A partir de los tres años, los niños pretenden huir de la siesta, pues les resta tiempo para jugar y hacer cosas que le gustan, y aunque muestran cansancio y necesidad de reposar, se niegan, y si los papás lo permiten, continúa con sus juegos hasta que quedan prendidos de los brazos de Morfeo allí donde les pille.
Si tu hijo no quiere dormir la siesta, es necesario que marques unos horarios y lugares para permanecer según la hora del día. No resulta efectivo obligarle a dormir, pero sí lo conseguirás induciéndole a ello. Por ejemplo, poco antes de la hora de la siesta, es conveniente que se encuentre en su habitación jugando, si es lo que le apetece. Así, teniendo la cama cerca, es más probable que cuando sienta que le vence el sueño, se acueste.
Para diseñar estos horarios, debes tener en cuenta los ciclos de sueño de tu hijo, hay momentos a lo largo del día en que se está más predispuesto al sueño. Realiza actividades relajantes en esos horarios, cuéntale un cuento, escucha música suave con él, mirar fotografías en el sofá… Resulta de gran ayuda que en los momentos que tenga que estar despierto, haya mucha luz, y poca cuando tenga que ir a dormir.
El tiempo que debe dormir la siesta depende de la edad que tenga y de las necesidades del niño, pero si no se despierta solo y crees que ha dormido suficiente, no más de dos horas, despiértale con mimos y con algo que hacer que sea de su agrado, así sabrá que si duerme la siesta, después podrá hacer algo que le gusta.
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