Gianfranco Zavalloni es un maestro y pedagogo italiano que defiende que los niños tienen que aprovechar todas las experiencias para aprender y desarrollar habilidades, descubriendo su propio camino. Tras más de 20 años de trabajo buscando los mejores caminos para enseñar, para mejorar la condición de la infancia creó una especie de "manifiesto" con diez principios que reivindican los derechos naturales de los niños.
Para enumerar estos principios, el autor se puso en el lugar de los niños, buscando sus recuerdos de la infancia. Preguntándose qué le gustaba hacer a él de niño, cuáles eran sus juegos favoritos, dónde iban él y sus amigos a jugar, cuáles eran sus derechos entonces, si los conocía o no y quiénes eran encargados de mantenerlos.
A través de estas respuestas aclara las necesidades básicas de los niños, muchas de ellas experiencias cotidianas y universales, otras olvidadas o relegadas por nuestro modo de vida actual... Y que se pueden resumir en una premisa: dejemos a los niños ser niños.
Y es que en ocasiones estamos más preocupados por si se ensucian, porque no tenemos tiempo, o no existe un lugar adecuado para que jueguen, ponemos trabas a sus exploraciones, hemos olvidado la actividad física, no conocemos el mundo natural en primera persona... En definitiva, se están (no estamos) perdiendo muchas cosas y nos alejamos de nuestra propia naturaleza.
Los derechos naturales de los niños según Gianfranco Zavalloni
Éstos son las diez premisas que reivindican los derechos naturales de los niños:
Derecho al ocio. A vivir momentos no programados por los adultos.
Derecho a ensuciarse. A jugar con arena, tierra, hierba, hojas, agua, ramas y piedras.
Derecho a los olores. A percibir el olor y a reconocer los perfumes de la naturaleza.
Derecho al diálogo. A escuchar y a tomar la palabra, a dialogar.
Derecho a usar las manos. A clavar clavos, a serrar, a pegar, a modelar la arcilla, a atar cuerdas, a enceder un fuego.
Derecho a un buen comienzo. A comer comida sana desde el nacimiento, a beber agua limpia y a respirar aire puro.
Derecho a la calle. A jugar libremente en las plazas, a andar por la calle.
Derecho a lo salvaje. A construir un refugio en el que jugar en el bosque, a tener cañaverales en los que esconderse, árboles a los que trepar.
Derecho al silencio. A oir el viento que sopla, el canto de los pájaros, el gorjeo del agua.
Derecho a los matices. A ver salir y ponerse el sol, a ver de noche la luna y las estrellas.
Ojalá todos estos puntos se pudieran cumplir, pero algunos suenan tan imposibles en nuestro entorno... Existe el proyecto de traducir el Manifiesto a 100 leguas distintas, y es que son unas ideas que se pueden exportar a cualquier parte del mundo, ¿o no es la infancia igual, sea cuál sea su origen?
Unas ideas deseables que acercarían a nuestros hijos a la Naturaleza, al juego, a nosotros, a la felicidad de disfrutar de su infancia, a experimentar a través de los sentidos, y que encontramos recopiladas en el Manifiesto con los derechos naturales de los niños de Gianfranco Zavalloni.
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