Hiperpaternidad: cuando creemos que estar siempre encima de los hijos es por su bien
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Hiperpaternidad: cuando creemos que estar siempre encima de los hijos es por su bien

La crianza de nuestros días es bastante diferente a la de hace treinta o cuarenta años, y no solo es una cuestión de seguridad. En la actualidad, los padres tendemos a preocupamos por de más y estamos excesivamente pendientes de nuestros hijos, llegando al punto de sobreprotegerlos tanto que prácticamente no saben hacer nada por sí mismos.

Como padres, hacemos todo lo posible por el bienestar de nuestros hijos, y creemos, erróneamente, que estar siempre encima de ellos es por su bien. Pero al contrario, así no les permitimos aprender de sus errores y por ende, no les permitimos crecer.

Hiperpadres e hipohijos

El fenómeno de los hiperpadres o la hiperpaternidad es un estilo de crianza que toma las riendas de todos los aspectos de la vida del niño e interfiere en el desarrollo de su propia autonomía, creando "hipohijos".

Hay dos tipos de padres que podríamos considerar hiperpadres, los "padres helicóptero", que se pasan todo el tiempo sobrevolando encima de los niños, siempre listos para ayudar o proteger, y los "padres cortacésped" que van por delante de sus hijos, allanándoles el camino y asegurándose de que nada se interponga en sus deseos.

Ambos tipos de padres utilizan tácticas similares, por lo general adelantándose a los problemas y al sufrimiento, y cuando estos surgen reaccionando por ellos, sin dejar lugar a que sean los propios hijos quienes se enfrenten a ellos.

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Ir por delante y darles todo hecho

Padres que piden los deberes por Whatsapp (y a veces hasta acaban haciéndolos ellos), padres que cargan la mochila del cole, que los peinan hasta los 15, y controlan en todo momento la localización a través del móvil. Ser planificadores de eventos, llenarles la agenda de actividades y entrometerse en exceso en el ámbito escolar de los hijos son algunos de los comportamientos habituales de los hiperpadres.

Son actitudes que contribuyen a hacer niños cada vez más dependientes e inseguros, acostumbrados a que papá y mamá hagan todo por ellos. Siendo niños, los efectos no son tan notables, pero al hacerse mayores se convierten en adolescentes y adultos sin autonomía ni capacidad para tomar sus propias decisiones.

De "hijos mueble" a "hijos altar"

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Eva Millet, periodista especializada en educación y crianza y autora de 'Hiperpaternidad' e 'Hiperniños' ahonda en sus libros en las consecuencias de la sobreprotección, y explica:

"Hemos pasado de tener hijos mueble, a los que hacíamos poco caso, a tener hijos altar, a quienes veneramos".

Señala que los hijos pasan a ser un proyecto de los padres, un producto a gestionar. Madres que practican una maternidad intensiva, que celebran en extremo cada logro de sus hijos, y obsesionadas con que sus hijos tengan éxito. Así atiborran sus agendas de clases extraescolares dejándoles apenas tiempo libre para el ocio o para pasar tiempo en familia.

Estamos en una constante carrera por ser padres perfectos y tener hijos perfectos "pero los hijos no quieren padres perfectos: quieren que les quieran, que les pongan límites, y que confíen en ellos", señala Eva, quien nos invita a través de sus obras a vivir una paternidad más serena y relajada.

Cómo evitar caer en la hiperpaternidad

Evidentemente, lo hacemos sin ser conscientes de que les estamos perjudicando, pero nuestra protección no les hace ningún bien. ¿Qué comportamientos podemos empezar a cambiar para evitar caer en la hiperpaternidad?

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Dejar que se equivoquen

Hacer todo lo posible por evitarles el fracaso a nuestros hijos es contraproducente. Es importante dejar que se equivoquen porque así aprenderán de sus errores y se esforzarán por volver a intentarlo.

Las personas que no se enfrentan a sus fracasos tienden a poner excusas por sus errores, sin esforzarse en mejorar. Si les sobreprotegemos del fracaso ahora que son pequeños acabaremos consiguiendo el efecto contrario: una actitud de no esfuerzo que en el futuro les llevará directamente al fracaso.

Hacerles ver que las cosas no siempre salen a la primera y mucho menos como a nosotros nos gustaría que salieran, es un aprendizaje positivo para el resto de sus vidas.

Fomentar su autonomía desde pequeños

La autonomía confiere a los niños seguridad en sí mismos. Si hacemos todo por ellos (les vestimos, les abrochamos los botones, les cortamos la comida, etc), ¿cómo van a aprender a hacerlo? Si se lo damos todo hecho, serán incapaces de desenvolverse por sí solos.

Educar en autonomía desde que son pequeños hará que adquieran mayor confianza en sí mismos y en sus propias habilidades, volviéndolos personas más seguras de sí mismas.

Debemos establecer unos límites que les den seguridad e ir asignándoles pequeñas responsabilidades de acuerdo a su edad, según su etapa de desarrollo, lo cual les ayudará a crecer como personas autónomas.

Acompañarlos sin hacer por ellos

Todo ello no significa abandonarlos a su suerte y "que se las arreglen solos". Debemos hacerles saber en todo momento que estamos junto a ellos para acompañarlos y apoyarlos hasta que aprendan y veamos que son capaces de hacerlo por sí mismos.

Somos lo más importante para nuestros hijos, su guía y el pilar en el que apoyarse. Ofrécele seguridad acompañándole cuando te lo pida o acuda a pedirte consejo o ayuda, pero deja que se desenvuelva solo.

Dejar que tomen sus propias decisiones

Al igual que el punto anterior, si tomamos decisiones por ellos toda la vida, cuando tengan que tomar sus propias decisiones se sentirán perdidos. Por eso, es fundamental educar a los hijos desde pequeños no para que nos obedezcan, sino para que aprendarn a tomar buenas decisiones.

Es un proceso largo y cotidiano que se construye día tras día. Poco a poco, debemos comenzar a darles la oportunidad de decidir por ellos mismos, de acuerdo a la madurez de cada niño. Debemos permitir que elijan haciéndoles sentir que sus opiniones valen y permitiendo que se equivoquen. Como decíamos antes, equivocarse es la mejor forma de aprender.

Reforzar su autoestima

Si hacemos y decidimos todo por ellos, acabaremos minando su autoestima, haciéndoles creer que no son capaces de hacer nada por sí mismos.

Una autoestima sana sienta los pilares para protegerlos frente a los desafíos de la vida, conflictos y presiones, por eso es primordial que los niños se sientan bien con ellos mismos. Los niños con una buena autoestima son realistas, activos, abiertos, optimistas, se relacionan mejor con los demás y son más felices.

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