitud de los padres. No hay una receta perfecta, pues, como os digo, verse sobrepasados por las emociones o los deseos insatisfechos es algo normal, pero si podemos educarnos para ayudarnos a enfrentar los berrinches y suavizar el paso de nuestros hijos por ellos.
No vamos a poder eliminarlos. Quede esto claro desde el principio. Y es que no sería normal ni sano hacerlo. Partamos de entender que los berrinches son una expresión natural de la emocionalidad del niño y de su evolución.
Las rabietas o berrinches de los niños son un síntoma más que un problema. Para estar preparados nos va a ayudar mucho el comprenderlas. De este modo podemos pasar por ellas sin perder los nervios y podemos, incluso, prevenirlas o suavizarlas.
Causas de los berrinches
Las razones por las que un niño puede tener un berrinche son fundamentalmente tres:
Necesidades físicas
Cuando el niño tiene una fuerte necesidad de tipo físico es normal que pierda los nervios. Nosotros mismos, adultos, nos ponemos de mal humor y hasta explotamos si estamos agotados o hambrientos, por tanto, más lógico es entender que un niño, con necesidades más imperiosas y menor contro emocional, lo haga.
El niño tiene una necesidad fuerte de tipo físico: hambre, sed, sueño, cansancio, agotamiento mental y explota con facilidad.
Lo que deberíamos hacer es ser capaces de prevenir estas situaciones, entendiendo que los niños sufren más por estas necesidades y las sienten antes que nosotros. No dejando que el niño llegue a sobrepasarse exigiéndole demasiado vamos a prevenir muchas rabietas, que, más que lo que parezca que expresan, son la muestra de una fuerte incomodidad física.
Incompresión
También puede suceder que el niño, todavía inmaduro y en proceso de aprendizaje, no comprenda bien las consecuencias de sus acciones o lo imposible de sus demandas.
Desde pegarle a un hermano, enfadarse si no le compramos algo o no querer atarse en el coche. Normalmente, si no está sobrepasado pro el cansancio o la sobrecarga emocional, el niño puede entender muchas de nuestras explicaciones.
Incluso, si no demuestra entenderlo en el momento y sigue con la rabieta, no dudemos que nada es mejor para él que comprensión, explicaciones y contención. Hay que explicarles siempre, en la medida que puedan comprender, las razones de nuestras peticiones, decisiones o límites. Huyamos del “porque yo lo mando y punto”.
Tensiones acumuladas
Los niños se enfrentan a un mundo nuevo, desconocido y, a veces, atemorizante o desestabilizador. A veces llorar es una forma de descargar tensiones acumuladas.
El ingreso en la guardería, el embarazo de la madre o la llegada del hermanito, los problemas económicos o emocionales de sus padres, un fallecimiento o una discusión conyugal, una palabra desconsiderada, un sueño aterrador, un amiguito que les ha hecho dañor… todo eso puede parecernos nimio en su universo, pero, sea algo que perciben sin entender o sea algo que les afecta directamente, pueden verse sobrepasados por la tensión, el miedo o la frustración.
Incluso puede ser, sencillamente, que estén nerviosos por las emociones nuevas y los descubrimientos, desde comprender que son personas independientes con voluntad propia, hasta aprender a correr o devanarse los sesos ante un problema científico como la gravedad. El mundo es nuevo, apasionante y lleno de retos para ellos.
Toda esa tensión acumulada explota y el niño necesita dejar salir esos sentimientos llorando o rabiando. ¿No os pasa a vosotros a veces que explotáis por algo que no tiene nada que ver con lo que os preocupa o necesitáis llorar para descargar emociones?
Pensemos que el autocontrol es pequeño y están inmersos en un mundo que cada día los pone en situaciones nuevas que les pueden causar preocupación o asustarlos. Necesitan dejarlo salir y nosotros, en esos casos, podemos acompañarlos sin juzgar ni invadir, solamente estando presentes para cuando necesiten un abrazo.
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