Cuando éramos pequeños sólo se iba al pediatra cuando estabas malo. Ahora, sin embargo, gracias a la creación de los centros de atención primaria se intenta ofrecer a los padres lo que se llama prevención primaria, que consiste en ofrecer conocimientos y herramientas para que los niños consigan un estado de salud lo más óptimo posible y que enfermen, en consecuencia, lo menos posible.
Los profesionales de la salud siempre han contado con la total confianza de la población, que asumía un rol de inferioridad en el que los profesionales actuaban de un modo paternalista, diciendo a las madres y padres lo que tenían que hacer, culpabilizándolas si no lo hacían y tomando las decisiones relativas a la salud de los niños. En la actualidad se intenta que suceda lo contrario, que las madres y padres sean más independientes y por eso se les ofrece la información para que ellos tomen decisiones.
Internet y la publicación de diversos libros sobre crianza, que antaño no existían (o eran muy limitados), ha hecho que muchos padres estén muy informados y que al llegar al pediatra o a la enfermera reciban información anticuada, que ya de por sí es un problema, y lo que es peor, que reciban juicios de valor o reprimendas, como si siguiéramos en la época de nuestros padres.
Ante esta situación hay madres que responden y que dan su visión, diciendo la verdad sobre lo que hacen en casa, pero hay otras que prefieren mentir, dar la razón al profesional, que en muchos casos dice soberanas tonterías, y luego “ya haré yo lo que me parezca mejor”.
Mentir al pediatra acerca de la lactancia
Uno de los temas que más controversia genera en la consulta del pediatra es la lactancia. Dar el pecho hasta los seis meses no suele ser muy problemático, incluso si me apuras podría no ser demasiado criticado hasta el año, sin embargo, una vez pasa el año, muchos pediatras (y cuando digo pediatras digo también enfermeras) empiezan a poner caras si una madre dice que sigue amamantando y alguno incluso se atreve a recomendar dejarlo con frases del estilo “ya no le aporta nada”, “ya se lo puedes ir quitando” y, en el peor de los casos, “lo que tiene ahora es vicio”, etc.
Ante este panorama, y cuando una madre recibe varias veces el mismo mensaje, puede ocurrir que un día decida, simplemente, decir que ya no mama: “no, ya hace unos meses que casi ni se acuerda”. De este modo se evita una confrontación absurda y recibir un mensaje que no tiene sentido. Un niño debe ser amamantado hasta que su madre o el niño decidan que ya es suficiente.
La alimentación en la consulta del pediatra o la enfermera
Está bastante relacionado con la lactancia, pero la alimentación es también otro de los temas problemáticos. La alimentación complementaria se recomienda a partir de los seis meses y muchos profesionales siguen anclados en dar comida y agua antes de ese momento.
Luego, a partir de los seis meses, se entregan unos papeles a modo de instrucciones que, en teoría, son recomendaciones para tener una guía, unas pistas de cómo puede empezar la alimentación complementaria. Sin embargo, muchos profesionales consideran esos papeles auténticos mandamientos, guías de obligado cumplimiento cuya falta de seguimiento podría provocar graves problemas de salud a los bebés.
Llega una madre y dice que a su hijo no le gusta la fruta y que no le está dando y el pediatra, en vez de decir “ya le darás más adelante, a ver si la acepta mejor”, le responde que su hijo tiene que tomar fruta porque si no tendrá carencias, se quedará delgado o le pasará vete tú a saber qué. Pues ante esto en las visitas siguientes una madre dirá que “uy, come de todo… poca cantidad, pero de todo”.
Dormir en la misma cama o en la misma habitación
Para acabar, el último de los temas más controvertidos en una consulta (al menos son los tres temas sobre los que más diferencias he encontrado) es el que atañe al lugar en el que duerme el bebé.
Las primeras semanas es lógico que duerma en la misma habitación que los padres, pero a partir de los tres o cuatro meses, cuando existe la teoría que ya empiezan a dormir varias horas seguidas (que en la mayoría de ocasiones es mentira), los pediatras más atrevidos (o anticuados) empiezan a recomendar que el bebé salga de la habitación familiar.
La siguiente edad de corte son los seis meses, cuando según Estivill y otros autores los bebés duermen ya toda la noche del tirón (mentira otra vez en la mayoría de ocasiones) y tienen que salir, por lo tanto, de la habitación de los padres. Incluso si se despierta varias veces por la noche, a partir de los seis meses, muchos pediatras dicen que cada integrante de la familia tiene que dormir en su sitio.
Por esta razón me he encontrado a más de una madre que en alguna ocasión me ha llegado a decir “ya sé que lo hago mal, pero sigue en nuestra habitación”, a lo que yo suelo responder algo así como “pues vale… lo que hagáis en casa por las noches es cosa vuestra”. Otros profesionales, en cambio, dicen que “eso no puede ser”, “luego te costará mucho más sacarlo”, “dormirá con vosotros hasta que se vaya de casa” o “estás creando a una persona dependiente”, además de otras cosas sin sentido y sin respaldo científico alguno.
¿Mentís al pediatra o a la enfermera?
Yo sí. Confieso que le he mentido en alguna ocasión al pediatra, pero también tengo que decir que a medida que ha ido pasando el tiempo he dejado de hacerlo, supongo que porque ya no molesta tanto ser juzgado ni molesta tanto recibir consejos que sabes que no seguirás (aunque si la cosa es muy seria, nos quejamos formalmente).
Además, decir la verdad es una manera de normalizar lo que estás haciendo. Si sólo una persona dice que duerme con su hijo en la cama estará marcado de por vida, si son decenas y si además se habla de ello con naturalidad y mostrando que sabes de qué hablas, un pediatra puede llegar a entender los motivos o, al menos, aceptar que hay gente que prefiere hacerlo así.
Pero claro, para decir la verdad tienes que estar preparado. No es lo mismo hacerlo cuando el bebé tiene pocas semanas y la maternidad (o paternidad) se vive con muchas dudas, tensión y con pocas ganas de recibir reprimendas, que cuando tu hijo tiene 2 ó 3 años, que todo es mucho más tranquilo.
Foto | Maessive en Flickr
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