Cuando un niño cumple tres años es cuando empieza a descubrir que en el mundo hay otras personitas como él y otras personas más mayores, que tienen también sus propias inquietudes, sus propios deseos y sus propias expectativas.
Entonces se dan cuenta de que las necesidades de otros niños pueden chocar con las suyas, y de que hay ocasiones en que se gana y otras en que se pierde. De este modo se inicia un proceso que suele recibir el nombre de socialización (el niño empieza a comprender que vive en una sociedad) y se inicia además un aprendizaje emocional, muy importante para su salud mental.
No es que empiece a sentir emociones, sino que es entonces cuando empieza a comprenderlas (empieza, poco a poco), a conocerlas y en ocasiones incluso es capaz de ponerles nombre (“estoy contento”). En resumen, los 3 años, el momento en que un niño empieza a comprender que vive en sociedad y el momento en el que empieza a conocer las emociones, es un buen momento para poner una televisión en su cuarto, así que, si no sabes qué regalarle para Navidad, ya tienes el regalo perfecto (si te has asustado, sigue leyendo).
Vale, es mentira, no es el mejor momento, pero la tercera parte de los niños de 3 años en Estados Unidos tiene una, por lo que cientos de miles de padres en América creen que los 3 años es un buen momento para que un niño de esta edad tenga una televisión en su habitación.
¿Estamos locos, o qué? (Are we crazy?)
En los primeros años de vida de los niños su cerebro se desarrolla a un ritmo vertiginoso. Además de desarrollarse como personas individuales, empiezan a desarrollarse como seres sociales y por eso lo más recomendable es que puedan interaccionar con la gente, puedan explorar el entorno, puedan tener juguetes y “herramientas” con las que recibir estimulación y puedan tener tiempo para el juego libre.
Si ven la tele un poco, pues tampoco pasa nada, oye, que todos los padres recurrimos a la tele en momentos de máxima necesidad, pero de ahí a hacerlo de manera descarada, poniendo la televisión directamente en su habitación, va un trecho.
Una cosa es encender un rato la televisión en el comedor, mientras vamos haciendo cosas y pasamos de tanto en cuanto por ahí para ver que todo está correcto y, en cuanto podamos, volver a hacer caso al niño que necesita nuestra atención y otra muy diferente es poner una televisión en su habitación. Que tienen tres años, por Dios, no quince.
Los contenidos televisivos no son educativos, no estimulan y no ayudan al niño ni a conocerse a sí mismo, ni a conocer a los demás, ni a conocer el mundo en el que vive. No es que sean malos, es que hay muchas cosas mucho mejores para los niños y por eso no deberíamos abusar de las pantallas.
Por qué en América los niños de tres años tienen televisión
Según podemos leer en un artículo publicado por la Academia Americana de Pediatría, los padres explican que los niños tienen televisión porque sirve como elemento pacificador (claro, delante de la tele suelen molestar menos), porque es una actividad segura (no es necesario vigilarlos demasiado) y así, mientras tanto, los padres pueden hacer otras cosas como preparar la comida, prepararse para el trabajo o hacer las cosas de casa. Otros incluso dicen que lo hacen para que sus hijos vean programas educativos, porque son “muy importantes para su desarrollo” (Oh, my god!).
En fin, hay muchas cosas de los estadounidenses que me asombran para bien y muchas otras que me asombran para mal. Esta es una de ellas. Esta Navidad, por cierto, busca alternativas a la televisión para la habitación, seguro que encuentras juguetes chulísimos, cuentos maravillosos o simplemente algo de tiempo para pasar con tus hijos.
Vía | Reflexiones de un pediatra curtido
Foto | treehouse1977 en Flickr (CC)
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