Antes y después de ser madre: cómo cambia el valor de las cosas
La maternidad es una experiencia que cambia por completo tu vida, tanto física como mentalmente. Cuando te conviertes en madre rediseñas tus rutinas diarias, tu estilo de vida es uno completamente diferente y tus intereses cambian: te encuentras con que lo que antes te interesaba ya no resulta tan importante y descubres nuevos temas en los cuales enfocarte.
En general, con la maternidad te das cuenta que tu manera de pensar cambia a tal grado, que las cosas adquieren un valor distinto después de tener hijos.
Las cosas que me importaban antes de ser madre
Desde mi experiencia personal, creo que la maternidad cambió mis intereses de una manera impresionante. Las cosas que antes me parecían importantes ahora me dan igual o incluso hasta me parecen aburridas, mientras que las cosas simples de la vida, ahora me parecen asombrosas.
Antes de ser mamá, me importaban mucho las apariencias. Especialmente mi apariencia física. Me interesaba por estar al pendiente de las nuevas tendencias, porque mi ropa estuviera siempre de moda e impecable. Me importaba mucho cada detalle de mi aspecto físico.
Antes de ser mamá, me interesaba mucho por saber qué estaban haciendo mis amigos y conocidos, qué es lo que pasaba en el mundo. Me gustaba saber cuál era el lugar de moda, salir con ellos a conocerlo y mantenernos siempre al día con los últimos chismes.
Antes de ser mamá, era muy exigente con mi tiempo. Odiaba que me cancelaran planes o me hicieran cambios de último minuto. Me gustaba planificar mi semana con antelación y tener una vida social muy activa.
Antes de ser mamá, daba muchas cosas por sentado. Era dueña de mi tiempo. Pensaba que siempre podría hacer lo que quisiera cuando quisiera. Que si no me urgía, podría dejar las cosas para después, al cabo tenía todo el tiempo del mundo.
Antes de ser mamá, no solía ser muy afectiva con mi familia y seres queridos. Si los veía o no, no pasaba nada, ya habría tiempo para verles en cumpleaños, reuniones familiares o Navidad.
Antes de ser mamá, solía ser muy impaciente. Siempre tenía prisa para todo: al manejar, al caminar, al esperar mi turno en el banco, al hacer fila para pagar en una tienda. Tenía mucha prisa por hacer todo porque no quería perderme de nada de lo que estaba ocurriendo en el mundo.
Las cosas que me ya no me importan desde que soy mamá
Creo que cuando nos convertimos en madres nos llega una especie de “golpe de realidad” que nos hace replantearnos la importancia que le damos a algunas cosas, haciendo que nos enfoquemos en el verdadero valor de éstas.
Desde que soy mamá, dejé de preocuparme por las apariencias. Claro que aún me importa verme bien, pero si mi ropa está de moda o no, no es algo que me quite el sueño ya. Me importa más vestir prendas en las que me sienta cómoda y segura de mí misma. Tampoco me importa que mi ropa se manche o ensucie, pues esto quiere decir que hubo unas manitas traviesas abrazándome y cerca de mí.
Desde que soy mamá, me dejó de interesar lo que hacían los demás. Sigo en contacto con mis amigos, pero ya no me interés saber cuáles son los lugares de moda en la ciudad. ¿Chismes y rumores? Lo siento, no tengo tiempo para eso y prefiero utilizarlo para hacer cosas que verdaderamente me hagan feliz.
Desde que soy mamá, ya no me importa mucho si me cancelan los planes y a veces hasta gusto me da que lo hagan. No me preocupa tener una vida social activa, pues tengo una vida rica e interesante en casa con mi familia. Si fuera por mí, no me perdería un solo segundo del crecimiento del maravilloso ser humano al que di vida.
Desde que soy mamá, entendí que ser dueña de mi tiempo no es algo que importe mucho cuando tienes hijos. Desde luego que uno quiere tener oportunidad de hacer muchas cosas, pero con hijos no siempre es posible. Esto me ha enseñado a valorar más las cosas. Quizás no me importe mucho no tener tiempo de salir de comprar o ir al cine, pero sin duda ahora valoro más esos pequeños momentos a solas que tengo para mí.
Desde que soy mamá, comencé a decir “te amo” a mi familia todos los días. La familia es lo más importante que tenemos en nuestros primeros años, y no quiero que mi hija se pierda nada de eso. La familia es todo. Convertirme en mamá me hizo fortalecer la relación con mis padres, visitarlos con más frecuencia, hablar diario y mostrarles mi amor y afecto en cada oportunidad que tengo, pues ahora entiendo y sé todo lo que vivieron al tenerme a mí y a mi hermana.
Desde que soy mamá, dejó de importarme el ir y venir apresurado que solemos tener todos. He aprendido a caminar despacio, detenerme a contemplar las nubes, oler las flores, respirar profundo y maravillarme ante el mundo en el que vivimos. No me importa si la persona de enfrente va caminando o manejando lento, ahora disfruto la vista y me doy cuenta de todas aquellas cosas que me perdía intentando “no perderme nada del mundo”.
Ahora que soy mamá, lo más importante para mí no son las cosas materiales, sino aquellas cosas que te enriquecen el corazón y hacen sonreír a tu alma. Los besos de mi hija, los abrazos en familia, las risas a la hora de la comida y el ver crecer a mi niña frente a mis ojos, son las cosas que más me interesan.
Por supuesto que no vivo ausente o desconectada del mundo exterior, y tampoco es que haya perdido mi esencia o el interés por todo lo que antes me importaba. Simplemente ya no tienen el mismo valor de antes. No tengo prisa por vivir la vida ni estar al pendiente de lo que hagan los demás, porque las cosas que verdaderamente importan las tengo conmigo.
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