Sincerando la lactancia materna, mis tres experiencias con sus luces y sombras

Sincerando la lactancia materna, mis tres experiencias con sus luces y sombras
4 comentarios

Entre el 1 y el 7 de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, y desde Bebés y Más nos estamos haciendo eco de ello con diferentes artículos y vídeos que la fomentan, defienden y protegen. Y es que, aunque todos conocemos los múltiples beneficios que tiene la lactancia para madre y bebé, aún queda mucho trabajo que hacer y muchos mitos que derribar.

Es importante visibilizarla y sincerarse, mostrando las múltiples facetas con las que nos podemos encontrar. Porque cuando todo marcha bien, la lactancia es maravillosa, pero en algunos casos no resulta fácil y hablar de ello y buscar ayuda, puede ayudarnos a convertir la experiencia en una de las más bellas de la maternidad.

Tengo tres hijos y tres historias de lactancia; alguna buena y otras menos buenas. Hoy me gustaría compartirlas todas, porque creo que es importante visibilizar las historias en las que no siempre las cosas salen como una espera, ya que hablar con naturalidad y sin tabúes de nuestras experiencias, puede servir de apoyo a muchas mamás.

Mi primera lactancia: amamantar a un bebé con APLV

Embarazada de mi primer hijo jamás me planteé otra forma de alimentarle que no fuera con lactancia materna. Era una decisión que me nacía del propio instinto por lo que no concebía otro tipo de opciones. Sin embargo, no fue hasta que me nació mi bebé cuando me di cuenta de que el instinto no era suficiente para salvar los obstáculos que se nos presentaron.

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Cesárea programada, ausencia de piel con piel y separación durante tres horas de mi bebé. Cuando me llevaron a la habitación los dolores post-quirúrgicos eran tan insorpotables que se me hacía difícil encontrar una postura para amamantar de forma cómoda. Todo ello unido al poco pecho que tengo y a la nula ayuda recibida por parte del personal sanitario, convirtieron los primeros días de lactancia en un infierno de grietas y dolor.

Mi bebé comenzó a perder peso de forma estrepitosa y por consejo médico tuvimos que apoyar la lactancia en biberones de fórmula. Días después de iniciar la lactancia mixta, mi bebé desarrolló alergia a las proteínas de leche de vaca (APLV).

Amamantar a un bebé con APLV es posible pero requiere de mucha ayuda profesional, apoyo e información, algo que hace ocho años no me fue fácil encontrar. Informaciones contradictorias, falsas creencias y grupos de lactancia en donde todavía no se oía nada acerca de esta alergia alimentaria en lactantes, causaron mucha mella en mí.

La mala salud de mi bebé y el no saber cómo lidiar con esta situación me superó, y decidí abandonar. Nuestra lactancia apenas duró dos meses y medio y aunque en aquel momento tomé la decisión firmemente convencida de lo que hacía, con el tiempo y la información en mi mano, aprendí que habría podido continuar.

Mi segunda lactancia: mastitis subclínicas, grietas y perlas de leche

Embarazada de mi segunda hija estudié todo lo que cayó en mis manos sobre APLV en lactantes para saber lidiar con el problema si se nos presentaba de nuevo. Sin embargo, me encontré con algo sobre lo que no había leido: el frenillo sublingual.

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Mi niña nació con un frenillo que dificultó mucho el agarre pero que le fue diagnosticado con cuatro meses, tras mucho tiempo de dolor y sufrimiento. Las grietas y las perlas de leche me acompañaron desde las primeras tomas, pero lo que realmente llevé peor fueron las incontables mastitis subagudas que padecí.

Fui a urgencias en varias ocasiones rota por el dolor, pero no había fiebre, ni endurecimiento de la mama, ni rojeces, por tanto era dada de alta sin ningún tipo de diagnóstico ni solución.

Poco se sabe o se habla acerca de las mastitis subagudas pero el dolor es terrible y la impotencia de no saber qué hacer ni a quien acudir lo hacían aún más duro. Fue entonces cuando acudí a un grupo de lactancia y los consejos de las asesoras y las experiencias de otras madres me ayudaron a tirar hacia adelante con una lactancia con la que, hasta ese momento, soñaba con abandonar.

Mi tesón y el apoyo incondicional de mucha gente fueron claves para seguir adelante con fuerza y positivismo. Y pasito a pasito, mes tras mes, llegamos a los 13 meses de lactancia.

Mi tercer embarazo de alto riesgo, con contracciones y reposo nos obligaron a abandonar aunque hacía semanas que mi hija ya había comenzado a destetarse por sí sola.

Mi tercera lactancia: frenillo submucoso y múltiples alergias

Afronté mi tercera lactancia con una fuerza y un empoderamiento difíciles de describir. Estaba convencida de que todo saldría bien y que nada podría dificultar esta tercera experiencia.

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Pero mi bebé nació con un frenillo submucoso en grado máximo y esta vez decidí operarle. Fue la mejor decisión que pude tomar pues a partir de aquel momento pude disfrutar por primera vez en mis tres maternidades, de una lactancia placentera tanto física como psicológicamente.

Sin embargo, la tregua duró poco tiempo y a los tres meses mi bebé comenzó a presentar síntomas claros de APLV y alergia a la soja y al huevo, por lo que tuve que restringir de mi dieta estos alimentos para poder amamantarle sin riesgo.

La dieta de exclusión fue dura, pero tenía experiencia previa y mucha información al respecto, por lo que salvando estos obstáculos, la lactancia de mi tercer hijo fue una auténtica maravilla y la disfruté muchísimo hasta que él quiso.

Hoy miro atrás y volvería a pasar por todas las experiencias vividas. Porque aunque algunas fueron duras, me empoderaron, me ayudaron a superar obstáculos y a creer en mí misma.

Y cuando recuerdo las sonrisas de mis bebés mientras mamaban, la leche brotando por la comisura de sus labios y ese cruce de miradas tan único y especial, sólo puedo agradecer a la vida la oportunidad que me ha brindado de poder disfrutar de tres lactancias, con sus luces y con sus sombras, y animar a otras mamás a luchar por ello si es lo que quieren.

Fotos | iStock, Silvia Díaz

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Comentarios cerrados
    • ¡Enhorabuena valiente!

      No sabes cuánto te entiendo, y cuanto entiendo ese sentimiento de empoderamiento...
      Mi pequeño, prematuro, también fue APLV (ya corregida, gracias a Dios) y a día de hoy te puedo decir que aún hay mucho desconocimiento de esta alergia.

      Yo también recuerdo la dieta con horror... no solo me quitaron leche; también soja, huevo, marisco, frutos secos y pescado azul... ni qué decir que a los dos meses de haber dado a luz pesaba un kilo menos que antes de empezar el embarazo... pero cada gramo que cogía mi hijo a base de teta, me llenaba de satisfacción.

      Solo nosotras sabemos lo que pasamos...

      ¡Gracias por hacerlo visible!

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    • Avatar de pilarabril Respondiendo a pilarabril

      Muchas gracias a ti por compartir tu historia. ¡Qué difícil es amamantar a un bebé con alergias! Solo nosotras lo sabemos y, como bien dices, la satisfacción de ver que crecen, engordan y van recuperando su salud gracias a la lactancia materna, es realmente indescriptible.

      ¡Enhorabuena a tí también!

    • Cómo entiendo tu afirmación de que la lactancia es una de las experiencas más bellas de la maternidad. Con mi hija mayor, hoy de 4 años, la lactancia tuvo un duro comienzo por culpa de la ceséarea y de los famosos "protocolos" del hospital. Grietas, mal agarre, bajo peso... Pero gracias al apoyo de otras mamás a través de internet, contacte con una consultora de lactancia cuya asesoría mereció el precio que cobraba. Nuestra lactancia se encarriló y duró hasta casi los 3 años, en pleno embarazo de mi segundo hijo. Yo también sentí ese empoderamiento en el segundo embarazo. Antes de la cesárea (esta vez totalmente necesaria por braquicardias y riesgo de sufrimiento fetal tras la rotura de la bolsa), me preguntaron si iba a intentar dar el pecho y mi respuesta fue contundente y provocó la risa y el aplauso de un personal mucho más concienciado que el de mi primer parto: "no, no voy a intentar dar el pecho. Voy a DAR el pecho". Ya sabía cómo actuar y dónde acudir si surgían problemas... Pero no los hubo. Pese a la cesárea, un desgarro uterino que me mandó de nuevo al quirófano menos de 24 horas después, 6 días de hospitalización y un frenillo sublingual... sorprendentemente, no hubo ningún problema. Unas pequeñas grietas debidas a malas posiciones (cuando estás enganchada a mil cables es difícil encontrar una postura cómoda, y aquello se convierte en lo que yo llamo "lactancia extrema"), que antes de darme el alta ya estaban curadas... y a casa.
      Ahora escribo con mi nene de 14 meses enganchado al pecho. Y aún, de vez en cuando, mi hija mayor me pide que le ponga en una tacita un poco de "lechecita de mamá", que se bebe paladeando, como un buen vino...

    • Nosotros disfrutamos la lactancia sin mayor dificultad (tocamos madera)
      Del primero ni un solo problema si exceptuamos que fue siempre con pezoneras y que, sumado a una huelga de lactancia, dejó de hacer tomas y a rechazar durante 1 mes el pecho. Leche materna que le di en biberón.
      De la segunda, muchísimo mejor todo, sólo usamos pezoneras un mes a causa del frenillo. Las quite Para probar y sorprendentemente no me causaba daño, y ahora resulta que ya no tiene frenillo.
      Tengo buenísimo recuerdo de la primera a pesar de corta, y estoy disfrutando la segunda un montón, con la misma energía y el mismo convencimiento que la primera vez. O quizás más, dejar las pezoneras atrás nos da una infinita libertad en todos los ámbitos, sobre todo con un bebe tan demandante como es la segunda. Si hay alguna sombra que pueda surgir, sería el dolor de la primera semana con el pecho, donde se juntaba el dolor de pecho por el frenillo con los dichosos entuertos. Pasado lo segundo y con pezoneras por lo primero, todo maravilloso. Debo decir que en eso, he sido afortunada. Y que dure!

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