Muchos hemos oído decir, leído o incluso hemos recibido (en mi caso no yo, sino mi mujer) la recomendación de marcar unos horarios fijos en la alimentación de los bebés y los niños.
“Los niños deben tener unos horarios para comer”, “que tome leche cada tres horas” o “si no llega a la siguiente toma, déle agua” son frases erróneas demasiado comunes todavía.
De la misma manera que los adultos no tenemos unos horarios para comer (de manera fisiológica, pues las obligaciones de los días laborales nos los marcan), los bebés tampoco deberían tenerlos.
Comemos siempre que tenemos hambre y dejamos de hacerlo cuando ya no tenemos. Unas veces necesitaremos merendar, pues nos habremos quedado con hambre y otras veces habremos comido tanto que no volveremos a comer hasta la cena.
Pues los bebés funcionan de igual manera y es por ello que hoy en día siempre que se dan recomendaciones relativas a la lactancia un mandamiento impera: la lactancia materna debe ser a demanda.
Algunas recomendaciones de hace tiempo decían que los bebés debían mamar cada tres horas y durante diez minutos. Esto hacía que muchos niños pasaran hambre al espaciarse tanto las tomas y se quedaran insatisfechos al recibir leche sólo durante diez minutos, cuando muchos necesitaban más tiempo para acabar la toma.
¿Por qué se eliminó la regla de las tres horas?
O quizá debería decir “por qué se debería eliminar la regla de las tres horas”, pues por desgracia se sigue recomendando lactancia materna cada tres horas en muchos hospitales y centros sanitarios.
Durante un tiempo la mayoría de bebés fueron (fuimos) alimentados con leche artificial. Esta leche es más difícil de digerir y esto hace que permanezca en el estómago de los bebés durante prácticamente tres horas (a veces menos, a veces más).
Muchas personas (entre las que se incluyen muchos profesionales de la sanidad) sostienen que no se puede ofrecer alimento a un bebé si todavía tiene comida en el estómago, es decir, que no se les puede dar leche si aún no ha acabado la digestión por un supuesto riesgo de empacho.
Esta falsa creencia proviene de la necesidad de controlar las tomas en los bebés muy prematuros. Muchos de ellos no son capaces de digerir el alimento que se les ofrece por sonda y esto hace que haya que esperar a que lo hayan digerido por completo y valorar si queda algo en el estómago antes de ofrecer más cantidad.
Sin embargo, los bebés a término (y muchos prematuros) son capaces de digerir sin problemas igual que lo hace un adulto: entra alimento y es digerido. Los adultos podemos comer con el estómago vacío y podemos comer con el estómago lleno. Los bebés, por supuesto, pueden hacer lo mismo.
De hecho, cuando nos llevamos la primera cucharada al estómago, éste ya no está vacío y sin embargo seguimos comiendo. Es como si, tras comer el primer plato, nos negaran el segundo porque tenemos que digerir el primero.
Si un bebé, a los 10 minutos de haber mamado, vuelve a pedir pecho, puede haberse quedado con hambre, puede que haya mamado un poquito y que no quisiera más, pero ahora se ha dado cuenta que sí quiere más, puede que le vinieran ganas de observar el techo y ahora le apetece volver a tomar el pecho, puede que…
Aunque alguien nos diga: “¡¡pero cómo va a tener hambre, si acaba de mamar!!”, debemos pensar que, si pide de nuevo, es que no había acabado.
De igual manera, si en vez de 10 minutos pasa una hora estaremos en las mismas. Si solicita comida es señal de que la necesita.
La leche materna, al contrario que la artificial, se digiere más fácilmente y permanece en el estómago menos tiempo.
Decirle a una madre que espere tres horas para alimentar a un niño que toma al pecho es dejarlo sin comer cuando lo necesita (porque pedirá antes de las tres horas) e hipotecar la producción de leche, que depende de la cantidad de succión del bebé.
Curiosamente muchos niños que son alimentados con horarios acaban tomando lactancia mixta, pues como dicen los que han recomendado los horarios “tu leche no le alimenta”, “se está quedando con hambre” y “será que tienes poca leche”.
No es problema de que la leche alimente o no (la leche materna de toda mujer es de indudable calidad a menos que esté desnutrida), sino que ciertamente se está quedando con hambre porque la madre le está dando cada tres horas y no cuando el bebé lo necesita.
Los únicos que saben realmente cuánto necesitan y cuánta hambre tienen son los bebés, por eso se les deja el control a ellos.
En unos días seguimos con este tema para entender un poco más por qué no hay que seguir unos horarios fijos para dar de mamar y por qué no hay que limitar las tomas a diez minutos en cada pecho.
Fotos | Flickr (Raphael Goetter), Flickr (timtom.ch)
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