Esta mañana, cuando aún no había abierto más que un ojo, miraba el Facebook y me encontraba con esta ilustración de Alexandre Salles, titulada "Son of de Demon", en la que un Batman herido sostiene a su hijo desnudo, que me ha recordado a las fotos de padres duros, fuertes, llenos de tatuajes, abrazando con total ternura a sus bebés.
Y es que aunque la vida nos vaya curtiendo, aunque nos endurezca la piel, nos llene de arrugas por las preocupaciones, nos torne el semblante en un gesto serio y las risas se vayan apagando, siempre hay algo capaz de romper con esa coraza, ablandarnos y devolvernos a nuestros orígenes: y ese algo es un bebé.
No nacemos una vez... nacemos dos veces
Nacemos oficialmente el día que llegamos al mundo. Ese día todo empieza para nosotros y, aunque todos tenemos nuestro carácter y nuestra manera de ser, con la que ya nacemos, la crianza de nuestros padres, las vivencias con otros niños, con otros adultos, en el colegio, luego la adolescencia, el trabajo, los inputs del entorno, etc., van conformando nuestra manera de ser y nuestra manera de actuar. Muchos acabamos fagocitados por una sociedad que no tiene piedad con nadie: o formas parte de ella o rompes con lo establecido. Y formar parte de ella puede ser exasperante si no logras adaptarte a su (mal)funcionamiento.
Entonces sucede que tienes un bebé, completamente inadaptado a la sociedad, que le pega un revés impresionante a tu funcionamiento vital, a tu plan de vida. Como explico a menudo, cuando nació mi primer hijo mis prioridades y valores entraron en la centrifugadora y salieron con un orden diferente. Es como volver a nacer. A medida que pasan los días y las semanas con tu hijo te das cuenta de que muchas cosas que te parecían importantes no lo son tanto, y que muchas cosas que ya no valoras, por cotidianas, son en realidad las que te hacen saborear más la vida. Ellos viven a otro ritmo, ellos te piden que lo hagas también, y esa es una segunda oportunidad que te da la vida para reengancharte con el verdadero objetivo de llegar al mundo: ser libres, ser felices.
¿Sabes cuando una persona con una enfermedad terrible, moribunda, explica que tendríamos que vivir de otra manera, saboreando los pequeños detalles y dando importancia solo a las cosas que de verdad la tienen? Pues es el mismo mensaje el que nos llega directo de nuestros bebés, que no saben de prisas, de horarios, de responsabilidades ni obligaciones y te piden, nada más nacer, que hagas borrón y cuenta nueva:
Olvídalo todo, papá. La vida no es tan complicada. Quítate presión. No pienses tanto en el futuro y piensa más en el presente. Yo solo soy un niño y te traigo este mensaje que no durará mucho tiempo. Cuando crezca seré uno más y habré olvidado esta lección, hasta que sea padre y mi hijo me la recuerde de nuevo. Así que disfruta de mi infancia, del tiempo conmigo, de mi manera de ver la vida y vivir las alegrías y las penas, desde la pureza de mi ser, y escucha así a tu niño interior, ese que has olvidado y dejado atrapado que aún tenía mucho que decir. Porque él es el que tiene las respuestas... al final todo es más fácil de lo que parece. No puedes cambiar las cosas que te pasan, pero sí puedes vivirlas de otra manera.
Y esto es lo que me ha venido a la mente al ver a Batman cogiendo en brazos a su hijo. El contraste de una vida llena de sufrimientos con de una vida llena de ilusión, alegría, vitalidad y nuevas oportunidades. Una confrontación en la que parece que sólo el padre puede ayudar al hijo, para que aprenda cuán duro es el mundo al que llega, pero que nos deja la lección que os comento: ¿cuál de los dos brilla más? ¿Cuál aporta más luz? ¿Cuál más alegría? ¿Cuál más vida?
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