¿Te has sentido alguna vez tan a gusto, cómodo o concentrado realizando una actividad que el hecho de que llegara a su fin te ha molestado? A los niños pequeños también les ocurre, aunque con mayor intensidad que a los adultos, pues sus relaciones de apego con personas y lugares son más emocionales.
Esto hace que estallen en una rabieta cuando toca marcharse del parque, que lloren desconsoladamente cuando un familiar que ha venido a visitarles se despida de ellos o que no quieran abandonar la fiesta de cumpleaños de su amiguito, aunque la hora de fin haya llegado.
Puesto que el momento "rabieta en el parque porque toca irse" es bastante común, te explicamos cómo afrontarlo de manera positiva para que no surjan conflictos que afecten a vuestra relación.
¿Por qué llora mi hijo cada vez que nos vamos del parque?
Cuando mi hijo tenía dos o tres años, pasó una etapa en la que lloraba habitualmente cada vez que el 'momento parque' llegaba a su fin. Nunca aceptaba de buen grado que le dijera que tocaba marcharse, e incluso había días en los que la rabieta se volvía inmanejable.
Hoy, mi hijo ya es un adolescente, pero a menudo vuelvo atrás en el tiempo cuando observo este tipo de escenas en el parque: niños pequeños llorando desconsoladamente porque no quieren irse, padres cada vez más nerviosos porque se está haciendo tarde, niños cada vez más irascibles por las exigencias de los padres... y unos y otros acaban entrando en un bucle sin fin.
"¿Por qué le cuesta tanto recoger los juguetes del parque cuando se lo digo, despedirse de los amigos y marcharnos a casa?", me preguntaba el otro día una amiga a punto de perder los nervios porque su hijo llevaba más de media hora ignorando sus peticiones.
Entiendo perfectamente la impotencia de esa madre, pues yo también vivía la misma situación con mi hijo hace algunos años. Pero recientemente reflexionaba sobre lo difícil que es ser niño en un mundo lleno de prisas y exigencias adultas, y creo que en este caso es ahí donde radica el quid de la cuestión.
Lo que ocurre es que los adultos tenemos las herramientas emocionales necesarias para afrontar ese momento, mientras que los niños pequeños, que son pura pasión, emoción y energía, viven la despedida de una forma mucho más intensa.
Así pues, ¿cómo podemos actuar los padres para que el momento de decir adiós al parque no genere conflictos? A continuación te damos las claves.
Empatiza con tu hijo
Es lógico y comprensible que los padres deseemos que nuestros hijos nos obedezcan a la primera cuando les decimos que tenemos que irnos del parque. Llevamos todo el día trabajando, estamos cansados y además, al llegar a casa después de jugar en el parque tenemos que seguir con la faena.
Pero nuestros hijos pequeños no entienden eso. Ellos tienen sus propias necesidades de juego libre, movimiento, diversión, creatividad... ¡Se lo están pasando en grande y los padres les fastidiamos el momento cuando les decimos que hay que irse!
Empatiza con tu hijo y sus emociones. Entiende que se enfade, llore o se disguste (recuerda que esta es la forma que tienen de demostrarnos que algo no les gusta o les genera malestar) y házselo saber.
Intenta averiguar la causa de su malestar
Pero quizá el motivo por el que tu hijo llora cuando tiene que irse del parque no sea exclusivamente despedirse de sus amigos y poner fin a una actividad que está disfrutando. Por eso, si averiguas la causa podrás anticiparte a ella y suavizar el momento.
He aquí algunos ejemplos:
- ¿Es posible que esté demasiado cansado?
Puede que te des cuenta de que los días en los que tu peque llora coinciden con sus actividades extraescolares o con la clase de educación física en el cole. Y es que muchas veces los padres pensamos que el rato de parque después de clase les vendrá bien, sin ser conscientes de estos detalles.
Cuando un niño pequeño está cansado se muestra irascible y quejicoso, y aunque le veamos disfrutar y jugar en el parque, cualquier contratiempo le hará muy probablemente estallar en una rabieta. Si es el caso, basta con no acudir al parque esos días o intentar recogerse antes.
- ¿La forma de marcharte es demasiado precipitada?
Tal y como decíamos más arriba, los niños no entienden las prisas de los adultos y tanta premura les desestabiliza y molesta. En este sentido, observa si la forma en la que tienes de marcharte del parque es demasiado precipitada, y si es así, intenta rebajar el ritmo para que a tu hijo le de tiempo a despedirse de sus amigos con calma, a marcar un último gol o a tirarse por el tobogán una vez más.
- Avísale con antelación
Al hilo de lo anterior, es aconsejable informarle al niño con antelación de que la hora de irse del parque está próxima. Pero recuerda que ellos no entienden el concepto del tiempo como lo entendemos los adultos, por lo que no le hables de minutos, sino de las cosas que puede hacer antes de irse.
Por ejemplo: "Te da tiempo a dar una vuelta al parque con tu bicicleta una vez más. Después, nos iremos"
También puedes tratar de negociar con él unos minutos más de parque a cambio de su compromiso después para a hacer algo.
Por ejemplo: "Puedes lanzarte dos veces más por el tobogán si al llegar a casa sustituimos el baño, que nos lleva más tiempo, por una ducha rápida. ¿Estás de acuerdo?"
Explícale los motivos por los que tenéis que iros
Muchas veces pretendemos que los niños obedezcan sin rechistar sin darles ninguna explicación.
Por ejemplo: "Entiendo que te lo estás pasando muy bien y cuesta separarse de los amigos. A mí también me ocurre cuando salgo con mis amigas. Sin embargo, hay que bañarse y cenar, para poder acostarse temprano"
También puedes hablarle de las cosas que vais a hacer juntos cuando regreséis a casa. Pero no con ánimo de engatusarle, sino para que tu hijo entienda que aunque el juego en el parque acaba, en casa le esperan otras muchas actividades por hacer.
Por ejemplo: "Recuerda que después de cenar habíamos planeado leer un nuevo fragmento del libro que has tomado prestado de la biblioteca, y que tanto te está gustando"
Pídele su colaboración
Lo hemos dicho en otras ocasiones: es más fácil conseguir la colaboración de los niños cuando se la pedimos, que cuando ordenamos.
En este sentido, puedes decirle que cuando lleguéis a casa vas a necesitar su ayuda para hacer una determinada tarea. Esto le servirá de aliciente para afrontar la despedida del parque, pues en casa le espera otro cometido.
Por ejemplo: "Necesito tu colaboración para hacer la cena cuando lleguemos a casa, ¿cómo crees que podrías ayudarme?"
Prométele que mañana volveréis
Siempre que sea verdad, promete a tu hijo que mañana (o en otra ocasión) vais a volver al parque para continuar jugando.
Para hacerlo de una forma más visual y que no quede en una simple promesa de palabra, puedes pedirle, por ejemplo, que te ayude a recoger hojas secas amarillas que mañana completareis con otro puñado de hojas verdes para hacer una manualidad de otoño.
Otro juego que también les gusta es esconder entre unos matorrales un palo o una piedra con la promesa de regresar al día siguiente para ver si siguen en el mismo lugar.
Lo que NO debes hacer
Pero para que el momento de decir adiós al parque sea respetuoso y positivo, hay una serie de cosas que NO debes hacer:
- No le critiques, le etiquetes ni le reprendas: frases como "eres un desobediente", "todas las tardes me haces lo mismo", "¡me enfadas muchísimo!", "eres un pesado"... No ayudan a solucionar el conflicto, afectan a vuestra relación y generan tensión y malestar al niño.
- No le grites ni le humilles en público ni en privado.
- No le castigues: decirle a tu hijo que como se ha portado mal y no te ha obedecido mañana no vais a volver al parque, no es una forma respetuosa de enseñarle los límites.
- No mientas ("¡tu mejor amiga también se va a casa, que me lo acaba de decir su mamá!"), no prometas algo que no vas a cumplir ("te prometo que luego venimos otro ratito al parque") y no le hagas chantaje para conseguir que te obedezca ("si no vamos ya, te doy un caramelo")
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