Es una gran verdad que las redes sociales ayudan mucho a mantenernos en contacto con amigos y familiares cuando estamos lejos. Si nuestros seres queridos se mantienen activos en la Red podemos seguir, aunque sea en la distancia, su día a día a través de fotos de los acontecimientos más importantes.
Pero ¿qué pasa cuando tu vida está incluida en sus publicaciones? ¿Te parece bien que las fotos de tu hijo se publiquen en otras cuentas antes de que tengas tiempo para comunicar al mundo que ya ha nacido?
Sinceramente creo que, aunque sea con la buena intención de gritar a los cuatro vientos lo guapo y sano que está el bebé y lo mucho que le quieren, es una noticia muy importante y nadie debe anunciar el nacimiento de un bebé antes de que lo hagan sus padres. Es su momento y ellos deben decidir cuándo y cómo hacerlo.
Compartir la noticia a lo grande
Mi hija mayor nació en Asturias y toda la familia de mi marido y la mayoría de nuestros amigos vivían lejos. Así que Facebook se convirtió en un gran aliado para dar la gran noticia del nacimiento y compartir su crecimiento los primeros días, sin tener que hacer decenas de llamadas.
Era una manera sencilla e inmediata de recibir las muestras inmediatas de cariño y alegría, aunque fuera en la distancia y ellos estaban felices de poder compartir, de alguna manera, el momento con nosotros.
Fácil, simple, divertido. Nos encantó la respuesta inmediata de amor, apoyo y la alegría de todos.
El problema está que mientras nosotros compartíamos la noticia y las imágenes entre un grupo muy reducido de gente, los más allegados, la noticia salió del círculo más privado y se compartió por todo internet. Se nos fue de la mano y personas con las que no tengo mucha relación pudieron ver mi rostro desencajado en el parto y se enteraron de que habíamos sido padres antes de que nosotros decidiéramos que era el momento de que contarlo.
No entiendo por qué alguien puede pensar que está en su derecho de anunciar el nacimiento del hijo de otra persona, aunque no lo haga con mala intención. ¿Por qué todo el mundo necesita saber cuándo he dado a luz desde el minuto cero?
Entiendo que los tíos o un compañero de trabajo con el que eres más afín están tan emocionados y contentos por ti que necesitan contar a todo el mundo la buena nueva convirtiéndola en suya y recibiendo muchos comentarios en la Red y en persona, pero ¿es necesario?
Eso fue lo que me ocurrió en la cadena de televisión donde trabajaba, se enteraron todos desde casi el minuto cero (nadie aún sabe cómo se filtró la noticia) y empezaron a desfilar por el hospital, incluidas aquellas personas que no quería que me vieran mis inseguridades de mamá novata.
Por eso, con nuestro segundo hijo, decidimos mantener su nacimiento en la más estricta intimidad e ir contado la noticia poco a poco, para no sentirnos abrumados por felicitaciones y visitas no muy deseadas. Pero tampoco funcionó del todo.
Los abuelos son los primeros en cruzar la línea
No podemos evitarlo. Las abuelas son las primeras en robar protagonismo a los padres cuando nacen sus nietos. Las primeras fotos en el momento mismo del nacimiento comienzan a reenviarse por mensajes instantáneos desde el mismo momento en que las reciben desde el paritorio. Y eso, aunque como en nuestro caso les pidas (casi suplican) que no lo hagan.
Y tu madre aún puede retenerse un poco, porque está pendiente de que su hija (tú) esté bien, de cuidarla, mimarla, pero la abuela paterna normalmente es incapaz de resistirse. De hecho, al comentar el tema con mis amigas, la mayoría ha reconocido que han sido sus suegras quienes han anunciado el nacimiento de sus hijos antes que ellas mismas.
De hecho, adoro a mi suegra, pero ella tampoco pudo resistirse a la tentación de enviar la foto de mis hijos a todos sus hermanos y sobrinos antes que nosotros (y son unos cuantos).
Entiendo que vivimos en un mundo de gratificación instantánea, donde al segundo de que algo suceda, bueno o malo, el mundo lo necesita saber. Pero si nos detuviéramos un momento a pensar en lo que es importante, quizás seríamos capaces de ser un poco más respetuosos con los límites de los demás.
Los abuelos están tan emocionados que suelen ser los primeros en cruzar la línea. Si están lo suficientemente cerca, están esperando ansiosos en la puerta del paritorio (ahí ha estado mi madre las dos veces, en primera línea). Si están lejos, no paran de llamar y enviar mensajes a unos padres que están pendientes de hacer todo lo mejor posible para que su bebé nazca bien. ¡No es momento de preguntar (aunque sea por amor)!
Y cuando a fin llega la gran noticia, comienzan a anunciarla a sus allegados sin pedir permiso a los padres, sin límites.
En definitiva: si no es tu bebé, no digas ni una palabra hasta que sus padres lo hagan. Y no hay absolutamente ninguna excepción, ni siquiera sirve la excusa de ser la abuela.
El protagonismo es exclusivo de los padres... ¡y de los hermanos!
Porque esa es otra. Según mi experiencia, creo que hay que dejar que sean los hermanos mayores los que compartan la nueva noticia y presenten al nuevo miembro de su familia. No hay que robarles el momento, es su momento, y tienen que sentirse protagonistas desde el minuto cero.
De hecho, el nacimiento de Yago 'lo anunció' su hermana. Las primeras fotos de Kenya sosteniéndole en brazos en el hospital, sirvieron para contar a todos que la familia había aumentado y mostrar lo felices que estábamos. Nadie tenía que saber nada del nacimiento hasta que nuestra hija mayor estuviera en la nueva foto de familia.
La primera reacción de mi hija al conocer a su hermano, al tocarle, nuestros primeros momentos juntos los cuatro son solo nuestros, pertenecen a nuestra intimidad. Y somos nosotros, los padres y su hermana, quienes decidimos comunicar el nacimiento.
Cuando nació mi primera sobrina estaba exultante de alegría pero, bajo ningún concepto, se me ocurrió compartir la buena nueva hasta que no tuve el permiso de mi hermana y mi cuñado. Fueron ellos, cuando se recuperaron de la emoción del momento, los que enviaron las primeras fotos de la recién nacida a los abuelos y tíos. Y creo que así debe ser.
Así que la próxima vez que te enteres de un nacimiento, resiste el impulso de pregonarlo y recuerda cómo te sentirías si fueras uno de los padres. Nadie debe anunciar que un bebé ha nacido antes que sus progenitores y no valen las excusas.