La paciencia se entrena: cómo conseguir ser más paciente con tus hijos
"Es que soy muy impaciente", me dije a mí misma por muchos años. A la fecha aún lo digo, pero solo ante ciertas situaciones. Estar de pie esperando turno, por ejemplo, hace que mi paciencia se vaya reduciendo con cada minuto que pasa.
Pero si hablamos de maternidad y crianza, la paciencia es algo que sí o sí debemos tener, pues no es nada fácil ni sencillo este trabajo de criar y es necesario tenerla para poder afrontar muchas situaciones.
Quizás tú como yo, piensas que no eres la persona más paciente del mundo, sin embargo y así como muchas otras habilidades de vida, la paciencia se puede entrenar. Te comparto seis consejos para conseguir ser más paciente con tus hijos.
Las demandas de la vida con hijos
La llegada de un hijo lo cambia todo. Así como aumentan las alegrías y emociones positivas, también lo hacen las responsabilidades y el estrés. Por eso, aunque nos sintamos dichosos de tenerles, es posible que en ocasiones nos sintamos sobrepasados, resultando en la pérdida de nuestra paciencia.
He iniciado comentando esto, porque muchas veces como padres nos planetamos expectativas irreales de la vida con hijos y sobre nosotros mismos, que en nuestra mente suenan muy lindas, pero en la práctica son completamente diferentes.
Debemos ser plenamente conscientes de que esto de la maternidad y paternidad, a veces, puede ser muy difícil, y recordar que aunque siempre podemos trabajar en mejorar, también debemos ser amables y evitar convertirnos en nuestro peor juez.
Dicho esto, volvemos al objetivo de este artículo: cómo conseguir ser más pacientes con nuestros hijos.
Bajar nuestras expectativas
Este es el primer consejo y en mi experiencia personal, uno de los más importantes, porque al igual que como lo he comentado con las expectativas acerca de nosotros mismos, también las que ponemos en nuestros hijos pesan y pueden afectar a nuestra paciencia.
Tenemos que tener claro que la utopía no existe: las cosas no siempre van a salir como queremos y nuestros hijos tampoco estarán todo el tiempo de buen humor. Habrá días en los que se levantarán con el pie izquierdo, o por alguna razón no querrán hacernos caso.
En estos días, es cuando debemos recordar que solo son niños y que apenas están aprendiendo todas esas cosas que nosotros ya sabemos sobre la vida. La infancia es una etapa llena de sorpresas, cambios, pruebas, errores y ajustes constantes, en la que habrá subidas y bajadas, progresos y retrocesos.
Como lo dije alguna vez: donde tú ves un desastre, tu hijo ve una capacidad o habilidad nueva. Así que antes de enojarte o estallar porque las cosas no han salido como esperabas, intenta ver las cosas desde sus ojos... y te aseguro que comprenderás muchas cosas que te ayudarán a ser más paciente.
Enfocarse en el presente
Mi segundo consejo es aprender a ser más conscientes del momento presente. Muchas veces el origen de nuestras angustias y desesperación -que después evolucionan a la impaciencia-, está en todas esas cosas que todavía ni siquiera suceden.
En ocasiones, nuestra preocupación por todo lo que está pendiente por hacer, así como nuestra prisa y desesperación por querer hacerlo todo, hacen que perdamos el enfoque de lo que está sucediendo frente a nuestros ojos.
Aprendamos a disfrutar el momento, y esto a su vez, nos ayudará a cambiar un poco nuestra perspectiva sobre la vida y la maternidad, lo que por consecuencia puede ayudarnos a ser más pacientes con nuestros hijos.
Practicar la reflexión
Como vimos en el punto anterior, muchas veces la impaciencia es fruto de una mente saturada. Tener tantas ideas dando vueltas en nuestro cerebro, nos hace sentirnos desorganizadas y estresadas, y esto claramente se ve en el día a día.
Una forma de trabajar en esa carga mental que solemos llevar las madres, es practicar la meditación y la respiración consciente, que aunque suene sencillo, no siempre lo es. De hecho, comenzar a meditar suele ser difícil al principio, porque nuestra mente aún no está entrenada.
Pero poco a poco podemos lograrlo, y una vez que lo hayamos hecho, seremos capaces de hacer reflexiones más profundas. Todo esto, nos ayudará a que podamos analizar y también comenzar a identificar los momentos en los que perdemos la paciencia.
Cuando seamos capaces de identificar esos momentos, más sencillo será detenernos para reflexionar sobre ellos y tener soluciones que nos ayuden a canalizar esa emoción negativa y convertirla en una neutral o positiva, como recurrir a los mantras, por ejemplo.
Tener algunos trucos prácticos
Una de las partes más difíciles de entrenar la paciencia, es lograr detenernos antes de que esta se agote si no estamos acostumbrados a ello. Aunque es verdad que la reflexión y análisis nos pueden ayudar, habrá situaciones en las que no funcionen tan efectivamente (porque estamos cansadas, porque hemos tenido un día pesado, etcétera).
Así que otra opción, es tener en mente algunos consejos prácticos que nos puedan ayudar en ese momento en el que estamos a punto de explotar, una especie de pequeños trucos que nos ayuden a volver a encontrar la calma, como los siguientes:
Respira profundo
Cuando sientas que estás por perder la paciencia, detente y cierra los ojos. Inhala profundamente y exhala muy lentamente. A veces funciona hacerlo una sola vez, pero si es necesario que hagas más respiraciones, hazlas.
Cuenta hasta 10
Sí, es el clásico que todos conocemos y escuchamos, pero la repetimos porque es realmente efectiva. Contar lentamente del uno al diez nos ayudará a tomar esos segundos para calmar esa emoción que está a punto de desbordarnos.
Dialoga sin gritos
En ocasiones cuando perdemos la paciencia tendemos a contestar de mala gana y recurrir incluso a los gritos, pero además de que no son efectivos, éstos hacen mucho daño a los niños. Prueba a hacer una pausa, respirar, hablen y escúchense mutuamente. El diálogo siempre será mejor que los gritos.
Cambia la situación o usa un distractor
Este en particular es un recurso que uso mucho en ciertas situaciones en las que necesito enfocarme o concentrarme, como cuando necesito trabajar y mi hija está teniendo una fiesta ruidosa junto a mí o cuando viene mi sobrina de visita y el volumen de la fiesta aumenta al doble.
En lugar de pararme enfadada porque ya les dije dos o tres veces que no hicieran tanto ruido, intento proponerles alguna otra cosa que pueda funcionarnos a todos. A veces es proponerles un juego más tranquilo (como una fiesta de té), darles un puzzle que hace tiempo no arman, o entregarles un poco de material para que hagan manualidades.
Sal de la habitación
A veces, nada de lo que hagamos funciona. Ante esa situación lo mejor que podemos hacer es alejarnos para tomar un respiro a solas. Salgamos de la habitación o de la casa, y aclaremos nuestra mente antes de regresar.
Dedicar tiempo para nosotros
Siempre he dicho que el autocuidado o tiempo para nosotras mismos es parte esencial de la maternidad, y debe ser igual de importante que el cuidado de nuestros hijos. La razón es sencilla: para sentirnos bien y ejercer una mejor maternidad, debemos atendernos también a nosotros.
Una mamá cansada es una mamá más enojada, irritable y por lo tanto, impaciente. Por esto, y porque somos humanas, es indispensable que dediquemos un tiempo a solas para nosotras, que dedicaremos al autocuidado y a desconectar para descansar.
Sé que como madres no siempre se puede contar con este tiempo, pues en muchas ocasiones es difícil encontrar un hueco dentro de nuestros atareados días, pero podemos empezar con cosas pequeñas, como beber una taza de té relajante, leer un capítulo de un libro, escuchar una canción que nos levante el ánimo o tomar una pequeña siesta.
Y como siempre lo digo: desear o necesitar este tiempo a solas para nosotras no nos hace malas madres, ni debemos sentirnos culpables por ello. Recordemos que este tipo de momentos nos ayudan a estar más relajadas y ser más pacientes.
Disfrutar esta aventura, con lo bueno y lo malo
Y finalmente, un consejo que bien podemos aplicar para cualquier situación en la vida: disfrutarlo, todo. La vida con hijos es una aventura impredecible, llena de emociones y experiencias increíbles. Algunas son buenas y otras no tanto, pero todas son parte de un todo.
Es verdad que cuando tenemos hijos hay algunas cosas que se vuelven más complicadas y que pueden poner a prueba nuestra paciencia, pero la verdad es que tenerles en nuestra vida hace todo mucho mejor.
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