Entre mis propuestas para cambiar la Educación es indispensable que explique la importancia que va a tener para el niño a lo largo de su vida el pensamiento crítico y ofreceros algunas ideas para ayudarles a desarrollarlo.
La importancia del pensamiento crítico
El pensamiento crítico es fundamental a lo largo de toda nuestra vida. Nos va a permitir discernir que propuestas o ideas son válidas, detectar los errores de lógica y los engaños y ser capaces de elegir de forma responsable, consolidar y defender nuestra manera de ver el mundo con justicia, equidad y sin extremismos.
Nos ayudará a no seguir a un partido político si nos engaña o nos perjudica, a valorar las creencias de los demás y las propias desde la autonomía y el respeto, a no caer en manos de farsantes y charlatanes, a valorar las relaciones humanas y saber elegir las que no nos causan daño.
Y además, en cuanto al pensamiento científico, que merecerá una entrada más adelante, será la capacidad crítica la que les ayudará a comprenderlo e incluso encontrar nuevas respuestas a los interrogantes que siguen abiertos y a buscar soluciones nuevas a los problemas sociales y ecológicos del futuro.
Las bases del aprendizaje del pensamiento crítico
Las bases del aprendizaje del pensamiento crítico es sencilla: el pensamiento crítico. Debemos permitir que el niño aprenda mediante el error y la reflexión autónoma, no mediante la memorización.
Debemos permitirle ofrecernos sus propias respuestas sin penalizar la equivocación, la imaginación o la divergencia. Nunca jamás ridiculizarlos, ni usar el chantaje, ni hacerles sentir presionados, ni confundir castigo con consecuencia.
Los niños con pensamiento crítico
Los niños que piensan por ellos mismos y ejercen el pensamiento crítico cuestionarán lo que les presentemos como verdades morales, normas, ideas, creencias y respuestas.
A veces nos harán sentir incómodos ante nuestras propias contradicciones. Nos revelarán nuestra propia ignorancia y prejucios. Son maravillosos. Pero para poder acompañarlos nos tenemos que volver nosotros capaces de autocrítica, flexibles y conscientes de nuestros límites.
Nos van a hacer aceptar una idea que nos dolerá: los adultos no siempre tienen la razón. Tenemos que asumirlo y hasta comprender y aceptar que los adultos que nos educaron con amor hicieron cosas equivocadas y nos dañaron. Sin esa capacidad dificilmente ayudaremos a que los niños desarrollen un pensamiento crítico real, pues este se aprende mediante su ejercio.
No es cuestión de educar en la anarquía, sino en la capacidad de reflexión, cuestionamiento y revolución. No podemos caer en usar la indefensión aprendida como estrategia, ni amenazar con castigos, ni asustarles.
No podemos reproducir en ellos la necesidad de obedecer a la autoridad sin cuestionarla ni negarse a seguir órdenes injustas. No digo que sea más sencillo educar de esta manera, pero desde luego eso si es educar, no adiestrar. Estamos con los niños para ayudarles a convertirse en adultos plenos y responsables, no en sudbitos sin criterio propio ni capacidad de desobediencia. El camino es complicado, pero indispensable.
No son dóciles, no aceptan sin pedir explicaciones, conservan su derecho a no aceptar por válido todo lo que les digamos. Puede que incluso llegen a manifestar desobediencia si consideran nuestras órdenes injustas.
En ese caso deberemos esforzarnos en que confíen en nosotros en las cuestiones importantes y de seguridad, y deberemos también autocuestionarnos con valor y flexibilidad lo que damos por sentado como obligatorio e inamovible.
No pretendemos educar borregos sumisos, sino personas con una capacidad critica y determinación, ¿verdad?
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