Ayer os hablamos de un estudio reciente que explica por qué los adultos no recordamos con claridad nuestra infancia, e incluso por qué los niños, cuando ya han crecido un poco, son incapaces de relatar muchas de las cosas que les sucedieron pocos años antes.
Esta amnesia infantil (así se le llama) hace que los adultos, a la hora de educar, nos planteemos hasta qué punto hay que tener cuidado por lo que les pueda pasar si total, luego no se van a acordar. No vendrán un buen día a decirnos "mamá, me pusiste pendientes, recuerdo que me dolió", ni "papá, me dejaste llorar sólo en mi cuna con un peluche cuando tenía seis meses, lo recuerdo", así que, ¿por qué no hacer con ellos lo que creamos conveniente sin tener en cuenta el padecimiento puntual?
Los pendientes no duelen, y además luego ni se acuerdan
Me centro en los pendientes, no porque me parezca lo peor (ni lo mejor) que se le puede hacer a una niña, sino porque es uno de los temas en que suele darse como respuesta que "los pendientes no duelen, y además luego ni se acuerdan". Cuando he hablado sobre pendientes y he explicado que de tener una hija no le habríamos puesto pendientes he recibido esta frase en alguna ocasión. El caso es que sí, les duele, lo que pasa es que las conexiones neuronales de los bebés son tempranas e inmaduras, y el tiempo de reacción no es el mismo que en los adultos. Pueden tardar un rato en llorar o pueden incluso no hacerlo y no por ello les duele menos.
Sobre que se acuerden o no, pues es cierto, dudo mucho que ninguna niña llegue nunca a decirle a sus padres que cuando le hicieron los pendientes al nacer le dolió y que mejor se lo hubieran ahorrado.
Que no lo recuerden no quiere decir que esté bien
Los niños no tienen memoria, ¿por qué no hacerles entonces el método Ferber o Estivill sin remordimientos? Si total, luego no recordarán que se lo hicimos y así conseguiremos que duerman solos. ¿Por qué no pegarles para corregirles cuando hacen algo mal, si luego no recordarán que les llegamos a pegar? ¿Por qué tanta manía con hablarles bien y sin gritar, si luego no van a recordar cómo les tratábamos? ¿Por qué no podemos dejarles llorar hasta que se callen, para que no se acostumbren a los brazos? Total, a todos nos han pegado, a todos nos han gritado, a todos nos han dejado llorar alguna vez y a todos nos han castigado, y aquí estamos, sin traumas.
Pues respondo a todas las preguntas con tres razones: porque no se daña a quien se quiere, porque las cosas no se hacen o se dejan de hacer por lo que nos puedan decir el día de mañana y porque los hechos puntuales no se recuerdan, pero todo deja huella.
No se daña a quien se quiere
Es cierto que podríamos hacer todo lo comentado sin problemas, o sin mayores problemas. Nuestros hijos crecerían como cualquier otro niño, muy probablemente, y al llegar a la edad adulta diría lo mismo que los adultos de ahora: "sí, me pegaron, me castigaron, y mírame, aquí estoy, sin traumas". Menos mal, en realidad, porque sino el mundo estaría (aún más) lleno de personas desquiciadas.
Que sepamos sobreponernos, que sepamos superarlo, que sepamos vivir con ello, que no lo recordemos, no es razón para justificar que las personas que nos quieren nos hicieron daño. De igual modo, no es razón para justificar que dañemos a los seres que más queremos en el mundo, nuestros hijos. ¿No recordarán que hoy les acabo de pegar? Pues no, seguramente no, pero no por eso está bien.
Es más, el tipo de padre que somos lo elegimos nosotros. Nosotros nacemos como padres y madres el día que nuestro hijo nace, así que partiendo de cero tenemos la sartén por el mango y podemos decidir qué tipo de padres y que tipo de personas queremos ser. Si optamos por el "total, no se acordará", difícilmente podremos luego cambiar nuestra manera de ser o nuestro estilo educativo cuando las cosas que hagamos sí puedan recordarlas. Es un sinsentido jugar a ser de una manera de inicio para luego cambiar cuando creemos que nuestras decisiones pueden influir o quedar en su memoria (además de ser muy poco ético).
Las cosas no se hacen por lo que nos puedan decir el día de mañana, sino por respeto
A pesar de que es cierto, porque nadie quiere que su hijo venga el día de mañana reprochándole nada, las cosas no se hacen realmente por ese motivo. La educación que se le da a un hijo se le da en base a lo que está bien y lo que está mal. Darles cariño, brazos, abrazos, besos, estar con ellos y por ellos, decirles que sí a mil cosas que son que sí y que no a mil cosas que son que no, dialogar, contener nuestra rabia, hacer uso de la paciencia y la palabra, dejar de lado los castigos, y sobretodo los castigos físicos, todo ello son cosas que las hacemos porque creemos que están bien, porque es nuestra manera de respetarles como personas, porque debe ser así. El resto, lo que no hacemos, lo desechamos porque están mal, no sólo por evitar reproches en el futuro.
Si alguien viniera y nos dijera que castigando a nuestro hijo diariamente, o pegándole una vez cada 24 horas, conseguiríamos que fuera mejor persona no lo haríamos (o no deberíamos hacerlo), porque por encima del objetivo de lograr que nuestros hijos sean buenas personas está el bien y el mal, lo que es correcto y lo que no. ¿Mi hijo será peor persona si no le pego a diario? Puede ser, quizás acabe siéndolo, pero no le voy a pegar.
Porque los hechos puntuales no se recuerdan, pero todo deja huella
La tercera razón es la que explica cómo puede ser que, pese a la neurogénesis y al olvido de la mayoría de sucesos, los niños aprenden cosas de pequeño que difícilmente olvidarán, como andar, comer o hablar. Los niños aprenden a hablar mientras van sucediendo cosas que luego olvidarán, pero curiosamente no se les olvida hablar.
Bueno, no es tan curioso, es simplemente lógico. Si pegamos un día a un niño, o si le ponemos unos pendientes a una niña, o si un día le gritamos porque han roto un jarrón, seguro que años después no recordarán nada ello. Sin embargo, si les pegamos a menudo, si les gritamos siempre que hacen cualquier cosa, si les tratamos mal, seguro que recordarán que de pequeños les pegábamos, que les gritábamos y que les hicimos daño.
Lo recordarán porque serán cosas que se irán sucediendo en el tiempo, igual que el hablar. Si un niño aprendiera a hablar un día y ese día fuera capaz de conversar con cualquier persona, pero después de ese día nadie le hablara y él no hablara con nadie, años después tendría muchas dificultades para articular una sola palabra. Como los niños hablan y escuchan a diario, y cuanto más aprenden más entienden, más escuchan y más hablan, no olvidan.
Con esto quiero decir que los niños no recordarán probablemente los hechos, los sucesos, los malos ratos, pero sí tendrán interiorizados sentimientos repetitivos, momentos de estrés y ansiedad, de los malos ratos, de las humillaciones repetidas, de los castigos, etc.
"Somos lo que comemos", dice una campaña que trata de concienciarnos para alimentarnos bien, y somos lo que nos ha pasado, lo que hemos vivido. Por eso un niño, desde que nace, necesita que les tratemos con cariño, que seamos muy empáticos para entender sus sufrimientos y necesita que estemos ahí para ayudarle, a medida que va aprendiendo, creciendo y madurando, a ser él mismo.
En las unidades neonatales tienen normas estrictas para evitar que los niños sean muy tocados por el personal si son prematuros (les molesta), evitar el ruido (les angustia) y en general hacer lo posible para que no se estresen y estén a gusto, incluso ofreciendo e instando a los padres a hacer el método canguro. Nunca jamás recordarán que al nacer hicieron lo posible por que estuvieran tranquilos y estables, pero nadie pone en duda que hay que hacerlo, porque desde que nacen empiezan a formar su carácter y desde que nacen son persona, merecedores del mismo respeto que pedimos para nosotros.
Fotos | Runar Pedersen Holkestad, ellyn en Flickr En Bebés y más | “Esto se ha hecho toda la vida y no nos ha pasado nada” (I) y (II), Día del padre: Hay padres que no han evolucionado, Para ser buenos padres hay cosas que no pueden faltar