La adolescencia es una etapa llena de cambios y retos para todos. En primer lugar para el propio adolescente, que atraviesa una etapa transformadora en la que comienza a definir su identidad. Y en segundo lugar para sus padres, que deben aprender a acompañarle de una forma nueva y diferente, situándose detrás para ayudarle a despegar.
Quizá por todo ello la adolescencia da tanto miedo a los padres, y acabamos cayendo en etiquetas y prejuicios que nosotros mismos imponemos con el objetivo de tratar de entender muchas de las cosas que se nos presentan.
"Cuando son pequeños, educar parece relativamente fácil y además hay mucha literatura sobre ello" - reflexiona Diana Jiménez, psicóloga, educadora en Disciplina Positiva y creadora de Infancia en Positivo y Adolescencia en Positivo
"Pero al llegar a la adolescencia, nuestros hijos necesitan más que nunca a un adulto preparado que les acompañe y en cambio se encuentran con unos padres cansados que pusieron todo su interés y esfuerzo en la infancia, y que ahora solo esperan que la adolescencia pase rápido y salga bien".
Esto nos lleva en muchas ocasiones a perder la conexión con nuestros hijos y a querer controlar cada paso que dan o decisión que toman. Los padres nos sentimos vulnerables pues, como bien apunta Diana, "en la adolescencia comenzamos a ser más conscientes que nunca de de que nuestros hijos no nos pertenecen. Nos los prestaron con apenas 50 cm y 3 kilos de peso, y solo tenemos 20 años para educarlos"
La buena noticia es que "la adolescencia supone para los padres una segunda oportunidad para educar en positivo y conexión", explica esta psicóloga, quien lleva años acompañando a las familias en la educación de sus hijos con programas como "Boot Camp: Bienvenida adolescencia", que dará comienzo el próximo 7 de junio.
Hemos hablado con Diana Jiménez sobre los retos que supone la adolescencia y sobre las tres claves fundamentales que deberían primar en la relación entre padres e hijos adolescentes.
Educar en conexión, no en corrección
Los padres somos el espejo en el que nuestros hijos se miran y su principal ejemplo y referente. En este camino de aprendizaje debemos mostrarles las diferencias entre lo correcto y lo incorrecto, y reconducirles cuando desafían los límites. Pero en todo momento debe primar el amor, el respeto y conexión, y esto último lo solemos ir perdiendo a medida que nuestros hijos crecen y se adentran en la adolescencia.
Así, es frecuente que los padres nos pasemos el día corrigiendo a los adolescentes: "tienes que estudiar más", "no dejes los zapatos tirados en el suelo", "saluda cuando llegues", "tu habitación está hecha un desastre".... lo que acaba provocando una "guerra" entre padres e hijos.
Llega un momento en que los adolescentes dejan de escucharnos, se dan media vuelta y se van, o nos reprochan nuestra actitud: "no me escuchas cuando te hablo", "no me dejas explicarme", "siempre estás igual", "me hablas fatal"...
Entonces, los padres contestamos a sus reproches iniciando una guerra de poder: "eres un egoísta", "¡cómo me puedes decir eso!", "ya no se qué hacer contigo", "eres un vago"... Y a veces, incluso acabamos cayendo en los castigos - explica Diana Jiménez.
Pasar de corregir a los hijos a conectar con ellos, exige un importante esfuerzo por parte de los padres, pues venimos de una generación educada con autoritarismo, donde además el error se ocultaba ("que no me entere yo que haces esto") y éramos corregidos continuamente.
Por eso es importante ser conscientes de cómo las correcciones continuas pueden acabar afectando a la autoestima de nuestros adolescentes, y aprender a escucharles de forma activa, guardando silencio mientras nos hablan y dando pie a que manifiesten sus opiniones, preocupaciones y emociones, permitiendo que ellos mismos lleguen a sus propias conclusiones.
Influir en nuestros hijos, no controlarlos
Diana apunta a la influencia de los padres en los hijos como segunda clave para lograr la conexión, aunque recalca algo importante: influir en los hijos no es querer que nos hagan caso, sino permitir que tomen sus propias decisiones y confiar en ellos.
La influencia se consigue siendo un padre presente que mire con ojos buenos, que pregunte más y ordene menos, que busque la conexión y muestre confianza y aliento. No hay nada que ayude más a crecer a nuestros hijos que sentirse aceptados tal cual son, para poder convertirse en lo que estén destinados a ser.
Así pues, confiar en ellos, fomentar su autonomía y toma de decisiones son aspectos fundamentales que debemos poner en práctica en la educación del adolescente. Y es que, como nos recuerda la experta, "en esta etapa de la vida nuestros hijos necesitan buscar su propio camino, y lo que más le ayuda en este proceso es sentirse escuchados y conectados a nosotros"
Dicho esto, es normal que en algunos momentos los padres sintamos miedo o tengamos dudas sobre las decisiones que toman nuestros hijos. Precisamente por eso es tan importante influir en ellos de forma positiva, permitiéndoles que nos cuenten sin juzgar, y por supuesto, expresándoles también cómo nos sentimos nosotros.
Comunicarnos con más humor
Por último, la psicóloga y educadora en Disciplina Positiva nos recomienda sacar más a menudo nuestro sentido del humor para comunicarnos con nuestros hijos adolescentes, pues el humor no solo ayuda a rebajar la tensión, sino a disfrutar más de esta etapa.
En este sentido, Diana nos invita a recordar aquellas cosas graciosas que hacían nuestros hijos cuando eran pequeños, sus gestos y muecas divertidas, sus palabras sin sentido, sus expresiones locas que arrancaban nuestras carcajadas... Y nos lanza una pregunta que invita a la reflexión: "¿Por qué en aquel momento nos reíamos tanto con sus ocurrencias, y ahora que son adolescentes ya no nos hace gracia su argot o su jerga?".
En su opinión, la respuesta es clara: hemos perdido la conexión y nos quedamos en la superficie de su conducta, sin tener presente que están atravesando un importante proceso de cambio.
Si somos conscientes de que nuestros hijos están en un momento de cambio a todos los niveles (físicos, psicológicos, cerebrales…), nos daremos cuenta que no podemos añadirles más presión, y que debemos ser el refugio que esperan de nosotros
La adolescencia es la pasarela de entrada a la juventud y a la adultez, cómo transiten esta etapa nuestros hijos va a depender de quiénes y cómo les acompañemos en el camino.
Tú decides si quieres ser ese padre que le haga brillar, o por el contrario, quien apague su luz.
En definitiva, la adolescencia es un camino maravilloso y complejo que tanto padres como hijos debemos aprender a transitar desde el respeto mutuo, la conexión y la escucha.
Como en cualquier otra etapa de la vida pueden surgir baches, pero para evitar que afecten a nuestra relación es necesario no quedarnos en la superficie de la conducta, y entender que nuestros hijos están atravesando un proceso de cambio hacia la construcción de su propia identidad en donde nos necesitan más que nunca. ¡No les fallemos!