Las siete grandes diferencias entre el cerebro del niño y del adulto, y por qué debemos tenerlas en cuenta a la hora de educar

Las siete grandes diferencias entre el cerebro del niño y del adulto, y por qué debemos tenerlas en cuenta a la hora de educar
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Por lo general, los adultos sabemos que el cerebro del niño no es como el nuestro, pero en la práctica no tenemos en cuenta sus particularidades, y actuamos sin ser conscientes de estas diferencias, pues acabamos interpretando la reacción de nuestros hijos desde nuestro cerebro adulto y racional.

Con la ayuda de Ana Asensio, Psicóloga y doctora en Neurociencia, y autora de la web Vidas en Positivo, vamos a analizar cuáles son las principales diferencias entre el cerebro del niño y el del adulto, y qué podemos hacer para educarles de forma respetuosa, teniendo en cuenta sus ritmos evolutivos.

Impulsividad y espontaneidad

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La impulsividad es mayor en los niños que en los adultos, así como su espontaneidad. No se trata de imprudencia ni de mala educación (como en ocasiones son catalogados por los adultos), sino que el niño no tiene aún el filtro racional y por eso actúa dejándose llevar por sus deseos.

Poco a poco irán aprendiendo a expresar sus emociones, pero aún son inmaduros para hacerlo bajo las normas sociales, por lo que éstas suelen ser intensas y muy frecuentes (las típicas rabietas que todos conocemos).

Por otro lado, es importante entender que los niños aprenden mediante la observación y la experimentación. Necesitan preguntar constantemente porque tienen una curiosidad innata, necesitan tocar, experimentar, analizar la causa-efecto de las cosas...y esto les lleva en muchas ocasiones a actuar de manera instintiva y poco aceptada socialmente.

Pero si frenamos esta forma de proceder estaremos limitando su sano desarrollo. Por lo que debemos dejarles experimentar y probar, lógicamente siempre supervisando y velando por su seguridad.

Movimiento y escasa atención

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Los niños necesitan más movimiento que los adultos, porque madurativamente el cerebro primitivo está más presente y es algo que no pueden evitar; además de ser un signo de salud. Igualmente, hemos de tener en cuenta que su atención sostenida es menor y que cambia cada pocos segundos.

Para los adultos este movimiento resulta a veces molesto, y les catalogamos de "hiperactivos" o de "tener poco interés" en las cosas; pero lo cierto es que su corteza cerebral está madurando y es imposible pedirles que sostengan la atención durante mucho tiempo. Esto unido a su corta memoria hace que a veces insistan mucho en la misma idea, o nos pidan el mismo cuento una y otra vez. Con el tiempo esto se irá modelando.

No distinguen la ficción de la realidad

ficcion

El niño no tiene tan disociado el mundo físico del mundo mental/imaginativo como lo tenemos los adultos. De hecho, durante los cinco primeros años de vida no distinguen entre ficción y realidad, de ahí que pueda resultar complicado explicarles el concepto de la muerte, lo pasen francamente mal viendo ciertas películas, o no comprendan el significado de algunas fiestas.

Por eso es importante entender esta etapa del desarrollo y ayudarles cuando sea necesario.

Aprenden a gran velocidad pero también necesitan aburrirse

cerebro del niño

Los niños aprenden a gran velocidad, aunque es importante no acelerar el proceso de desarrollo natural y no hiperestimularles demasiado, de manera que tengan periodos de ritmos más reposados y tiempo para el aburrimiento. Si sobreestimulamos al niño con un sinfín de actividades podemos alterar su atención y motivación, así como afectar de manera negativa a su capacidad ejecutiva.

También es importante tener en cuenta una zona del cerebro llamada hipocampo, que es la encargada de almacenar los recuerdos y las experiencias, y que tiene un gran peso en la infancia. Por eso, si etiquetamos a un niño, le juzgamos o criticamos, nuestras palabras se quedarán grabadas en su hipocampo y acabarán influyendo en su toma de decisiones, pues el lóbulo frontal consultará al hipocampo antes de decidir qué hacer.

Claves para educar teniendo en cuenta estas particularidades

  • Explicar las consecuencias de sus actos, para que poco a poco aprendan a anticipar qué ocurriría si actuaran de una determinada forma, y de este modo logren autorregular su conducta

  • Poner límites y normas con respeto y empatía: nunca debemos dar por hecho que los niños saben cómo comportarse o qué deben hacer en una determinada situación. La comprensión, la paciencia, la calma.... son cosas que se van aprendiendo y los niños necesitan de nuestro acompañamiento respetuoso para asimilarlo.

  • Dejar que tomen algunas decisiones es muy bueno para que aprendan a equivocarse y a subsanar sus errores. La sobreprotección no les ayuda a desarrollarse y acaba afectando de manera negativa a su autoestima. Obviamente, las decisiones que les dejemos tomar no pueden afectar a su seguridad o a su desarrollo futuro (por ejemplo, tiempo de pantallas, hora de llegar a casa, estudios...).

  • Edúcale en el cerebro emocional sano desde tu actitud, tu comprensión y escucha.

  • Enseñar al niño a que sus pensamientos, sus emociones y sus acciones vayan en la misma dirección. Esto se consigue con el cuidado de los tres cerebros, primero la seguridad, la pertenecían, las necesidades fisiológicas atendidas, y luego el reconocimiento. Esto les dará una gran coherencia y felicidad para su vida.

Fotos | iStock

Agradecimientos | Ana Asensio, autora de Vidas en Positivo

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