"Tengo una hija que come muy mal y es desesperante": mi experiencia como madre, preocupaciones y los trucos que nos funcionan

"Tengo una hija que come muy mal y es desesperante": mi experiencia como madre, preocupaciones y los trucos que nos funcionan
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Es difícil saber lo mucho que llega a desesperar tener un hijo que come mal, hasta que no lo vives en propias carnes. Es entonces cuando frases como "debe alimentarse del aire, porque de comida desde luego que no", cobra una dimensión tan apabullante que hasta asusta.

El caso de mi hija es de esos que frustran, preocupan y quitan el sueño a cualquier madre. Así que si te encuentras en una situación similar, solo puedo decirte que te entiendo, y que es por ti por lo que hoy me he decidido a compartir mi experiencia y los trucos que mejor nos funcionan para sobrellevar el momento de la comida.

¡Y yo que pensaba que mi primer hijo comía mal!

neofobia

Me estrené como madre de un peque al que le costaba comer cuando mi primer hijo cumplió los dos años. Como madre primeriza, joven e inexperta, viví aquella etapa con gran angustia y preocupación, y me preguntaba qué había ocurrido para que mi niño pasara de comer fenomenal, a rechazar casi todo lo que le ponía en el plato.

Por fortuna, aquella etapa de inapetencia pasó relativamente rápido, pero yo acabé tan 'desgastada' a nivel emocional, que cuando nació mi segunda hija comencé a analizar qué aspectos de su alimentación podía modificar para no encontrarme de nuevo con una situación similar a la que se me planteó con su hermano.

Y así fue como empecé a leer e informarme sobre alimentación complementaria, neofobia y nutrición en los primeros años de vida, y sin duda esos conocimientos me ayudaron a abordar la alimentación de mi hija una forma diferente, serena y confiada.

Para empezar, pusimos en práctica el método BLW a partir de su sexto mes, y las diferencias que noté con respecto a su hermano fueron increíbles. Con un año, mi bebé comía de todo, compartía mesa con nosotros y el momento de la comida le interesaba y agradaba especialmente.

Todo parecía ir sobre ruedas hasta que los fantasmas de la inapetencia volvieron a aparecer en torno a los dos años; la misma edad en la que su hermano también cambió sus patrones de alimentación

"Tranquila, ya comerá. Sabes que se trata de un periodo normal y habitual por el que pasan muchos niños", me repetía una y otra vez. Y aunque durante un tiempo me mantuve tranquila y despreocupada, pasados dos años la situación comenzó a desbordarme de nuevo porque lejos de minimizarse o desaparecer -como sí ocurrió con su hermano-, parecía acrecentarse día a día.

La angustia de una madre ante la inapetencia de su hijo a la hora de comer

comer

Ni qué decir tiene que he consultado con su pediatra en varias ocasiones, pero por fortuna mi hija es una niña sana. Se han descartado problemas de reflujo, intolerancias, alergias o cualquier otra patología, y puesto que crece según lo esperado y está activa y feliz, solo queda esperar a que la racha pase.

En estos más de cuatro años de 'mal comer' (actualmente, tiene casi siete años y el problema persiste) he probado de todo, desde camuflar ciertos alimentos, triturarlos o presentárselos con formas divertidas, hasta recurrir a premios y refuerzos positivos, una solución que a pesar de saber que no es adecuada, he llegado a tomar en algún momento fruto de la desesperación.

Vamos juntas al supermercado, cocinamos en familia e intento innovar nuevos platos que capten su atención. Pero a pesar de ver a sus padres y hermanos comer variado y equilibrado, y de contar con diferentes alternativas saludables para elegir, tengo claro que si mi hija pudiera prescindir del momento de la comida lo haría gustosamente.

Así que, cuando una madre me cuenta angustiada que su hijo se llena los carrillos y no traga, que no hay comida en el mundo por la que sienta atracción, o que deja de comer en el momento en que encuentra un trocito de verdura en el plato, no puedo más que empatizar con ella y su situación.

De madre a madre: estos son los trucos que me han funcionado

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Con el tiempo he aprendido a afrontar el momento desde la calma, respetando siempre a mi hija y no tomándome como algo personal su rechazo a mi receta. Pero reconozco que a veces es difícil hacer este ejercicio de contención, sobre todo cuando llevas horas cocinando para despertar su interés y decide no probar bocado, o cuando va a casa de los abuelos y rebaña hasta las sobras, dejándote en absoluta evidencia.

También me ha ayudado mucho hablar con su pediatra y ser consciente de que mi hija está sana, es feliz y rebosa energía. Esto me ayuda a relativizar la situación en momentos en los que la preocupación y los nervios se apoderan de mí.

Y por último, un recurso que nos está funcionando especialmente es el de elaborar juntas el menú familiar. Dentro de las opciones que yo le doy, ella elige el plato que más le gusta y la forma de cocinarlo. Así, por ejemplo, si un día toca comer huevos, ella decide si los quiere revueltos, en forma de tortilla de patata, escalfados, al horno...Intentando incluir nuevas presentaciones cada cierto tiempo. Después hacemos el menú como si fuera una manualidad para colgarlo en la pared, empleando cartulinas, brillantina, pegatinas o dibujos que lo hagan más atractivo.

Si mi experiencia te ha resultado familiar, cuéntame; ¿cómo gestionas tú este tema y qué es lo que mejor te funciona? ¡Ojalá podamos ayudarnos entre todos para superar esta situación que tanto puede llegar a afectar!

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Comentarios cerrados
    • Hola, te comprendo perfectamente. Nosotros atendemos a familias muy frecuentemente con este tema. Si necesitas un poco más de ayuda u otro punto de vista, no dudes en contactar con nosotros. Asociación AEFAM.

      Por aportar algo al tema, sin juzgar y por si le puede servir a alguien en situaciones similares. El pediatra, es un profesional de la medicina, y como bien dices, salvo que exista una condición médica que altere o condicione su alimentación, no es el personal al que debes dirigirte a mi modo de entender.

      Los hábitos alimentarios, son aprendidos desde el nacimiento. Por tanto, hay una educación de la misma. Desde nuestra entidad, abogamos como bien has dicho por el método BLW, y esto soluciona todos los problemas que ocasiona la educación en la alimentación tradicional.

      Lo que ocurre a partir de los 2 años, como bien sabrás, es que todo cambia, los niños y niñas crecen y alcanzan nuevas etapas cognitivas y madurativas, por tanto, las intervenciones educativas deben evolucionar a la par que evolucionan los niños y niñas.

      El método BLW, es mucho más complejo de lo que parece y se debe entender todas sus claves psicológicas y educativas. En este sentido ocurren 2 cosas con este método que puede llevar al fracaso de la aplicación.

      1) No formarse correctamente para ello. No todo el mundo sabe ni tiene experiencia en la aplicación del método. No todos los libros que hablan sobre el BLW, son correctos ni explican bien las claves.

      Partimos de la base, que los padres y las madres no tienen por qué ser maestros ni psicólogos formados, y por tanto se les van a pasar por alto muchísimas de éstas claves. Es como si hacen el mismo viaje a Florencia, cuna del movimiento del renacimiento italiano, una persona "normal y corriente" y una persona que haya estudiado por ejemplo en profundidad historia e historia del arte o similar durante varios años... Lógicamente ante la misma experiencia (o mismo libro/taller de BLW) las personas obtendrán una experiencia totalmente diferente ante la visita a la ciudad de Florencia. De hecho no puede disfrutarse de la misma manera ni entender ni comprender cada rincón ni cada detalle. Pasa exactamente igual con las intervenciones y métodos educativos.

      2) Si no dispones de las habilidades necesarias para la aplicación del método (que es lo más normal, porque como decía no todo el mundo tiene que entrenarse en dichas habilidades) debes dejarte acompañar por un profesional educativo que te vaya guiando y orientando en cada paso, porque lo normal, es desviarse del método cuándo las cosas no salen a la primera. Somos humanos y esa es la conducta que realizamos cuando no se cumplen nuestras expectativas.

      Mucho ánimo y estamos a tu disposición y a la de cualquier familia que se vea en una situación similar, o por el contrario quiera anticiparse y evitar las situaciones descritas.

      Salu2.

    • Hola,

      Yo he sido una de esas niñas que volvían locas a sus madres porque no las gustaba comer. Como ejemplos os diré que el día de mi cumpleaños pedía que no me obligasen a comer, y cuando estaba enferma (típico dolor de estomago) le pedía a mi hermano mayor, que es médico, que dijese que podía pasar el día sin comer solo con agua de limón.
      Lo único bueno que tenía es que nunca me negaba a probar cosas, siempre probaba la comida pero nunca me gustaba. Tenía los platos que podía comer sin más, aunque me tiraba 3 horas comiendo, se me hacía bola, etc. Y los platos que me daban asco. Pero no había ni usa sola cosa que me gustase, comía siempre por obligación.
      Esto empezó a cambiar en el instituto, me empezó a gustar comer algunas cosas y ya no tardaba tanto. Y en la universidad me volví el "monstruo" que soy ahora, que tengo que intentar controlarme porque me encanta comer, como de todo y lo disfruto muchísimo.
      Así que hay esperanza al final del tunel :)
      Mi mensaje sería de tranquilidad, los niños no se van a dejar morir de hambre y con poquito pueden estar alimentados, sanos, contentos y felices. En mi caso creo que probar siempre todo y que no me obligasen a comer fueron dos puntos decisivos para más adelante ir ampliando mis gustos progresivamente.

      Ahora soy madre yo también y entiendo la preocupación perfectamente, pero hay que intentar no agobiarse siempre que el peque esté sano.

      Mucho ánimo!

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